Mi primera mastografía

Jamás me dijo: “Oye, vas a sentir frío, pero es por la placa... será incómoda la posición... o, no te asustes, las placas van a apachurrar tus senos.

Por Marisol Escárcega

Cada año, en el mundo, se diagnostica un millón 671 mil 149 nuevos casos de cáncer de mama en mujeres, lo que lo convierte en la primera causa de muerte en este grupo poblacional, por lo que revisarse anualmente puede prevenir o detectar a tiempo esta enfermedad.

Hace unos días, acudí a mi primera mastografía. Desde que llegué al laboratorio y hasta que pasé al consultorio transcurrieron alrededor de 45 minutos.

La fila de pacientes, hombres y mujeres, para este estudio era grande. Me sorprendí al ver a varios hombres, aunque, de acuerdo con datos del Inegi, cada año 167 hombres son diagnosticados con cáncer de mama.

Pasado el tiempo, me llamó una chica. Al entrar, me preguntó si venía depilada de las axilas, sin desodorante, talco, cremas o perfumes, porque eso podría influir en la toma de las imágenes. También me preguntó cuándo había sido la última vez que me había hecho una mastografía; se sorprendió que hubiera sido la primera vez y que hubiera acudido por prevención.

“Casi no vienen para prevenir, sino cuando ya sienten una bolita, tienen salpullido, dolor u otro síntoma”, me dijo.

Enseguida, mientras me quitaba toda la ropa de la cintura hacia arriba, me preguntó la fecha de mi primera menstruación, cuánto dura mi periodo, si tuve hij@s y/o abortos. Asimismo, si tenía familiares directos con cáncer de mamá y/o de próstata. Si la respuesta era afirmativa, preguntaba a qué edad fueron diagnosticados y el protocolo que aplicaron.

Hasta ahí todo iba bien. Me pareció excelente que me hiciera un cuestionario exhaustivo. El “pero” llegó después, ya que cuando me iba a realizar el estudio sólo me dijo que haría cuatro tomas y que ella me acomodaba. Nada más.

Jamás me dijo: “Oye, vas a sentir frío, pero es por la placa... será incómoda la posición... o, no te asustes, las placas van a apachurrar tus senos, sentirás presión y es muy probable que te duela unos segundos...”. ¡Nada, no me dijo nada de eso!

Efectivamente, las placas están frías y a una le “acomodan” los senos en las placas como si fueran de barro o plastilina, y lo pongo entre comillas, porque más bien fue agarrar el seno y jalarlo, de tal manera que cuando bajaba la otra placa quedara atrapado y se pudiera hacer la toma. Así cuatro veces.

En la primera toma, esos segundos fueron eternos y, aunque solté un “auch” al sentir la presión, la técnica no dijo ni pío, así que en las siguientes tres tomas, me resigné, respiré lo más profundo y “aguanté”.

Al terminar el estudio sólo me indicó que me vistiera y que los resultados estarían en dos días, y hasta ahí quedó todo.

Mi experiencia me dejó reflexionando por qué las mujeres huyen de la mastografía, bueno, ahora sé la razón y, es que, por desgracia, a veces, al personal que labora en el sector salud se les olvida que trabaja con seres human@s y que la mayoría de ést@s no va a revisarse para prevenir, sino cuando se sienten mal o para confirmar un diagnóstico.

Se les olvida que vamos con nervios, que traemos tabúes en la cabeza, miedos y vergüenza, incluso sobre nuestro propio cuerpo, y que llegar con un(a) desconocid@ y desnudarnos no es sencillo, y menos someternos a un procedimiento que será incómodo, invasivo y/o doloroso.

Como lo comenté en un texto anterior, el trato que nos dé el personal de salud sí puede influir en nuestra confianza, no sólo hacia nosotras mismas, sino también hacia quienes nos atienden y diagnostican, por lo que explicarnos a detalle en qué consiste un estudio, un procedimiento o el uso de un medicamento va más allá de su obligación, es mera empatía, ya que su trato nos puede hacer pensar más de una vez si volveremos a ir.

El bienestar es responsabilidad de cada un@, pero el rol del personal médico es determinante en el cuidado de nuestra salud.

marisol.escarcegagimm.com.mx

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