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Los días que vienen, ¿cambio de paradigmas?

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

El presidente Peña Nieto ha planteado una serie de reformas legislativas de gran calado. Espera que el Congreso de la Unión las analice, discuta y apruebe en un plazo de 120  días. Nos esperan, pues, intensas semanas de alta efervescencia política y social.

No pasa un día sin que nos despertemos con una o varias noticias de diversa índole, todas, o casi todas de largo alcance. Esas reformas impactarán profundamente la vida económica, social y política de los mexicanos, al cambiar paradigmas fuertemente arraigados en las relaciones laborales, en la educación, en la energía, los impuestos, el financiamiento y las telecomunicaciones . Ni más ni menos.

Se suman a ello las noticias sobre protestas magisteriales y una continuada violencia en varias regiones del país, peligrosas tendencias al alza de delitos contra los ciudadanos, surgimiento de grupos de autodefensa, secuestros y… muertes de migrantes.

No es extraño, por ende,  que la opinión pública y en las conversaciones se olvide que en unos pocos meses sabremos también si el Congreso de Estados Unidos aprueba o no el cambio más profundo a su marco legal migratorio, la famosa reforma migratoria. En esa decisión se juega también el futuro de millones de compatriotas.

Los legisladores podrán dar oportunidad a los 11 millones de indocumentados que residen en ese país de salir de la clandestinidad, dentro de los cuales cerca de siete millones son mexicanos, nacidos en México, a los que, si agregamos cuatro millones ya legalizados, tenemos que uno de cada diez mexicanos vive en ese país.

Decidirán también si se instruye reforzar los controles en la frontera con nuestro país (¿Aun más?) así como continuar deportando a todo aquel que no cuente con “papeles” (en los últimos tres años fueron devueltos a México más de un millón de connacionales, cifra sin precedente).

Legislarán para poder contratar mano de obra temporal en ciertos sectores como el  agrícola, la construcción, la hotelería. En todos ellos los mexicanos son por mucho los que más presencia tienen; por ejemplo, cerca de 80% de los trabajadores agrícolas en Estados Unidos son mexicanos.

Acabarán con la simulación que tan bien ha servido a los empleadores de mano de obra barata para abusar de trabajadores que se ven obligados a usar documentos falsos, con lo que el empleador gana por dos vías: en caso de una revisión laboral, no se es responsable de verificar la autenticidad de los mismos y en cambio puede abusar y hasta denunciar al trabajador  para que sea deportado por… ¡no estar legalmente!

Desde 2008 hasta ahora, el presidente Obama ofreció que promovería una profunda reforma migratoria, promesa dirigida a obtener el voto latino gracias al cual, en gran medida, fue reelegido.

Hasta hace unas semanas las perspectivas para lograr esa reforma parecían favorables. El Senado aprobó una extensa y detallada iniciativa y la turnó a  consideración de la  Cámara de Representantes, dominada por legisladores republicanos.

Allí es donde empezaron los problemas. Obama ha tenido que enfrentar una estrategia de sus opositores dedicada a frustrar su gobierno y minar sistemáticamente sus iniciativas (tal vez debería tomar nota del Pacto por México). El extremismo se ha hecho presente y la migración no tenía por qué recibir un trato distinto.

La promesa del presidente Obama enfrenta una situación crítica. Varios frentes se han abierto simultáneamente: las filtraciones de un contratista de bajo rango de la CIA sobre programas masivos de intercepciones telefónicas; la permanencia de una economía frágil reflejada en un álgido debate sobre el presupuesto de 2014;  un obstinado índice de desempleo, y, por si fuera poco lo anterior, ahora se  suma la crisis en Siria, de la cual Obama (justificada o injustificadamente) vuelve a salir retratado como un líder dubitativo.

Todo lo anterior se ha traducido en que la popularidad del Presidente estadunidense se encuentra en el punto más bajo desde que fue elegido y, para completar el cuadro, los legisladores republicanos provienen de distritos donde el peso hispano es relativamente bajo en el mejor de los casos y prácticamente nulo en el peor, lo cual elimina el incentivo para apoyar esta reforma.

Todo ello hace dudar si en las próximas semanas el Ejecutivo estadunidense tendrá el peso político para negociar una solución aceptable que contenga los elementos de una verdadera transformación de la política migratoria, o si una vez más se impondrán la xenofobia y el extremismo conservador, sumiendo a millones de indocumentados por tiempo indefinido a la incertidumbre e invisibilidad.

En suma, durante los próximos 120 días podrían cambiarse  paradigmas que por décadas han moldeado nuestro entendimiento sobre algunos de los asuntos que más han determinado nuestras reglas de convivencia e identidad como mexicanos, tanto de los que habitan en el lado norte como en el sur del Río Grande.

                *Consultor independiente

                @Gustavo. Mohar

                gmohar@yahoo.com

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