Paradigma de 1789 (Revolución y Declaración francesa)
A las y los atletas mexicanos que participan en los Juegos Olímpicos de 2024, que, con serias limitaciones, hacen su deber y más de lo que pueden. Francia 2024 concentra la mirada del planeta en la Ciudad Luz, los Juegos Olímpicos reúnen en alguna ciudad ...
A las y los atletas mexicanos que participan en los Juegos Olímpicos de 2024, que, con serias limitaciones, hacen su deber y más de lo que pueden.
Francia 2024 concentra la mirada del planeta en la Ciudad Luz, los Juegos Olímpicos reúnen en alguna ciudad emblemática a los mejores atletas del momento, marco en el que se manifiesta la magia del desfile de las virtudes y las destrezas físicas y su injusto registro en el medallero.
Al margen del legítimo orgullo de la sociedad francesa como anfitriona y la llamativa inauguración, conviene evocar el verano de 1789, cuando Francia eclipsó al mundo para iluminarlo con dos acontecimientos que, a pesar de las contradicciones humanas, marcaron la ruta de la modernidad contemporánea.
Entre el 14 de julio y el 26 de agosto de aquel año heráldico comenzó la Revolución Francesa y fue adoptada por la Asamblea Nacional la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (ahora traducida a los derechos de la persona humana).
Ahí tuvo lugar un nuevo resurgimiento de la razón y las promesas libertarias. En el transcurso de efemérides por las luces civilizatorias, se pueden reconocer a partir del esplendor intelectual de la cultura helénica.
1789 significa el renacimiento de las libertades y los ideales universales, extensivas por primera vez a toda la humanidad. Antes de la Declaración francesa de 1789 no hubo un mensaje cívico que incluyera a toda la población humana de ese tiempo y del porvenir. París fue bautizada desde entonces la Ciudad Luz.
Sin duda, el vínculo más trascendente entre los pensadores y artífices de la cultura greco-romana (madre de la civilización occidental) se identifica con los exponentes del enciclopedismo, cuyos reflejos alumbraron las gestas y proclamas de aquel paradigmático 1789.
Lo más preocupante es reconocer que, así como después de cada era de las libertades que conectan a la Grecia clásica con la Francia de la Ilustración, vinieron estadíos de estancamiento o retrocesos civilizatorios.
En el arco temporal que une a la Declaración Universal de 1789 y la caída del muro de Berlín en 1989 hubo dos siglos de muy variadas y contradictorias promesas democráticas de lenta velocidad.
Entre las guerras mundiales, las hambrunas masivas y la terrible experiencia del genocidio se impuso una tensa posguerra (la Guerra Fría) entre dos bandos de ideologías acérrimas.
El arcoíris de las democracias instrumentales se ubica entre las últimas décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI; poco más de 40 años de florecimiento democrático que se está desplomando por el concurso de nuevas y peligrosas amenazas: la globalización comercial, que agudiza las inequidades sociales, el narcotráfico y las adicciones, que destruyen de modo inmediato a sus cautivos, el vigoroso autoritarismo disfrazado de neopopulismo y la proliferación de dictaduras influjo del neofascismo impune.
Anacrónicamente, la justa olímpica de 2024 pudiera devenir en signo de clausura de la línea imaginaria del porvenir democrático global. Las guerras de Rusia y Ucrania, el polvorín de Oriente Medio y la progresiva erosión democrática de Europa y el impredecible futuro de las democracias del continente americano, comenzando por los Estados Unidos de Norteamérica.
