López Obrador: adiós a la zona de confort
Ignacio Anaya
Los 30 millones de votos que hicieron presidente a Andrés Manuel López Obrador son insuficientes para impulsar la histórica “Cuarta Transformación” de la república. En las urnas se recibe poder, pero no gobernabilidad y, para transformar este país se requieren condiciones que vinculen la gestión administrativa con el apoyo ciudadano.
¿Cómo logrará el nuevo titular del Poder Ejecutivo el equilibrio entre su visión de desarrollo, las expectativas de la población y los poderes fácticos que coexistirán con el suyo? Los cinco meses posteriores al triunfo, previos al inicio de su mandato constitucional, revelaron que la legitimidad institucional no le bastarán al tabasqueño para ejecutar los planes de su codiciado gobierno, pues existen estructuras fuertes y ajenas al veredicto del sufragio.
El sector privado tanto como los mercados internacionales, de manera especial los bursátiles, se manejan a través de dinámicas y agendas propias, pero necesarias al momento de definir la ruta del país, ya que son generadoras de empleo y contribuyen a la estabilidad general.
En su transitar de 18 años como candidato, López Obrador pudo superar las resistencias políticas desplegadas para derrotarlo en las urnas. Dijo que la tercera contienda sería la definitiva y así fue. Lo logró porque construyó discurso en función de una realidad que supo interpretar entre errores y aciertos de su parte.
Pocos se atreverían a cuestionar su olfato político. Después del histórico 1 de julio, como candidato ganador y luego como presidente electo, López Obrador parece comprender a dónde l0 llevó la disputa política durante tanto tiempo frente al poder que ahora tiene en sus manos. Un mando al que se ató, irónicamente, mediante otra lógica de retos y riesgos, no visualizados durante su larga etapa como dirigente opositor.
¿Qué hizo el nuevo Presidente entre los meses de julio y noviembre? Todo indica que comprender y digerir la dimensión no sólo del aparato de Estado, sino del poder mismo que la población le entregó a él y a su partido, prácticamente en todo el país. Contar con el control del Congreso le permitirá hacer muchas cosas pero, de nueva cuenta, debe quedarle en claro que la gobernabilidad nunca es consecuencia de decretos.
Durante la transición entre el equipo que se va y el que llega, prácticamente en octubre y noviembre, el nuevo Presidente debió haber conocido el país que gobernará desde una perspectiva diferente. Si bien no hay otro dirigente opositor con tantos recorridos por territorio nacional -prácticamente todos los municipios- también es cierto que la entrega de los informes y libros sobre el estado actual del país le debió significar un viaje inesperado hacia los números, las estadísticas, los presupuestos y la impresionante estructura que da forma al Estado mexicano.
¿Cuánta información estratégica recibió López Obrador durante el proceso de entrega-recepción, reservada para la opinión pública pero ahora a su disposición? ¿Qué datos, qué números, qué informes -particularmente los no esperados- han matizado la visión inicial de la configuración de sus planes de gobierno?
El mensaje de Andrés Manuel López Obrador, presidente de la república, es en el sentido de apostar hacia el futuro. Quiere la mayor de las estabilidades (política, económica, bursátil, jurídica e incluso cultural) para poder gobernar. Ocuparse más por lo que viene frente a lo que se ha ido de ninguna manera podría tacharse de incongruencia frente a sus posicionamientos como candidato. En todo caso es expresión de pragmatismo.
El nuevo Presidente lo previó antes de las elecciones al externar su determinación de recibir un país viable, no en ruinas. Sin embargo, también es verdad que su proyecto de nación implica cambios en la forma y en el fondo. Diciembre inicia, en consecuencia, con nuevo mando y con una lectura diferente pero institucional de país.
Es muy amplio el marco de referencia que López Obrador tiene para construir gobernabilidad y sostenerla. Uno de esos espectros lo constituye su propio partido, cuya pluralidad se refleja en el Congreso con voces radicales e ignorantes del cambio por ellas protagonizado y del hecho de ser ahora gobierno. Algo común en los militantes de un partido opositor al alcanzar el poder y de sus legisladores ganadores, impedidos ideológicamente de percatarse que se convirtieron en gobierno.
Como candidato e incluso como Presidente electo AMLO estaba en una zona de confort. Al tomar las riendas del país ese confort desaparece, se le va de las manos. Es hora de pensar en la gobernabilidad.
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