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¿Opacidad oficial sobre coronavirus?

Francisco Javier Acuña

Francisco Javier Acuña

El 2020 será el año de la pandemia y, más allá del dolor individual por las pérdidas de la tragedia,  acaso, el funesto año será recordado especialmente por la manera en que los gobiernos resolvieron la emergencia.

 Si fueron transparentes en cuanto a las medidas para enfrentar la crisis sanitaria, si revelaron puntualmente las cifras de contagios y defunciones, si publicaron las adquisiciones y contrataciones que hubiera habido para sortear la situación, si corrigieron subregistros.

Finalmente, por el resto de medidas para aliviar la economía, por el cómo contuvieron la inseguridad e impidieron  la hambruna por el desempleo acentuado por el #Covid-19.

La transparencia habrá de ser la diferencia para estar en el bloque de las naciones que resolvieron la contingencia sin haber engañado a su población, ni en el diagnóstico de la amenaza ni con los resultados de la calamidad.

 El prestigio de las naciones radica en la credibilidad que generan sus comportamientos internos y externos.   

Los países que resolvieron la crisis con atingencia y apertura podrán ofrecer mejores servicios, como los turísticos y comerciales, respecto de los que no supieron, pudieron o quisieron dar certidumbre durante y después.

La pandemia por #Covid-19 ha sacado a flote lo peor de los gobiernos democráticos. Su cara más mezquina e intolerante.

 

 

 

 

1.-Suecia —que ha sido pionera del más temprano y verdadero temperamento democrático (dos siglos anterior a la lenta tradición democrática occidental)—, se dejó llevar por la lírica y cometió errores graves, dejó de aplicar las medidas indicadas, no efectuó pruebas de contagio, como lo recomendó  la OMC (Organización Mundial del Comercio),  en vez de lo recomendado por la OMS (Organización Mundial de la Salud).

El resultado es que ahora Suecia tenga enormes cifras de contagios y defunciones, comparada con Finlandia, Noruega y Dinamarca, el resto de países de la península escandinava.  

2.-España, el gobierno enfurecido por las poderosas réplicas de los adversarios políticos, dadas las visibles fallas en el manejo de la crisis sanitaria y el ocultamiento de algunas cifras para negar lo evidente, acusa de “golpismo” a sus detractores que tienen que hacer eso, funcionar como oposición ante los signos de torpeza y toma de medidas inadecuadas.

A casi cuatro décadas de la democratización española, se oyen voces pretéritas como golpismo, en un contexto completamente diferente.

3.-En Inglaterra el gobierno ha comenzado una investigación para encontrar los errores del manejo de la crisis y a los responsables por la toma de decisiones improvisadas, y acaso interesadas, en el combate a la emergencia que ha dejado en ese país el más alto número de contagios y muertes de toda Europa.

4.-En los Estados Unidos hubo un torpe recelo a la realidad del peligro y el desdén oficialista se ha pagado muy caro.

El 30 por ciento de los contagiados del planeta viven en los Estados Unidos de Norteamérica. La administración Trump ha sido indolente y temeraria, por algo ha logrado el primer lugar en contagios y en defunciones del mundo.

5.-En Brasil —sin ser una democracia estable— acontecen los peores efectos imaginables. La mortandad se expande y el gobierno decidió suspender la emisión de las cifras acumuladas de contagios y defunciones para sólo referir las de cada 24 horas.

6.-México ha seguido el método de Suecia sin tener una población con las condiciones de vida, salud y bienestar que los suecos han consolidado desde hace más de cinco décadas.

 

 

 

A pesar de la amplia cobertura del responsable de la emergencia sanitaria, el debate sobre las cifras sigue encendido y las inconsistencias respecto a las medidas para aminorar los lastres no dejan de admitir razonables dudas sobre las técnicas empleadas (modelo Centinela y posibles subregistros de cifras).

Ojalá se considere el riesgo que implica el desafío real de la contingencia y sus efectos directos e indirectos si no se reconoce la verdad.

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