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Boris

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

El primer ministro del Reino Unido es un personaje especial. Contra la tradición británica del protocolo y las tradiciones centenarias, Boris es estrafalario desde su peinado hasta su discurso, sus gustos y su manera de gobernar. Nació en Nueva York, por lo que tuvo doble nacionalidad hasta que renunció a la estadunidense cuando decidió incursionar en la política inglesa.

Fue popular alcalde de Londres durante ocho años hasta el año de 2019 cuando se impuso a la nomenclatura del Partido Conservador que no tuvo otro remedio que sumarse a su campaña caracterizada por su heterodoxia. Es legendaria su melena desaliñada, sus bromas irreverentes, su desparpajo frente a la “flema” británica.

Tiene seis hijos de tres relaciones, goza de un agudo sentido del humor y una especie de irreverencia frente a las formalidades sociales y políticas de la sociedad inglesa.

Goza de una formación intelectual sólida, educado en la prestigiada Universidad de Oxford, hizo un doctorado en “estudios clásicos”, donde aprendió latín y destacó por su habilidad deliberativa. Nadie niega su alto coeficiente mental, así como su prodigiosa memoria, habla francés, alemán, italiano y español.

En sus primeros años laboró como corresponsal del popular periódico Daily Telegraph en Bruselas y reportero en el periódico The Times, de donde fue despedido por inventar una cita para un artículo.

Miembro del Parlamento inglés de 2001 a 2008, año en el que fue electo alcalde de Londres donde coordinó los trabajos para auspiciar los exitosos juegos olímpicos. Fue promotor de una de las decisiones más relevantes en la historia de su país al retirarse de la Unión Europea.

Hoy enfrenta una crisis que puede poner en riesgo su permanencia en el poder. En la víspera del funeral del príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel, organizó dos fiestas en los jardines de la residencia del primer ministro, en plena crisis de la pandemia, donde el país era sujeto a un drástico confinamiento y restricciones de movilidad donde la población tenía prohibido despedir en persona a sus familiares.

La oposición ha iniciado una ofensiva en el Parlamento acusándolo de irresponsabilidad, de frivolidad, al ser anfitrión de dos fiestas en los jardines de su residencia, cuando la población enfrentaba la peor crisis derivada de la pandemia por covid-19.

Al escribir esta columna, está en el aire el desenlace de esta polémica. Los seguidores del primer ministro acusan a la oposición de oportunistas, organizando un movimiento autodenominado “safe Boris” (salvemos a Boris) que promueve su permanencia; sin embargo, influyentes políticos de su propio partido han declarado que debe renunciar.

¿Qué debemos desprender de este caso? ¿Cómo se relaciona con nosotros?

Es un ejemplo de lo que representa vivir en una democracia real: no hay impunidad de los poseedores del poder, no importa su rango, influencia o liderazgo. Los políticos están siempre sujetos a escrutinio y deben responder de sus actos.

En México, el gobierno continúa minimizando los riesgos pandémicos. El hecho que el presidente López Obrador se encuentre recluido en Palacio Nacional hace patente que fallaron las medidas que debieron adoptarse para protegerlo. Las imágenes de sus reuniones con miembros de su gabinete lo muestran sin el cubrebocas, lo que, supongo, hacía que sus interlocutores hicieran lo mismo.

En tiempos de crisis como el que vivimos, la imagen y el ejemplo de los líderes es fundamental para transmitir a la sociedad la importancia de actuar con responsabilidad y solidaridad social. Deseo la pronta recuperación del Presidente.

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