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¿Qué ha cambiado?

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

La mayor parte de los procesos sociales nunca terminan, sólo evolucionan de acuerdo con las circunstancias específicas en que tienen lugar, la densidad del cambio que buscan, los liderazgos responsables de los mismos y los siempre presentes imponderables, que pueden alterar en un sentido u otro lo que en principio parecía previsible.

Sobre esto último, así como hay eventos inesperados que marcan un giro, un cambio en el orden establecido, los de una expedición inglesa en Australia que, por primera vez, observan un cisne negro, con lo que se acaba la idea que todos era blancos, la constante es la evolución, la continuidad o el desarrollo paulatino de expresiones individuales que toman fuerza y se convierten en reacciones colectivas.

Este preámbulo me lleva a plantear que en las relaciones internacionales la historia demuestra que buena parte de los temas que hoy ocupan la agenda global, han estado presentes desde siempre: conflictos fronterizos, migraciones transnacionales, comercio, delincuencia, inversiones, conflictos armados, invasiones y derrocamiento de gobiernos establecidos. Además de la gradual, pero permanente tendencia a la integración económica, social y cultural ha derivado en grandes beneficios para el desarrollo y bienestar de las sociedades vecinas y más aún, para aquellas que se ven inmersas en procesos de integración que complementan sus respetivas capacidades.

Varios de esos temas han estado presentes desde siempre en la relación entre nuestro país y el vecino del norte. México tiene una larga experiencia, al tener que lidiar con Estados Unidos desde una posición de relativa debilidad, lo cual es también una constante en la mayoría de los países que interactúan con el poderoso vecino.  Como me dijo un analista de inteligencia israelí: “Ustedes dicen pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos,  nosotros decimos: pobre Israel, tan cerca de Dios y tan lejos de Estados Unidos”.

La diplomacia mexicana es estudiada y reconocida, pues ha logrado encauzar los impulsos imperiales de Washington hacia una relación más o menos estable, más o menos respetuosa. No en balde, durante muchos sexenios la primera visita al extranjero del presidente mexicano en turno era entrevistarse con su homólogo estadunidense.

Acaba de tener lugar en nuestro país una reunión del más alto nivel entre ambos gobiernos y adoptaron lo que denominaron el Acuerdo Bicentenario, sugiero al lector su lectura, pues es un texto bien trabajado, muy ambicioso y claro sobre los múltiples temas que formarán parte de la cooperación para combatir la delincuencia y reforzar la seguridad mutua con especial énfasis en la zona de la frontera común.

Para continuar con la estrategia de diferenciarse del pasado que el Presidente repite cada día, el canciller Ebrard, al anunciar la firma del documento declaró “adiós Mérida”, refiriéndose al acuerdo que el expresidente Felipe Calderón suscribió en 2008 con George W. Bush para la lucha contra el narcotráfico y dio la bienvenida al Entendimiento Bicentenario para la seguridad, la salud pública y las comunidades seguras. En diplomacia las palabras cuentan mucho y el canciller enfatizó que no se trata de un mero acuerdo es, dijo  “una alianza en materia de seguridad, una alianza tiene otro nivel cualitativo… tenemos un solo objetivo, tenemos confianza, nos respetamos y fijamos las bases de cómo vamos a trabajar”.  Es decir, es un compromiso de gobierno a gobierno.

Este nuevo entendimiento busca, en esencia, reducir la violencia en la frontera, combatir el tráfico de armas, el tráfico y trata de personas, combatir al cartel Jalisco Nueva Generación y el contrabando de fentanilo y metanfetaminas. El presidente López Obrador clausuró la reunión. Trascendieron sus comentarios en el sentido de hacer un  repaso de la historia de México ensalzando a Benito Juárez como “el iniciador de la Independencia, un luchador social extraordinario que se opuso a la esclavitud”; vale preguntarse si abordar ese episodio histórico era pertinente en una reunión convocada para coordinar acciones en materia de seguridad y combate al crimen organizado.

Resta esperar que estas buenas intenciones se traduzcan en resultados concretos. No hay tema más urgente y sensible para México que reducir la violencia criminal que llena de luto a miles de familias.

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