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¡Imagínate!

Félix Cortés Camarillo

Félix Cortés Camarillo

Cancionero

           Imagine there is no heaven

           It’s easy if you try

           No hell below us

           Above us only sky

           Imagine all the people living for today

           John Lennon, Imagine

Desconozco los motivos por los que los organizadores de los foros que sobre la seguridad ha convocado el presidente López Obrador —presidente ganador, virtual, electo, como le quiera usted poner, es el único presidente que hoy tenemos en México— hayan decidido arrancar en la Universidad Autónoma de Chihuahua, en Ciudad Juárez. No podría haber mejor sitio. Este fin de semana ahí se cometieron 30 asesinatos. En los últimos años, en sus inmediaciones, desaparecieron, en todos los sentidos, centenares de mujeres. Durante lustros, Ciudad Juárez se identificó como la máxima expresión de la violencia brutal en nuestro país.

Esta dolorosa situación se reflejó en la ceremonia de ayer, en la que López Obrador iba a participar meramente como orador emblemático para agarrar su avión de regreso a la Ciudad de México.

Lo hizo de todos modos. Solamente que una bola de empecinados demandantes de justicia se metió al auditorio y no dejó en paz en sus discursos ni a López Obrador ni al gobernador Corral con un solo reclamo: justicia ya. Así se echó a perder un ceremonial que estaba destinado a pasar al anónimo archivo de las demagogias frustradas.

En mi carrera he participado en decenas de foros de este tipo, generalmente sobre el derecho a la información y la libertad de expresión. Ninguno de estos simposio prosopopéyicos produjo una sola medida que haya mejorado el derecho a la información o a la libertad de expresión en nuestro país. Fueron simples foros de faramalla a la que asistimos con una dosis de candidez que puede calificarse de pendejez.

Los 24 foros que con el de Juárez iniciaron ayer, no van a rendir un solo pensamiento —pero desde luego ni una sola acción— para que los mexicanos podamos salir de esta situación de guerra civil en la que nos metieron los señores Calderón y Peña Nieto. Cualquiera que espere otra cosa es totalmente cándido. Me preocuparía mucho si Andrés Manuel espera que de estos 24 foros surja la receta para “diseñar la ruta de la pacificación y el plan de reconciliación”, como afirmó ayer el señor Durazo, futuro señorón de la seguridad de este México nuestro.

Peor aún están los hombres de la iniciativa privada. Gustavo de Hoyos Walther, presidente de la Coparmex, demandó que sea el presidente Peña Nieto el que nos saque de este atascadero. Dijo: “es urgente que, en los cuatro meses que restan a la actual administración, se tomen medidas pertinentes para disminuir los índices de homicidios dolosos, de extorsiones, de secuestros y de la comisión de muchos delitos del orden común”.

Me queda claro que el presidente López Obrador no podrá lograr esto en todo el transcurso de su gobierno. Sería hacer realidad el mundo imaginario de Lennon. Pretender que Enrique Peña Nieto lo haga en cuatro meses es infantil. Lo único que Enrique Peña Nieto quiere es que el reloj acelere su ritmo y los días pasen como en las películas de antaño; que se acabe este sexenio ya, que llegue el primero de diciembre, que esto termine.

Porque, además, él no tiene la ventaja de doña Angélica Rivera, de irse a tomar le petit déjeuner con sus hijas, las señoritas Castro, en el sencillo restaurancito de una esquina que yo me sé, en París.

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