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Muerte en la carretera

Francisco Garfias

Francisco Garfias

Arsenal

 

En una de las bardas del panteón de Ojuelos, Jalisco, leí hace años un ingenioso letrero que me obligó a levantar el pie del acelerador: “Aquí te espero, pasajero”.

Viene a cuento porque allí, en Ojuelos, fue asesinada la noche del jueves la empresaria y golfista potosina Lidia Villalba de Heinze, alguna vez candidata del PRI a diputada federal.

El caso, que conmocionó a la ciudad de San Luis Potosí, ilustra la inseguridad y la violencia que cotidianamente enlutan al país. Una “confusión” –así la llaman- que le puede tocar a cualquiera. 

Lo peor: los tiros que le arrancaron la vida a la empresaria potosina no fueron disparados por criminales, como uno podría imaginarse en estos tiempos recios, sino por personal de la Defensa Nacional y elementos de la Policía de Investigación de Jalisco, que patrullaban la zona. Según versión del fiscal de ese estado, Luis Joaquín Méndez Ruiz.

Lidy regresaba la noche del jueves a San Luis Potosí, procedente de Aguascalientes, donde había participado en un torneo de golf. Viajaba en una camioneta Cadillac blanca. Llevaba escoltas.

El fiscal señala que en el marco de los operativos que se llevan a cabo, se dio la persecución de la camioneta en la que viajaban la empresaria y otras personas. Hay versiones de que en ese vehículo iba también la hija del exgobernador Teófilo Torres

En un video que subió a redes, el fiscal señaló:

“Nos refieren que se realizaron una serie de detonaciones de arma de fuego. Desafortunadamente, una persona del sexo femenino que viajaba en ese vehículo pierde la vida. Dos personas quedan lesionadas junto con dos policías de Jalisco”. 

No dio detalles sobre los motivos del tiroteo. Periódicos locales dicen que los elementos que patrullaban la zona les hicieron el alto. El chofer supuso que eran delincuentes que querían asaltarlos y no se detuvo. Se inició la persecución. Escoltas y policías se trenzaron a balazos.

Pulso de San Luis informó anoche que la FGR ya atrajo las investigaciones del caso.

* La primera vez que escuché hablar del Frente Cívico Nacional fue en un desayuno con uno de sus principales promotores: Guadalupe Acosta Naranjo, exdirigente nacional del PRD.

Ese día me explicó que el FCN propone una elección primaria para elegir candidatura presidencial en 2024, y un gobierno de coalición.

El FCN busca, en palabras de la priista Rosario Guerra, “que los ciudadanos definan en las urnas, en elección organizada por el INE y los partidos de la alianza opositora, a quien deberá encabezar la candidatura en la presidencial”.

La idea me pareció buenísima. Concretarla, dificilísimo.

Unas primarias darían la oportunidad de que sean los ciudadanos en las urnas, en lugar de las cúpulas de los partidos, quienes elijan a su candidato presidencial. De ese modo lo sentirían suyo. Los votos en las elecciones abiertas le darían amplia legitimidad.

Una ventaja sobre Morena y el presidente López Obrador, que se inclinan por las encuestas para decidir candidaturas. Para ponerlo en palabras de Rosario Guerra: “Frente al dedito de nuevo cuño de AMLO, el Frente Cívico Nacional busca un método constante, abierto y transparente”.  

El camino, sin embargo, está lleno de escollos. El primero y más difícil: que las cúpulas de los partidos renuncien a poner a su candidato presidencial. 

En el FCN aseguran que Alito Moreno, presidente del PRI, ya dijo que le entra. Del dicho al hecho… 

Lo veo más difícil con Marko Cortés, dirigente del principal partido de oposición. Alguna vez lo platiqué con él. No le vi el mínimo entusiasmo. “En el PAN tenemos muy buenos aspirantes”, me respondió.

Y soltó media docena de nombres: Ricardo Anaya, Mauricio Vila, Santiago Creel, Maru Campos, Diego Sinhué, Cabeza de Vaca. Días después agregó a Lilly Téllez.

Lo cierto es que a poco más de dos años de las elecciones presidenciales, hay varios opositores que han levantado la mano, pero ninguno con el liderazgo que se requiere para entusiasmar a la población. 

El MC tiene bien posicionado en las encuestas a Luis Donaldo Colosio, pero el joven alcalde de Monterrey sabe que todavía no es su tiempo.

 

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