Licencia menstrual

La sociedad sigue pensando que las mujeres no debemos detenernos nunca, incluso sangrando siete días o estando embarazadas o en posparto.

Por Marisol Escárcega

De adolescente tenía cólicos tan fuertes que me doblaba del dolor, sudaba frío y no quería ir a la escuela, sin embargo, no tomaba analgésicos, porque pensaba que los dolores eran normales y, pues, total, debía aguantarme. Así crecí, naturalizando que, aun con fuertes dolores, debía seguir adelante, asistir a la escuela, al trabajo, y que no importaba si sangraba durante siete días, eso no debía influir en la manera que me relacionaba con los demás.

Así que faltar a la escuela o al trabajo por tener cólicos fuertes durante la menstruación no era una opción. Me argumentaba a mí misma que era un proceso natural y creía que sonaría muy exagerado parar sólo porque menstruaba.

El asunto es que la menstruación es un proceso biológico que no ocurre sin molestias, de hecho, para muchas mujeres resulta un viacrucis, ya que los dolores son tan fuertes que pueden desmayarse, o si tienen hemoglobina baja, puede acarrearles problemas severos como anemia, debido a que las mujeres perdemos grandes cantidades de hierro cada mes.

Por ello, ausentarnos cuando menstruamos no es una exageración ni un pretexto para estar tiradas en la cama, sobre todo cuando hay un diagnóstico médico que avala que los malestares durante esos días no nos permiten realizar nuestras actividades sin dificultad.

Bajo esa óptica, sí es un avance que, recientemente en Nuevo León (antes ocurrió en Hidalgo) hicieran modificaciones y aprobaran en su legislación local la licencia menstrual, es decir, que las mujeres que acrediten a través de un diagnóstico ginecológico que padecen endometriosis severa o dismenorrea primaria o secundaria en grado incapacitante puedan ausentarse hasta dos días cada mes con goce de sueldo.

Para poder ejercer este derecho, las nuevoleonesas que fueron diagnosticadas con alguno de los padecimientos mencionados pueden asistir a una institución de seguridad social de esta entidad para solicitar un certificado de salud que avale sus síntomas.

Cabe señalar que en países como Indonesia, España, Taiwán o Corea del Sur ya tienen legislaciones al respecto, de hecho, Japón la aplica desde 1947, y si bien esto sí representa un avance en los derechos de las mujeres es lamentable, incluso, diría, desagradable, que sea necesario ir al médico para que nos acrediten el privilegio de ausentarnos esos días, es decir, te-ne-mos que presentar pruebas de que no estamos mintiendo, ¿les suena familiar?

La sociedad sigue pensando que las mujeres no debemos detenernos nunca, hasta sangrando siete días o estando embarazadas o en posparto. Es como me dijo una amiga, parece que “alguien superior”, llámese autoridades o médicos, nos están haciendo el favor de “permitirnos” descansar.

De ahí que las leyes deban ir acompañadas de otras acciones, en este caso informar a la población, de manera transversal y no patriarcal, que la menstruación es un proceso biológico que, en la mayoría de las veces, pasa con mucho dolor, y que humanamente no es posible estar sonriendo todo el santo día cuando sientes que se te está partiendo en dos la cadera y la espalda.

Tampoco se trata de victimizar a las mujeres, sino de colocar en su justa medida nuestros derechos. Debemos enseñarles a las infancias, sobre todo a los niños, a ser empáticos con este proceso, a no burlarse de las chicas que manchen sus uniformes o que respeten que no quieran hacer actividad física en esos días.

Como sociedad debemos cambiar la mentalidad y dejar de decir “pues tómate algo” cuando una mujer se está “doblando del dolor”.

Recomendación violeta. Un paso para construir una sociedad más justa es informarnos y reeducarnos. Les dejo el siguiente link, donde la UNAM ofrece cursos gratuitos sobre género, algunos también son para la comunidad en general: https://coordinaciongenero.unam.mx/cursos-igualdad/

marisol.escarcega@gimm.com.mx

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