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Error de cálculo

Fernando Belaunzarán

Fernando Belaunzarán

Priorizar es administrar problemas. Se deben discriminar los frentes abiertos, concentrar las fuerzas, definir enemigos, identificar aliados y posponer conflictos para mejores tiempos en aras de sacar adelante lo que se considera más importante. Pero no todo lo que se quisiera postergar puede esperar, a menos que se prefiera lidiar con consecuencias insospechadas por mantener, a toda costa, el plan original.

Es poco recomendable pelearse con los vecinos mientras el edificio se incendia, pero sabemos de un administrador que cree que las flamas le cayeron “como anillo al dedo” para deshacerse de inquilinos inconformes.

La principal preocupación del régimen ha sido extender su control político, usando los instrumentos del poder para vencer resistencias, colonizar órganos autónomos, ideologizar instituciones, hacer campaña y estigmatizar opositores. La polarización como estrategia electoral, justo cuando el cocktail de pandemia, violencia y crisis económica amenazan la viabilidad del Estado mexicano.

Los escasos ideólogos del cuatroteismo han podido, por fin, establecer en conceptos, así sea balbuceados en su pasión propagandística, el objetivo de la “transformación” que pregona el presidente Andrés Manuel López Obrador. Se trata, nos dicen, de terminar con el “régimen de la transición” para dar paso a la “hegemonía democrática”. Quieren dejar atrás el pluripartidismo y las alternancias para que el “pueblo” se imponga a través de la voluntad de su único y legítimo intérprete, el cual habita en Palacio Nacional. Democracia es, en ese sentido, la dictadura de la mayoría representada en el Presidente que obtuvo 30 millones de votos.

No es fácil echar abajo tres décadas de reformas que generaron contrapesos y complejizaron la acción estatal, en el entendido que ésta no debía subordinarse a la ideología sexenal, sino establecer políticas de largo aliento que responden a intereses de la sociedad, los cuales deben atenderse con independencia del partido que ocupe la presidencia. Tampoco desplazar a la clase política no subordinada al actual gobernante. Por eso el Ejecutivo eligió sus batallas.

Eludir la confrontación con el presidente Donald Trump suena sensato, así en campaña se hubiera prometido otra cosa. Pero fue más allá de eso permitirle definir nuestra política migratoria, poner a la Guardia Nacional a perseguir migrantes y recibir a quienes solicitan asilo en Estados Unidos, asumiendo el descrédito que eso traería ante organismos de derechos humanos por los inevitables costos humanitarios.

Se le dio esa victoria política a quien promueve el racismo contra nuestros paisanos para no sufrir como represalia aranceles ilegales, pero aun así López Obrador irá a Washington a un evento por el inicio del T-MEC que será usado por el mandatario norteamericano en su campaña reeleccionista, justo cuando, con base en las encuestas, se observa como muy probable la victoria de Joe Biden. Pero a Trump le interesa poco la democracia en México si éste le sirve de muro para contener la migración.

El mayor error de cálculo no está en el incómodo e inconfiable aliado internacional de la restauración autoritaria que podría perder su cargo en noviembre, sino en la subestimación de problemas internos, cuya desatención están llevando al país a una situación límite que amenaza con desbordarse.

La epidemia de covid-19 sigue lejos de estar controlada, la economía ha caído a niveles insólitos en todos los rubros, el crimen se atrevió a atentar contra el secretario de Seguridad de la capital en una zona residencial de la Ciudad de México y los asesinatos siguen rompiendo récords. Minimizar o repartir culpas son técnicas de propaganda que pierden efectividad cuando el agua llega al cuello.

El Presidente adelantó el debate electoral del 2021 tomando abiertamente partido para no rendir cuentas por los malos resultados y que todos los señalamientos se pierdan en la polarización política, pero eso no genera empleos ni salva vidas ni da seguridad a las personas. Eso sí, alienta la desestabilización política, el único elemento que le falta a la tormenta perfecta que se cierne sobre el país. La ambición de poder pudo más que la responsabilidad con la nación.

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