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Presidencialismo bolivariano

Francisco Javier Acuña

Francisco Javier Acuña

 Si Monroe dijo: “América para los americanos”, a los mandatarios latinoamericanos los mueve una fobia antiyanqui y el símbolo de su encono e impotencia, restregar al imperialismo gringo su convicción al comunismo como solución antagónica que opta por la entrega al misterio de ir por la senda de las ideologías de Marx desde el modelo fijado por Lenin.

Nada ha dividido más a los países de Améri­ca Latina que su afinidad solidaria con la Cuba de Fidel. Curiosamente, el legado de Bolívar inspiración genuina del bolivarismo no pre­figuraba toxinas ideológicas, era un plano de distancia con España en tanto que las excolo­nias estrenaran su independencia y se mantu­vieran unidas en lo fundamental y no tuvieran divisiones por conflictos entre sus integrantes, cosa que no pudo ser.

El bolivarianismo es ideológico, estandarte de una vocación revolucionaria y es básica­mente antiyanqui y procomunista. Imitando a Fidel Castro, luego Daniel Ortega, Hugo Chávez y Nicolás Maduro abrazaron esa rei­vindicación. Los presidentes del nacionalis­mo revolucionario mexicano Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo se acercaron mucho a esa atmósfera sin dejar de atender las exigencias de Washington a casi 50 años de distancia de aquella docena (esos dos sexe­nios), AMLO ha reactivado este tono.

Existen momentos históricos de un presi­dencialismo mexicano favorable a la emergen­cia latinoamericana por la vía de los buenos oficios diplomáticos:

Adolfo López Mateos apoyó la integración subregional en Centroamérica mediante el Mercado Común Centroamericano (MCCA) en 1960. Gustavo Díaz Ordaz, en 1966, empren­dió una gira de buena voluntad a Centroamé­rica y ofreció becas para estudios intermedios de capacitación técnica y especialización pro­fesional, y concedió un préstamo de 5 millones de dólares al Banco Centroamericano.

Echeverría, en un tono claramente lati­noamericanista, promovió el nacionalismo regional defensivo y de ello surgen los foros como el Sistema Económico Latinoamerica­no (SELA), que era parte de la “nueva políti­ca exterior” mexicana y el “tercermundismo” como instrumento articulador de la diplomacia multilateral.

Las relaciones con Cuba se reactivaron lue­go de los conflictos del 68, el nuevo acerca­miento con la isla es producto del “pluralismo ideológico”; José López Portillo envió fuertes cantidades de dinero en apoyo a Nicaragua y El Salvador, y nuestro país se vio plagado de propaganda y activismo prosandinista. Ante las revoluciones de izquierda, el apoyo de México, especialmente hacia El Salvador y Nicaragua, fue “incondicional”. Finalmente, en 1981, con el conflicto interno salvadoreño, López Portillo gestionó que, en el seno de las Naciones Uni­das, reconocieran a las organizaciones revolu­cionarias salvadoreñas en calidad de “fuerzas políticas representativas”.

Con Miguel de la Madrid, el apoyo a las revoluciones centroamericanas desapareció, llamó a Panamá, Venezuela y Colombia para que convocaran al diálogo directo a través del Grupo Contadora.

Vicente Fox buscó reestructurar la política exterior con América Latina y el Caribe con el Plan Puebla-Panamá. La crisis cubana del “co­mes y te vas” a Fidel Castro, el rompimiento de relaciones con Venezuela, luego de que Hugo Chávez tildara al presidente mexicano de Cachorro del imperio. Fox suspendió y elimi­nó programas y apoyos hacia Centroamérica.

Felipe Calderón quiso recuperar lideraz­go en América Latina y Centroamérica, pero no fue protagónico, sólo se esforzó en supe­rar errores diplomáticos de su antecesor. Su agenda estuvo marcada por la guerra contra el narcotráfico. Enrique Peña Nieto inauguró la Primera Cumbre México-Sistema de Integra­ción Centroamericana (SICA) en San José de Costa Rica, en 2013, para la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio Único. La Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid) estableció acciones de cooperación con Centroamérica y el Caribe, y la condonación de la deuda cubana por parte del Bancomext.

Por encima de los afanes ideologizados debe haber una política exterior humanista y realista con los hermanos del centro y del sur del hemisferio.

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