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Niños migrantes, los olvidados

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

De las muchas manifestaciones que tiene la migración internacional y en particular la indocumentada, pocas son tan dramáticas como la de los menores de edad que viajan solos para cruzar la frontera y alcanzar a sus padres, huir de la violencia social o familiar, de la explotación sexual, o sólo por buscar una aventura derivada de sus sueños e ingenuidad. Desde hace varias décadas en México, y en muchos otros países del mundo, miles de niños y niñas dejan la casa de su abuela, tía, hermano mayor o amigos donde los dejaron encargados sus padres cuando emigraron a otro país. El migrante que deja su hogar lo hace pensando en regresar después de un periodo de tiempo no muy largo. La mayoría piensan que estarán fuera sólo por unos meses,  que ganarán dinero para mantener a sus hijos y al mismo tiempo ahorrarán para regresar y poner un negocio, construir su casa, comprar un auto o pagar la fiesta de 15 años de su hija. Sin embargo, la realidad para la inmensa mayoría de los emigrantes mexicanos, resulta muy diferente: el salario que es el mínimo para subsistir, las remesas por persona no superan en promedio los 300 dólares por mes, rara vez ahorran; y regresar a visitar a su familia es casi imposible por el costo y riesgo que significa tener que volver a cruzar ilegalmente la frontera.

Así, el distanciamiento de la familia, en especial de los hijos, se prolonga, se pierde un tiempo que no vuelve, el verlos crecer, educarlos y cuidarlos. La nostalgia por la familia se da en ambos extremos: en los padres que viven en algún poblado ajeno a su cultura y tradiciones y en el otro extremo, los hijos menores de edad que viven con la diaria esperanza de volver a ver a sus padres.  A la soledad que ellos viven se suma la vulnerabilidad que tienen al estar en ambientes de extrema violencia. En los barrios centroamericanos sufren el acoso permanente de pandillas juveniles que atacan, amenazan y agreden sin piedad a los menores que no aceptan subordinarse o sumarse a sus grupos. Esta situación explica por qué en años recientes, se observa en México un creciente flujo de menores de edad viajando solos hacia Estados Unidos. Según datos oficiales en 2011 se registraron cuatro mil 129 detenidos, en 2012, cinco mil 996, en 2013 ascendió a  ocho mil 577. En lo que va del año se identificaron  dos mil 244, de los cuales casi 90% tiene entre 12 y 17 años y el resto menos de 11.  El pasado 1 de junio el presidente Obama declaró que el aumento del número de menores migrantes que cruzan la frontera mexicana es de tal magnitud que lo declaró como “una urgente situación humanitaria”; ordenó a la Secretaría de Seguridad Interna que controla las fronteras, y a la Agencia Federal de Administración de Emergencias, adoptar medidas inmediatas para enfrentar esta situación.

Anunció que solicitará al Congreso un presupuesto extraordinario de  mil 400 millones de dólares para aumentar los albergues, atención médica, alimentación, darles asilo, conseguir quién los adopten o repatriarlos a sus hogares, lo cual es de esperarse que sucederá en la gran mayoría de los casos. Según sus declaraciones, hasta 2011 la Patrulla Fronteriza detenía cada año un promedio de  seis mil 600 menores, en 2012 la cifra se duplicó para alcanzar 13 mil 625 y en 2013 fueron 24 mil; pronostica que este año el flujo podría alcanzar ¡60 mil niños, niñas y jóvenes! Reconocen que la inmensa mayoría son de Centro América. Por supuesto que los políticos republicanos xenófobos, con el oportunismo y frivolidad que los ha caracterizado siempre, aprovecharon para denunciar que este problema refleja la “laxitud con que Obama aplica las leyes migratorias”.

Surgen aquí varias interrogantes: ¿cómo es posible que el crecimiento explosivo de menores migrantes reportado por el gobierno estadunidense no se haya reflejado en una proporción similar en los registros de las detenciones de México, donde el aumento de éstos no tiene nada que ver con las cifras que presentó la Casa Blanca? ¿Qué motiva al gobierno estadunidense a calificar de “emergencia humanitaria” en este momento la migración de menores no acompañados? ¿No saben acaso que de ser cierta sus cifras, serían el reconocimiento más fehaciente del fracaso y miopía de su política migratoria? ¿Qué no hay quién entienda dentro ese gobierno que las motivaciones de estos olvidados: son la pobreza, la violencia, la separación forzada de sus padres a quienes no se les quiere dar la oportunidad de legalizar su estatus y poder reunirse con sus hijos? ¿La solución va a ser albergarlos en condiciones relativamente mejores y devolverlos a sus países de origen donde los esperan las mismas condiciones que los motivaron a emprender esa “aventura” tan riesgosa?

Después del sufrimiento, miedo, angustia y riesgos que enfretaron estos niños, niñas y jóvenes valientes, ¿Cómo no les van a dar la oportunidad de reintegrarse con sus familias?

                *Director de Grupo Atalaya

                gustavo.mohar@gmail.com

                Twitter:@GustavoMohar

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