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Celac: el peso de la inexperiencia

Humberto Musacchio

Humberto Musacchio

La República de las letras

Se sabe que en política importa el qué, pero mucho más el cómo, pues de eso depende el logro de aquello que se persigue. Al parecer, los asesores presidenciales no insistieron lo suficiente en ese punto, porque la junta de la Confederación de Estados Latinoamericanos y Caribeños estuvo lejos de ser un éxito.

Para empezar, Brasil nuevamente dio la espalda a ese esfuerzo de integración que representa la Celac, a la que el gobierno del fascista Jair Bolsonaro considera innecesaria. Por si algo faltara, no tiene buena opinión de varios de sus vecinos, lo que por supuesto incluye a México, lo que obliga a realizar una buena labor de ingeniería diplomática.

Tampoco puede pasarse por alto la ausencia del mandatario colombiano, casi tan derechista como su colega brasileño y, por lo mismo, poco interesado en fortalecer un frente que pudiera hacerle contrapeso a Estados Unidos.

No vino a la reunión el presidente de Argentina, pese a que se le considera alineado con sus pares de izquierda y centroizquierda. Le impidió el viaje una crisis desatada por sus discrepancias con la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. En suma, faltaron tres países que con México conforman el cuarteto de mayor peso económico en la región, los que son, si no indispensables, si muy necesarios para cualquier proyecto de integración.

 

El presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez, dedicó su participación a combatir al gobierno venezolano, incluso llegó a la grosería de retirarse en forma intempestiva, luego de informar que su presencia en esta frustrada cumbre “en ningún sentido representa en reconocimiento al gobierno del señor Nicolás Maduro”, aclaración innecesaria, pues se conoce al señor Abdo Benítez como fiel servidor de Washington.

No fue menos hostil Luis Lacalle, mandatario uruguayo, quien se tendió como tapete del imperio, pues disparó sus diatribas contra los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua, lo que un miembro de la delegación nica calificó de “hablar por boca de ganso”, expresión que se atribuye a quien expresa lo dicho por otro como si fuera propio.

Como es obvio, los presidentes de Uruguay y Paraguay —el “par de guayes”, dijo alguien en broma— no están de acuerdo con la integración latinoamericana y del Caribe ni consideran necesario crear algún tipo de contrapeso al aplastante dominio de la potencia del norte, pues al brindarle a ésta sus tristes servicios se sienten seguros.

 

En tales condiciones, la VI Cumbre de la Celac no podía tener el éxito deseable. La lección es clara: para futuras ocasiones, la Cancillería deberá aprender que reuniones de ese carácter requieren de una cuidadosa preparación, de establecer claramente los objetivos y condiciones a que han de atenerse todos, como el respeto al régimen interno de cada país. Dicho de otro modo, en juntas como esta se debe garantizar el éxito antes de celebrar la reunión.

Por otra parte, nada bien debió caer al gobierno de Biden que México promoviera la creación de contrapesos frente a Estados Unidos. Menos aún que se concedieran tantas deferencias al mandatario cubano, Miguel Díaz-Canel, que fue orador en el Día de la Independencia Nacional, en una ceremonia donde el embajador de Estados Unidos fue colocado en la última fila, arguyendo que así lo indica el protocolo, lo que puede ser cierto, pero siempre hay manera de evitar lo que parezca desdeñoso para la gran potencia.

México necesita recuperar el prestigio internacional que tuvo en otro tiempo y al que renunciaron los gobiernos neoliberales, especialmente el de Vicente Fox, que permitió a Jorge Castañeda, el hijo, que tirara al caño un prestigio duramente ganado. Pero esa recuperación va a requerir más cuidado, personal con experiencia y cabeza fría. Las batallas se ganan con una buena estrategia, no sólo con valentía.

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