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Presidentes y la prensa, ¿el cuarto poder?

Francisco Javier Acuña

Francisco Javier Acuña

Nadie puede afirmar que la relación del poder con los medios pueda ser pacífica y menos aún caramelizada. Salvo que hablemos de aquella “prensa” que funciona para agradar al régimen. En ese caso no existirían  condiciones democráticas. 

Tampoco se ha comprendido el significado del término “cuarto poder” que viene del siglo XVIII, en el que los periodistas eran importantes para el sistema político por su influencia intelectual y su libertad crítica para señalar errores o excesos.

Sin embargo, durante el siglo pasado y desde el poder, mañosamente, se modificó la interpretación  para denunciar la pretensión absurda y peligrosa de los medios: la osadía de querer gobernar minando a los poderes públicos.

Se dice que el presidente más atacado de la historia ha sido Madero. Lo que pasa es que hubo un contraste con el trato a Porfirio Díaz, que “domesticó” a los medios (“ese gallito quiere máiz”).

 Durante su corto mandato, las revistas y los periódicos lo ridiculizaron en más de 650 caricaturas. Eso causó perplejidad e intranquilidad social.

En cambio, se dice que Venustiano Carranza, por el contrario, fue favorecido por la prensa, pero algo de eso tuvo que ver que nombró jefe de Redacción (de prensa) a Félix Palavicini. Por citar unos cuantos ejemplos:

El prestigio por su talento y señalada cultura de Jacobo Zabludovsky quedaron empañadas hasta el día de su muerte por haber minimizado los hechos de aquel trágico y horroroso: 2 de octubre de 1968.

Un 8 de julio de 1976, Julio Scherer García padeció un atentado contra la libertad de expresión para cesar críticas desde el periódico Excélsior, al gobierno de Luis Echeverría.

El cobarde asesinato de Manuel Buendía aquel 30 de mayo de 1984, sintetiza la llaga abierta de un crimen de Estado que puso en la mirada del mundo la peligrosidad de criticar al poder en esa época del siglo XX y, después, porque desde entonces no han cesado los periodistas muertos por ejercer con valentía su oficio.

Salinas de Gortari  jugó con los medios, con habilidad magistral los llevaba a su terreno hasta el inicio del macabro 1994.

Vicente Fox recibió las más poderosas descalificaciones a su gobierno: “parálisis”, “fracaso”, “carencia”, “decepción”, “amateurs”, “desperdicio”….

A Felipe Calderón los periodistas lo culparon por los peores años para la prensa en la historia reciente con 41 comunicadores asesinados y 9 desaparecidos.

Peña Nieto con la casa blanca y la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa, se desató su involución en la popularidad por una prensa cada vez más severa y burlesca de pifias y errores. Más adelante, The New York Times denunció que el gobierno de Enrique Peña Nieto había usado Pegasus para espiar a periodistas críticos a su gobierno.

Ahora, el presidente Andrés Manuel López Obrador se queja de “la prensa conservadora”, asegura que está infestada de detractores por consigna a su mandato. Con todo respeto, como él dice, no debe haber una prensa libre que no cuestione o critique al poder porque esa función –por despreciable que parezca, aun en casos extremos– es imprescindible para la democracia, la complacencia de los medios, aun los afines a la ideología de un gobierno, es inaceptable. No existe un “cuarto poder”; como la medicina, aunque amarga, la crítica, y aun la sátira al gobierno, es un remedio democrático.

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