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Cuitlahuatzin, ópera mayor

Humberto Musacchio

Humberto Musacchio

La República de las letras

Bajo una inmensa carpa, ante miles de espectadores, se estrenó la ópera en náhuatl clásico Cuitlahuatzin, de Samuel Máynez Champion, autor de la idea original y el libreto. Como queda claro en el título, la obra trata del nunca derrotado Cuitláhuac, quien fuera penúltimo huey tlatoani de los mexicas y antes señor de Iztapalapa, donde se presentó el formidable espectáculo. La trama, signada por una gran tensión dramática, mantuvo a los asistentes emocionados, por momentos conmovidos y hasta enardecidos por la fuerza de la trama, el impacto de la música de Samuel Zyman, los coros dirigidos por Leonardo Villeda; el espléndido y nada fácil movimiento de los actores debido a Ragnar Conde; la impresionante coreografía de Patricia Marín, Leonardo Beltrán y Rogelio Marín; el papel bien cumplido por la orquesta que dirigió Gisèle Ben-Dor y el poderío seductor de las voces en escena, jóvenes extraordinarios que llegarán muy lejos en el canto, como lo muestra su limpia interpretación del texto, traducido al náhuatl clásico por Patrick Johansson. Ahí mismo, se anunció que la obra se presentará en Bellas Artes y en el Teatro de la Ciudad, espacios más adecuados que el de esta ocasión. Esperamos que sea muy pronto, porque se trata de un fenómeno artístico que debe ser divulgado muy intensa y extensamente.

 

Una iniciativa equivocada

La diputada priista Blanca Alcalá presentó una iniciativa para que los recursos autogenerados por museos y sitios arqueológicos sean destinados a los institutos nacionales de Bellas Artes y de Antropología e Historia. Desde luego, urge aumentar el presupuesto de las instituciones culturales, ostentosamente despreciadas por el Ejecutivo Federal y por la actual Cámara de Diputados. Sí, las instituciones culturales como el INBA y el INAH requieren más dinero para que su funcionamiento responda de mejor manera al interés social. Pero la receta de la diputada Alcalá no toca una medida heredada de la noche del neoliberalismo, que impuso a los mexicanos la obligación de pagar por su ingreso a museos y zonas arqueológicas. En otros países se cobra a los extranjeros, pues se parte de que tales museos y zonas arqueológicas son de la ciudadanía. Aquí se priva de la entrada a tales espacios a los mexicanos pobres, que son abrumadora mayoría, pues, por ejemplo, lo que se paga por un boleto es la comida de un día de toda una familia. Eso es lo primero que debe cambiar.

 

Gilberto Prado Galán

En la Ciudad de México falleció Gilberto Prado Galán (Torreón, 1960), prolífico escritor que destacó en el ensayo y como palindromista. Hombre de sólida formación, obtuvo una maestría en la Universidad Estatal de Nuevo México y realizó estudios de doctorado en la Universidad Complutense. Entre las distinciones que recibió destaca el Premio Hispanoamericano Lya Kostakowsky que en 1993 le otorgó un jurado que integraron Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Eduardo Galeano. Miembro del Club Palindromista Internacional con sede en Barcelona, bien podría tener como epitafio el título de uno de sus libros: Efímero lloré mi fe.

 

El camino de los olivos

Josefina Alberich fue una mujer inteligente, generosa, productiva y carismática. En Bellas Artes y en el Centro Cultural Tijuana se desempeñó con eficiencia en tareas culturales y supo orientar a jóvenes talentos que se le acercaban en busca de consejo. Murió hace cosa de un año y el viernes pasado, en Los Pinos, se presentó su libro El camino de los olivos, una alegoría sobre la vida, sus tropiezos y la necesidad de superarlos. Con prosa sencilla y eficaz se desenvuelve la historia que todo adolescente debería conocer. El libro, dedicado a sus hijos Virgilio y Abril, fue publicado por Siglo XXI Editores, con diseño gráfico de Josué Ríos G., e ilustraciones de Fernando Flores.

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