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Canadá, ¿socio distante?

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

En fechas recientes tuvieron lugar varios encuentros entre legisladores de México con sus contrapartes de Canadá y de Estados Unidos.

Estas reuniones interparlamentarias buscan acercar a los cuerpos legislativos para intercambiar puntos de vista sobre el estado que guardan las relaciones entre sus gobiernos y, en ocasiones, explicar el debate sobre las leyes que han aprobado o aquellas que se encuentran en proceso deliberativo que pueden impactar la relación con el país de sus homólogos (es el caso de la política migratoria, como ha quedado claro en Estados Unidos, o la imposición de visas canadienses).

Los comunicados emitidos en ambos encuentros dicen que buscarán convocar una reunión entre los tres cuerpos legislativos de América del Norte.

Se suman así a la voluntad expresada desde hace tiempo por sus gobiernos para desarrollar el enorme potencial de la región norteamericana  mediante una mayor integración no sólo comercial, sino una que aumente su competitividad, su desarrollo científico y tecnológico, su mercado laboral complementario y la calidad de la educación como palanca del desarrollo.

Si bien con la firma del Tratado de Libre Comercio la región se ha consolidado como un bloque comercial de enorme magnitud, en realidad prevalecen las relaciones bilaterales: Estados Unidos se relaciona con Canadá y México, por separado, y nosotros con éste último, dinámica explicable, entre otras razones, por las diferencias históricas, culturales y de nivel de desarrollo entre los tres países.

Es evidente que la interacción que México y Canadá tienen con Estados Unidos es por mucho la más importante, pero la que tenemos entre nosotros no es menor: un intercambio comercial de más de 35 mil millones de dólares en 2012, más de tres mil 200 firmas canadienses operan en nuestro territorio, tenemos un programa modelo de trabajadores temporales por el cual cerca de 18 mil hombres y mujeres fueron a ese país el año pasado en condiciones seguras, ordenadas y legales.

Pero hay un tema que contradice lo anterior: el 13 de julio de 2009, el parlamento de ese país decretó imponer visa para los mexicanos que quisieran visitarlos, fueran  turistas, estudiantes, académicos o profesionistas. El argumento oficial fue que un número creciente de connacionales abusó de su generosa política de  refugio al simular estar en los supuestos previstos en su ley como persecución política, discriminación sexual o de género.

Los números parecen no justificar tal reacción, ya que en ese año, el volumen de solicitantes ascendió a cerca de 13 mil, de los cuales el 90% fueron rechazados. Más allá de disminuir el número de aplicaciones, la medida resultó mas contraproducente que sus beneficios.

El flujo histórico de mexicanos disminuyó 49% al pasar de 257 mil visitantes en 2008 a 132 mil en 2012, con la consecuente pérdida económica para la industria turística en ese país.

Mucho más grave es que para los mexicanos, viajar a Canadá se ha convertido en un trámite igual o más engorroso que el que se tiene que cumplir para ir a Estados Unidos: retrasos, excesivas exigencias para comprobar motivo del viaje, ingresos, forma de vida, han creado un malestar creciente y un sentimiento de decepción y enojo hacia ese país, antes, uno de los más queridos por los mexicanos.

En esta columna hemos sostenido que cada gobierno tiene derecho a regular quién entra y quién sale de su territorio, a vigilar sus fronteras y prevenir qué bienes o personas que representen un riesgo no las vulneren. 

Pero ese no es el caso de los mexicanos que van a Canadá. No hay cifras que indiquen la presencia de carteles del narcotráfico, de organizaciones criminales dedicadas al tráfico y trata de personas, o inclusive qué paisanos ingresaron con o sin permiso para quedarse a vivir sin documentos.

Surge la pregunta para los canadienses: ¿no hubiera sido mejor entrar a un arreglo para trabajar juntos y evitar que se distorsionara su legislación?, ¿no sería mejor colaborar para detectar y consignar frente a las autoridades judiciales a las personas y negocios que operaban este negocio en ambos países?

El interés de  los tres gobiernos y ahora de sus poderes judiciales por impulsar Norteamérica a un nivel más avanzado de integración se pone a prueba con casos como éste, de apariencia menor, pero que no lo es, pues refleja la actitud que tiene uno de los socios hacia la población de otro de ellos, ni más ni  menos.

Canadá debe eliminar la visa para los mexicanos  ya que de no hacerlo, lo deberemos considerar como un nuevo “vecino distante”.

                *gustavo.mohar@gmail.com

                Twitter: @GustavoMohar

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