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Muertes en el olvido

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

El debate sobre el número de muertes violentas en el país no acaba, cifras van y cifras vienen. Los expertos en el tema nos presentan sus interpretaciones e interrogantes respecto a lo que éstas significan: ¿la tendencia a la baja es producto de la estrategia seguida por el gobierno? ¿Las razones estructurales que generan la violencia han cambiado? ¿Esconde el gobierno la realidad? ¿Por qué ya no desglosa las muertes derivadas del enfrentamiento entre y contra el narco?

Ésas y muchas otras dudas y lecturas nos tienen confundidos a los ciudadanos, descifrar los misterios de la violencia nunca ha sido tarea fácil. Pero es un hecho que diversas regiones del país viven asoladas por la inseguridad que generan las bandas delincuenciales. Basta  el último dato publicado  por  el Sistema Nacional de Seguridad Pública de 23 mil 55 homicidios dolosos y culposos en lo que va del año para comprender la magnitud del problema.

Pero hay otro motivo de muerte de mexicanos: según datos de la Secretaría  de Relaciones Exteriores, de 2010 al 31 de julio de 2013, se han registrado mil 218 fallecimientos en la frontera sur de Estados Unidos en su intento por internarse sin documentos y describe las principales causas de ello: “Deshidratación (la principal), ahogamiento, accidente vehicular, hipotermia, complicaciones de salud.” Cerca de la mitad sucede en los límites entre Sonora y Arizona, en particular en el desierto de Yuma, pero se extienden de Tijuana a Nuevo Laredo.

Se puede decir que las cifras entre uno y otro escenario no son comparables. Tal vez no lo sean, pero lo que llama la atención es que parece que hemos perdido sentido de proporción, de conciencia sobre lo que los números de muertes violentas  reflejan, de tanto insistirp y publicitarlos, nos han llevado a pensarlos como simples datos que en realidad dicen poco, salvo para las miles de familias que se ven directamente afectadas por la pérdida de un ser querido.

Algo parecido pasa en el caso de los migrantes. Hombres, mujeres y niños, que mueren perdidos en los desiertos de Arizona, ahogados en el Río Bravo,  atacados por animales o insectos, agredidos por delincuentes a quienes no les basta robar sus paupérrimas pertenencias.

Jorge Bustamante, pionero e infatigable voz que aboga desde hace décadas por los migrantes, no acaba de entender y reclamar por qué la indiferencia de la sociedad ante este penoso drama.

Sólo cuando sucede un evento que ocupa la atención de los medios se generan opiniones, reclamos, airadas protestas al gobierno de Estados Unidos. Agotada la euforia nacionalista, de nuevo estas muertes pasan al olvido colectivo, salvo para aquellas familias que se quedaron en sus pueblos con la esperanza de que el esposo, padre, hijo o hermano, llegara a Los Ángeles, a Chicago o cualquier otra de las miles de ciudades en donde hoy residen nuestros paisanos.

Como he señalado en entregas previas, en el asunto migratorio no hay soluciones fáciles. Surge la pregunta sobre qué hacer para evitar estas muertes.

Para resolver un problema, lo primero es abordarlo con honestidad. Se argumenta que el libre tránsito previsto en la Constitución impide detener a quien quiera cruzar la frontera, lo cual es incorrecto. El Articulo 11 constitucional y el 34 de la Ley de Migración señalan que quien quiera dejar el territorio nacional, lo debe hacer por los lugares destinados al tránsito internacional, no por el desierto del Sásabe, en Sonora, a partir del cual tendrán que caminar por dos o más días, con ardientes temperaturas en el día y fuertes heladas en la noche.

Es obvio que estas muertes dejarán de suceder el día que los mexicanos no tengamos que buscar una mejor opción de vida fuera del lugar donde nacimos. En tanto ello sucede, el gobierno y el Congreso deberían asignar recursos para aumentar el número de los llamados Grupos Beta de Protección a Migrantes del Instituto Nacional de Migración, financiar  campañas permanentes en los medios de comunicación y apoyar a las organizaciones de la sociedad civil que se dedican a prevenir a los migrantes sobre los graves riesgos que enfrentan. Al propio tiempo, se debe incorporar en la estrategia nacional de seguridad un apartado especifico para combatir a los traficantes y delincuentes que agreden a esta vulnerable y valiente población.

                *Consultor independiente

                @GustavoMohar

                gustavo.mohar@gmail.com

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