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A su medida

Federico Reyes Heroles

Federico Reyes Heroles

Sextante

Todo comienza por su integridad física, que es la del Presidente de México. En lugar de matizar los excesos del Estado Mayor Presidencial —institución centenaria— decide desaparecerlo. La ofensa ha calado duro. Muchos de sus miembros se han expuesto por defender a esa Institución hoy amenazada. De pronto no son confiables, son causa de agravio popular. ¿De verdad? Y las Fuerzas Armadas, ejemplo en Latinoamérica de institucionalidad también centenaria y que arriesgan su vida a diario en diversos asuntos, son tratadas como enemigo público. Pero después se afirma que podrían pasar a ser los custodios de la seguridad ciudadana. Otra contradicción. ¿Y dónde queda el articulado constitucional?

Por si fuera poco —de nuevo con desprecio generalizado— se acusa a los empleados de confianza de ser costosos e inoperantes, van para afuera, dice el dedo flamígero. Decenas de miles de mexicanos, de los cuales, algunos seguramente vivían de la holgazanería con financiamiento público, pero muchos otros hacían su trabajo con esfuerzo y dedicación. En tiempos de radicalismo: Flojos todos. Decir que ProMéxico “no hacía nada” es una generalización también ofensiva, de seguro hay de todo. No sería mejor que “se revisarán las funciones de esa instancia”. Montados en la soberbia de un triunfo embriagador, se decide cortar cabezas y establecer un salario máximo que igual afecta y ofende a los controladores aéreos que a los diplomáticos de carrera o a los altos mandos militares y profesionistas especializados. El vaciamiento gubernamental ya está en curso. Perderán mucha calidad en los cuadros. La embriaguez es tal, que piensan gobernar a México como si fuera su rancho. Despido, ofendo, agredo y qué, si soy el mandamás y sabelotodo.

Y así, a tan sólo 11 semanas del triunfo, los frentes abiertos son demasiados. Los empresarios reculan después de la confrontación durante la campaña. Decisión muy difícil, para algunos fue traición, debilidad; para otros, un rasgo de institucionalidad, pero el hecho es que suavizaron el tono y... de nada sirvió. En su desbocado galope para el futuro gobierno siguen siendo una de las causas principales de la tragedia nacional. Las agresiones siguen, futuros funcionarios acusan en redes sociales a los grandes consorcios de evasores, sin explicar lo que es la consolidación fiscal. Serán ellos los que tendrán que lidiar con los inversionistas. Y qué decir del sector energético, los que confiaron en México y metieron mucho dinero, hoy están en la mira del discurso público, vistos como aves de rapiña que nos atacan. El mundo al revés. “Bancarrota” es otra insensatez que ofende.

Menos de 100 días en los cuales, con el sable desvainado, los ganadores se han quedado con los órganos de gobierno del Legislativo haciendo gala de que el atropello será su estilo y mostrando el profundo desdén por el cuidado de las formas que tanto ponderaba un gran teórico de la izquierda: Gramsci. Y en la carrera del odio contra empresarios, intelectuales “fifí”, sociedad civil, burócratas, medios, inversionistas, pero, sobre todo, instituciones del Estado mexicano como el Ejército, la Marina, EMP y un largo etcétera, el Presidente electo se lanza contra el Banco de México, quizá la burocracia mejor formada y más profesional con la que cuenta nuestro país. Y de entrada le asigna la responsabilidad de un fracaso potencial en el manejo económico. ¿Saben acaso de lo que se ocupa el Banco Central o tiran al tanteo para tener ya un culpable? El enfrentamiento fue severo a partir de las minutas de la más reciente reunión de la Junta de Gobierno de esa institución que alerta sobre los riesgos de un viraje irresponsable en el manejo de las fianzas públicas. El sólido gobernador y su equipo sólo hacen su trabajo. Ni más ni menos.

¿De qué se trata? El Presidente electo serrucha el piso sobre el cual está parado. Vanagloriarse de sencillez y austeridad yéndose a vivir al mayor palacio del país no es la mejor señal. Traiciona así al espíritu de Lázaro Cárdenas, quien decidió volver republicana la residencia del Presidente. Es otro golpe a la institución presidencial que ofende a todos los que han usado esa instalación. Pareciera entonces que la intención es destruir la institución presidencial actual que tanto trabajo costó construir. De ser así el asunto es grave. O quizá hay de dos: destruir la actual y construir una nueva Presidencia: la suya, a su medida.

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