Logo de Excélsior                                                        

¡Gracias por la fiesta!

Francisco Zea

Francisco Zea

Línea estratégica

Muy poco tiempo después del 4 de noviembre de 2019, fecha de la masacre en contra de la familia LeBarón-Langford, tuve una muy cercana y emotiva plática con Julián y Adrián LeBarón y Bryan Langford, representantes y padres de los niños masacrados en los hechos ignominiosos en los linderos de Sonora y Chihuahua. Ese día les expliqué el mal entendido que surgió por la mala leche de “comunicadores” que, ante lo seco de sus carreras, necesitan abonarlas con escándalos. Nos conocemos de mucho tiempo atrás de los hechos referidos, somos amigos y los acompaño en su lucha desde hace años. Entendieron el contexto del “bailecito” que todos los días hago para levantar el ánimo ante las muchas malas noticias y que ese día estaba más referido a las declaraciones del Presidente en el sentido de una reducción de la violencia en el marco del asesinato de nueve niños y tres mujeres. Ese día me dijeron los hermanos y primo que entendían perfectamente y que no lo tomaban a mal. De cualquier forma les ofrecí una sentida disculpa, a ellos y a su familia, no a nadie más, por la falta de cuidado que conllevó al escándalo mediático al sacar de contexto algo inofensivo.

De aquella conversación nunca di cuenta. No obstante del salvaje ataque, encabezado por gente ignorante de este hecho, por parte de personajes que siempre han sido parte de la mafia de la corrupción y colusión entre comunicadores y gobernantes corruptos. En todo ese tiempo fui calificado de sicópata por la misma camarilla que se aprovechaba del hecho para seguir incendiando o subiendo un poco su popularidad a costa de los lamentables sucesos; eso sí es de pena y vergüenza. En ningún momento me pareció que era conveniente aclararlo, pues la noticia que era importante, sin duda, consistía en la cruel muerte de niños inocentes y sus madres. No en un “bailecito” que, con toda alevosía y mala leche, sacaron de contexto.

Lo más patético es que cada vez que alguna persona, en particular algún político sin oficio, está en desacuerdo con mi opinión, reviven la tragedia LeBarón-Langford para desacreditar mi postura y eso sí no tiene madre. Por lo anterior, en el marco, mucho más importante, del estancamiento de las investigaciones de la masacre y los ataques a la familia LeBarón, hicimos el viernes una entrevista con Julián LeBarón y acordamos también dar a conocer la plática que al respecto tuvimos hace tiempo. En breves segundos Julián dijo tres cosas importantes: que habían entendido perfectamente lo sucedido, con aquel “bailecito” sacado de contexto, que éramos amigos y que ya había pasado hace mucho.

Todo esto lo traigo a colación por el reciente enfrentamiento entre el que firma y el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa. Ratifico todas y cada una de las cosas que al respecto de su gobierno y persona dije. De la misma forma y como lo hice en su momento, si al referirme a su discapacidad alguien se sintió ofendido, reiteró mi disculpa. Pero considero que es momento de no permitir amenazas ni amedrentamiento alguno a la labor periodística. Aunque se escuden los políticos en la victimización.

Creo que las redes sociales, en particular Twitter, se han convertido en una sucia arena en la cual se permiten las más bajas descalificaciones. Leí las más asquerosas descripciones en contra de Barbosa y un servidor. Sólo las entiendo en medio de una polarización tremenda. Propiciada por la falta de liderazgo de nuestros políticos, incluido el gobernador de Puebla, para cohesionar sectores y niveles socioeconómicos. Al no tener visión ni habilidades para unir, prefieren enfrentar.

Cuando no tienen argumentos ni pueden encontrar el lodo que pavimentó en algunos su camino al poder para aventárselo a sus adversarios, como fue el caso de Barbosa hacia mí, se les hace fácil decir que quien los critica es conservador o vocero de la derecha.

Francamente, este argumento me parece de lo más divertido que he encontrado en Barbosa. En una sencilla definición ente izquierda y derecha, la izquierda estaría inspirada en el igualitarismo, todos somos iguales y tenemos que vivir y subsistir en las mismas circunstancias. La derecha reconocería la división social, en donde las clases, entre ellas los pobres, son necesarias e insalvables. Me hace gracia por que quien me acusa de derechista es el propietario declarado de una casa de, por lo menos, 700 mil dólares y vive en una propiedad en un club de golf cuya barda separa de una terrible pobreza a un lugar privilegiado. El chiste se cuenta solo, cuando yo ni al golf he jugado jamás.

En fin, creo que urge que las redes sociales, en donde los llamados “influencers” con piel de ovejas son voceros de políticos victimizados y cobran al efecto una buena cantidad de dinero para llegar tarde a las discusiones y tratar algunos de recuperar espacios perdidos, aunque lucren con discapacidades y condiciones, sean reguladas. No con un ánimo de conculcar la libertad de expresión, sino de transparentar cuando un político va a meter dinero con una agencia de medios para distorsionar la realidad y comprar a personalidades con miles de seguidores, al más puro estilo de antaño.

En este caso que acabo de atravesar agradezco mucho a mi patrocinador. Pues él pagó la fiesta, yo bailé, brindé y disfruté y él acabó borracho y en el baño. El tiro puede salir por la culata cuando finalmente la ciudadanía no quiere o no aprueba una gestión. Señores políticos, un poco de cordura.

Comparte en Redes Sociales