La señora de las gelatinas

Se atrevió a inmiscuirse en la vida política del país.

Por Ma. Patricia Herrera Gamboa*

Los inicios de la infancia y la adolescencia de cualquier persona son tan importantes como sus logros en la adultez. Ser una persona de escasos recursos, de familia indígena, ondeando las más bellas costumbres mexicanas como estandarte de vida, es motivo de orgullo y de admiración y aquel que desee utilizarlas para rebajar o avergonzar, solamente muestra su falta de inteligencia y calidez humana.

Una mujer con estas características, oriunda del estado de Hidalgo, del municipio de Tepatepec, quizá no tan conocido por el resto del país, por no ser la capital del estado. Fue una niña, con raíces indígenas otomíes del Valle del Mezquital, que, como otros niños de su condición, tenía que recorrer grandes distancias para llegar a la escuela, que para ayudarse con los gastos educativos vendía gelatinas en el mercado del pueblo, hoy lucha por hacer historia en México, lucha para ser la primera mujer “presidente o presidenta”.

Sabemos bien, las que tenemos el privilegio de compartir este género, que ser mujer no es sencillo en un mundo que, a pesar de nuestros esfuerzos, sigue siendo liderado por varones, que continúa con la escasez de oportunidades y la igualdad de género; la lucha contra el machismo y la misoginia; el acoso sexual y laboral; la discriminación por nuestra condición de madres y por el terrible feminicidio que cada día, hora o minuto cuesta la vida de una mujer.

Por ello es de admirar que hoy emerja de manera casi espontánea una mujer que, desde esos inicios en su tierra natal, se ha atrevido a inmiscuirse poco a poco en la vida política de nuestro país, levantando la mano con una desfachatez que irrita a más de uno; con un lenguaje coloquial que, debemos reconocer, casi todos los mexicanos utilizamos, que al escucharla nos hace sentir como si estuviéramos en casa, en la sobremesa de un almuerzo familiar, hablando a “calzón quitado” o “sin pelos en la lengua”, que además no es ninguna oportunista, porque está perfectamente preparada y con las credenciales suficientes.

El movimiento que esta mujer está provocando lleva un historial digno del mejor varón que haya dirigido nuestro país, tiene una carrera profesional como ingeniera en computación por la UNAM, que posteriormente se especializó en robótica, inteligencia artificial, edificios inteligentes, sustentabilidad y ahorro de energía. Que ha sido directora y fundadora de empresas, que ha defendido los derechos de los pueblos indígenas y los ha llevado a través de su fundación ayuda para combatir diversos problemas y así contribuir al desarrollo económico, sobre todo de las mujeres y niños.

Ha recibido importantes premios y reconocimientos, entre ellos el que el World Economic Forum de Davos le otorgó como una de las 100 líderes globales del futuro del mundo y el de la revista Business Week, como una de los 25 Latin American’s New Business Elite.

Que lleva desde hace más de 20 años una sobresaliente carrera política, como estandarte de los pueblos indígenas, entre sus cargos, resalta haber sido candidata a la gubernatura de su estado, jefa delegacional en Miguel Hidalgo en la Ciudad de México y senadora de la República.

Y en este breve espacio no sería posible exaltar todos sus logros, pero sí debemos reconocer que el tiempo para que este país sea liderado por una mujer ha llegado. Es el tiempo perfecto, la hora señalada y sin margen de error para darle el respaldo a ella, sin importar los colores que lleve, a la orgullosa señora de las gelatinas: Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, que así sea.

*herrerapat@yahoo.com

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