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Pleno infantil Inai (2019)

Francisco Javier Acuña

Francisco Javier Acuña

 

Una de las muchas expresiones que debemos dejar de emplear es esa que trata de insultar a un adulto acusándolo de ser “infantil”, insinuando que es inmaduro e irresponsable, juguetón y, por ello, incapaz de asumir compromisos en plano de seriedad.

Ojalá los adultos fuéramos infantiles en el único y real sentido del término. Seriamos diáfanos, sinceros, sensibles, auténticos y mucho mejores personas y, por ende, ciudadanos ejemplares.

Acaso el día más bello del calendario en el Inai sea el que se dedica, desde hace cinco años, a celebrar el pleno infantil de comisionados. Un ejercicio que se practica en algunas instituciones colegiadas nacionales. Guardo en la memoria la celebración del Parlamento Infantil en el Congreso de la Union.

En el Inai iniciamos esta trascendente tradición a impulso de nuestra compañera, entonces comisionada, Areli Cano Guadiana, coordinadora de una de las dos comisiones de protección de datos personales.

Recuerdo la emoción con la que los siete comisionados nos vimos reflejados en unos pequeñines que sesionaron a su modo y en cada intervención dejaban constancia de la importancia de la causa del deber que tenemos como sociedad de respetar y hacer respetar la vida privada, la de nosotros y la de las demás personas.

El cenit de la protección de la vida privada a partir de los datos personales se denomina “autodeterminación informativa” y a eso se llega iniciando bien un camino de permanente ensayo y error, hasta ser autosuficientes en el objetivo.

Para nosotros –el Inai– que hace cinco años iniciábamos el mandato compartido, ver en el antepleno a los siete representantes de la infancia mexicana fue impactante. Más todavía cuando ocupamos nuestros lugares en el salón del pleno, acompañados de legisladores y del ombudsman nacional, Luis Raúl González Perez, hasta hace un par de semanas titular de la CNDH, esta fue, por ello, la primera vez que no estuvo. Inclusive él mismo instituyó en la CNDH un ejercicio parecido.

Luego de dar un mensaje, los comisionados titulares del Inai y autoridades invitadas dejamos la tribuna a los niños que, de diversas entidades de nuestro país, fueron ganadores de un certamen que resulta de una convocatoria a la que cada año se inscriben más y más interesados entre los once y los catorce años.

Así, el salón del pleno se agolpa de gente que viene a presenciar el acontecimiento. Ahí están, indiscutiblemente, los padres y familiares más cercanos de los niños participantes. Además de algunos profesores, también acuden niños de escuelas primarias o secundarias de la CDMX. Resulta aleccionador no sólo escuchar los parlamentos de los comisionados infantiles, cuya primera tarea es la de resolver cuál de ellos ocupará la presidencia del pleno, tarea que realizan entre ellos, asistidos por el personal del Inai que organiza el evento. Todos quieren ser presidentes, dada la efímera oportunidad de esa experiencia y ya que todos los elegidos son líderes pues resultaron triunfadores de la prueba de superar las eliminatorias. Por tanto, no se descarta que, para evitar un conflicto infantil previo a salir al escenario, eso se resuelva por un sorteo que deje a todos satisfechos.

Como sea, ha ocurrido varías veces que quien preside el pleno infantil ha sido niña, sobre todo durante las primeras ediciones cuando presidía el Inai nuestra compañera Ximena Puente, entonces presidenta. El pasado 28 de noviembre quien presidió fue un niño de Campeche con el que, indudablemente, me vi reflejado –dijeron mis compañeras Josefina Román, coordinadora del evento y Blanca Lilia Ibarra y coincidió con ellas mi compañero Óscar Guerra Ford. Desde luego creo que el comisionado infantil presidente, el niño José María Kú, originario de Campeche, condujo la sesión mucho mejor que yo. Por eso agradezco a mis compañeros comisionados sus amables comentarios, la verdad es que los siete nos vemos siempre reflejados y superados. También es cierto que la paridad se ha confirmado al extremo de haber normalmente más niñas comisionadas que niños.

En suma, cada año aprendemos más los comisionados adultos de esa lección de cívica originalidad que estos pequeños gigantes nos obsequian para orgullo nacional y utilidad social para la democracia mexicana que clama por noticias buenas y saludables.

 

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