El círculo migratorio nunca acaba
Los cambios que suceden en la burocracia mexicana me llevaron a trabajar en el asunto migratorio después de casi 13 años en el sector financiero. Fui invitado por mi entonces jefe y amigo, Jesús Silva Herzog Flores, a sumarme a su equipo en la Embajada de México en ...
Los cambios que suceden en la burocracia mexicana me llevaron a trabajar en el asunto migratorio después de casi 13 años en el sector financiero. Fui invitado por mi entonces jefe y amigo, Jesús Silva Herzog Flores, a sumarme a su equipo en la Embajada de México en Washington.
La oferta se pudo concretar gracias a que el entonces secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, estuvo de acuerdo en que yo abriera una oficina de representación de esa dependencia para actuar como enlace con las autoridades migratorias de ese país. La decisión no fue muy bien recibida en la Cancillería que veía como una invasión a sus atribuciones que un extraño, no miembro del Servicio Exterior, fuera a hacerse cargo de tan importante tema. El asunto lo zanjó el canciller José Ángel Gurría, con quien había sido compañero en la SHCP, de manera que yo reportaría a ambas dependencias y haría equipo con dos funcionarias de carrera que ya estaban en nuestra embajada.
Era 1986, año en que el Congreso de Estados Unidos aprobó la reforma más profunda a las leyes migratorias en varias décadas, abrió oportunidades para que millones de residentes en ese país legalizaran su situación migratoria, a la vez que castigaba a los empleadores de indocumentados. Cerca de 80% de los beneficiados con esta decisión fueron mexicanos.
Han transcurrido 37 años sin que los legisladores de EU logren un consenso para actualizar sus leyes en esta materia. Coinciden en que son obsoletas y no responden a las necesidades de hoy, pero demócratas y republicanos chocan en el cómo hacerlo. Obama en campaña ofreció atender los legítimos reclamos de la comunidad hispana y ordenó deportar masivamente a todo aquel extranjero que no tuviera los papeles en regla. Los líderes de la comunidad mexicana lo llamaron el “jefe de la deportación”. Trump hizo de la migración uno de sus temas de campaña, los difamó, insultó y prometió a sus seguidores “cerrar en definitiva la frontera con México”. Generó un ambiente de hostilidad a los paisanos y hubo varios incidentes de violencia física en su contra. No nos extrañemos que vuelva en su campaña electoral a repetir los mismos mensajes, ante los aplausos de sus entusiastas seguidores.
Biden ofreció en su campaña promover la más ambiciosa reforma migratoria, sin embargo, no le fue posible por la crisis económica que ocupó toda su atención, más la imposibilidad de que la Cámara de Representantes de mayoría Republicana, la fuera a apoyar. Por el lado de México, el presidente López Obrador anunció la apertura de la frontera sur y la defensa de los derechos humanos como ejes de su política. La misma provocó la inmediata reacción de Washington señalando que era responsabilidad del gobierno mexicano no permitir el libre tránsito de personas sin los permisos para migrar.
El anuncio provocó enormes caravanas de nacionales de El Salvador, Honduras y Guatemala que, engañados por traficantes, pensaban que podrían cruzar la frontera con EU y reunirse con sus familiares ya residentes en ese país. Al escribir estas líneas, hay un número indeterminado de esos migrantes que se vieron obligados a quedarse en las ciudades fronterizas mexicanas en condiciones de enorme vulnerabilidad frente a las bandas criminales que operan en ellas.
Los párrafos anteriores son una apretada (y seguro incompleta) descripción de la enorme complejidad política que el tema migratorio despierta en EU. Surgen varias preguntas: ¿Cuál es la política migratoria mexicana? ¿Detener a los migrantes que buscan llegar a la frontera norte? ¿Negociar con Estados Unidos para que apoyen con recursos financieros la devolución de los migrantes a sus lugares de origen? ¿Aumentar el despliegue de la Guardia Nacional como responsable ahora de la política de contención migratoria? ¿Apoyar de manera activa la legalización de nuestros paisanos?
Me temo que para legitimar estas acciones se requería respetar la dignidad de cada migrante que cruce por México, con independencia de su estatus migratorio, ser intolerantes frente a actos de abuso o corrupción de cualquier funcionario público que trabaje en este tema. Fortalecer lo más posible la red consular en EU, liquidar el INM y crear una nueva institución con un personal renovado, capacitado, y sujeto a un estricto control de confianza y cero tolerancias a cualquier acto de corrupción. Tal vez este breve listado peque de ingenuo, pero difundir los derechos de protección consular, atacar a las bandas de traficantes, fortalecer a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan incansablemente en la asesoría y apoyo a los migrantes, son algunas de las acciones que no requieren grandes presupuestos, pero que en su lucha diaria cambian el destino de mujeres, niños y hombres que lo único que buscan en una oportunidad de mejorar sus vidas.
