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Ser feliz e indocumentado…

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Todos los días, a todas horas, a lo largo del territorio nacional tienen lugar encuentros entre las autoridades migratorias y miles de personas de diversas nacionalidades. Suceden en todo tipo de escenarios: en zonas urbanas, en el campo, en carreteras, en camiones, en el techo de un tren, en los coches y autobuses que los transportan de manera clandestina.

En su inmensa mayoría, los extranjeros detenidos tienen la intención de llegar a la frontera con Estados Unidos, cruzarla por las cañadas cercanas a Tijuana, el desierto de Sonora, las engañosas aguas del Río Grande.

Muchos otros lo intentan en  las garitas por las que entran todos los días cientos de miles residentes fronterizos que estudian o trabajan en las ciudades “del otro lado”.  Algunos lo logran con documentos falsos que compraron en un mercado negro que ofrece  todo tipo de visa, credencial,  licencia de manejo, ya sean mexicanos o estadunidenses.

Las encuestas que durante décadas ha llevado a cabo el Colegio de la Frontera Norte iniciadas por el Dr. Jorge Bustamante, pionero del estudio de la migración de los mexicanos, su  incansable defensor ante los abusos que sufren en su transitar por México y en Estados Unidos, confirma cada año que los migrantes mexicanos o extranjeros tienen entre 15 y 30 años, seis a siete años de educación, buena salud, casados, tenían trabajo, pero ingreso insuficiente, no hablan inglés y la inmensa mayoría desconoce los riesgos a que se iba a enfrentar.

Es asombroso conversar con ellos y confirmar su arrojo, su determinación por reunirse con sus parientes. Saben que su calidad de indocumentados los expone a ser identificados por migración por lo que hacen hasta lo indecible para evadir los controles, retenes o inspecciones pues saben que serán devueltos a sus países de origen.

Para el gobierno esta tarea representa un reto pues se trata de aplicar la ley, tan fácil y tan difícil como eso. Implica asignar recursos presupuestales, capacitar a los agentes responsables de manera que lleven a cabo esta ingrata función con apego a la ley y respeto a los derechos humanos. Hay un rezago histórico en dotar de suficientes recursos a las autoridades migratorias para hacer efectivos los principios humanitarios de la nueva Ley de Migración.

La logística para trasladar a estas personas en custodia es compleja. 95% son de Centro América, pero  el resto proviene de regiones lejanas, hay africanos, asiáticos, árabes, europeos, sudamericanos.

En Tapachula, Chiapas, existe una instalación dónde se concentran a los indocumentados localizados en el sureste del país o en otras regiones, es una construcción modelo.  Con estándares internacionales,  se alberga a los migrantes por unos días mientras son devueltos a sus países. En muchas ocasiones tienen que permanecer por varias semanas pues los gobiernos de los países de donde vienen, no expiden el documento que permita retornarlos por vía aérea.

En ese lugar se cuenta con un espacio de entretenimiento para los menores de edad que viajan solos o acompañados. Hay juegos de mesa, computadoras y televisiones. Se  ofrece también revistas deportivas, y libros. Sobre estos últimos se lleva un registro de los más solicitados. Desde hace tiempo y por mucho, el libro que más solicitan es Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

Surge una pregunta: ¿cómo es posible que esta gente, de origen humilde, que dejó atrás su historia, su entorno natural, sus raíces, su familia, su cultura, con seis o siete años de educación, conozca y se interese en  esta obra maestra de la literatura universal?

Su autor se sentiría orgulloso de saber que estos indocumentados, como él lo fue durante muchos años en México, buscan en su escritura olvidarse de su frustración, su miedo, su angustia de su destino incierto, y vivir por unos instantes en un mundo mágico.

                *Director Grupo Atalaya

                gustavo.mohar @gmail.com

                Twitter: @GustavoMohar           

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