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Virus migrante

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

 

 

La aparición del coronavirus o COVID-19 tomó al mundo por sorpresa. Surgido en China, se extendió a una velocidad sorprendente por alrededor de 117 países en unas pocas semanas. Cada día aumenta el número de personas infectadas por el contagio, los  datos más recientes hablan de más de 95 mil enfermos y 3 mil 200 fallecidos.  Impresiona cómo dislocó múltiples paradigmas, valores entendidos, supuestos económicos, comerciales y sociales en los que habíamos construido nuestro entendimiento de cómo funciona el mundo. Al escribir estas líneas prevalece la incertidumbre sobre su duración y sus alcances. Los medios de comunicación transmiten imágenes de ciudades que parecen abandonadas, plazas tradicionalmente pletóricas de visitantes con unas cuantas (despistadas) personas, como la Plaza de San Pedro en el Vaticano, la catedral de Milán, la Plaza San Marcos en Venecia.

Cientos, si no es que miles de centros educativos han sido cerrados por semanas, innumerables restaurantes, eventos deportivos o artísticos han sido pospuestos o cancelados (habrá que ver qué pasa con los Juegos Olímpicos previstos a empezar el próximo mes de julio en Japón). A ello se agrega el enorme desplome de las bolsas de valores en todo el mundo, que representaron pérdidas de cientos de miles de millones de dólares no vistas desde 1987.  Algunos datos para que el amable lector de esta colaboración intente dimensionar lo que menciono arriba:

Sólo la bolsa de valores de Nueva York tuvo una pérdida mayor que la sufrida en la crisis del 2008.

Las líneas aéreas han perdido $113 mil millones de dólares en lo que va del año; ¿será el último clavo en el ataúd de Interjet?

Hay vuelos internos en China de Shanghái a Chongqing a ¡$4 dólares por pasajero!

La respetada OECD, que dirige el mexicano Ángel Gurría, declaró que el virus muy probablemente arroje la economía mundial a una plena recesión.

El sector turismo acusa ya pérdidas de más de $80 mil millones de dólares.

La respuesta del gobierno de México ha sido errática, confusa y con una clara idea de minimizar los potenciales daños de esta pandemia declarada por las Naciones Unidas. ¿qué explicación subyacente puede haber para justificar esta negación? ¿saben algo que no sabemos el resto de los mexicanos medio enterados del tema? O mejor aún, ¿de lo que los científicos y organizaciones internacionales han reconocido como una amenaza real? ¿No hay preocupación por la muy probable interrupción de insumos de origen chino a la industria nacional?, ¿o las medidas de control fronterizo anunciadas por Donald Trump? ¿O de la probable caída del turismo internacional en este año en que nuestra economía muestra graves y preocupantes señales de un estancamiento? O de Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del mundo, considerado un “gurú” de las finanzas internacionales, que declaró: “no había visto algo así en mis 89 años”. Nadie en su sano juicio quiere que el gobierno se equivoque, al menos no en un asunto como una pandemia que no distingue entre conservadores y liberales, chairos o fifís, hombres, mujeres, niños y niñas. Si el errático, narciso e ignorante presidente de Estados Unidos decretó una emergencia nacional para contener la expansión del virus, ¿en verdad, estamos mejor preparados nosotros?

A lo anterior hay que agregar los grandes riesgos que el país enfrenta en ambas fronteras. Una cosa es que la opinión pública y los medios  en México y en todo el mundo estén centrados, casi de manera obsesiva, en el famoso virus y otra es que no continúen realidades de riesgo que ameritan la atención de las autoridades, como es el caso de la continuada presencia de migrantes internándose por nuestras fronteras, transitando el país y varados en la frontera norte.

El reconocido académico, el doctor Carlos Heredia (ver su columna Historia de dos ciudades, Milenio, 13 de marzo 2020) escribe una oportuna cita relacionada con los migrantes varados en nuestra frontera norte: “La pandemia del coronavirus nos ha convertido, en un abrir y cerrar de ojos, en los discriminados, aquellos a los que no se permite cruzar fronteras, aquellos que transmiten enfermedades”.

Como he escrito en este espacio, los flujos migratorios de seres humanos son sorprendentes, cada persona que los integra cambia su destino de origen y llega a nuevos territorios a adaptarse, a integrarse. Este coronavirus es un mal migrante, no respeta fronteras, no avisa de su llegada, toma por sorpresa las ciudades donde aterriza, a sus autoridades, pero como los migrantes obliga a buscar soluciones imaginativas, solidarias e inevitables.

 

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