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Turismo en Egipto, una víctima más del coronavirus

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

           Felicidades a Excélsior por su 103 aniversario.
                Un privilegio ser columnista semanal suya
                desde hace 34 años.

 

Al igual que en el caso de México, el turismo en Egipto constituye una de las más importantes fuentes de ingreso, pues le aportó 12.2 mil millones de dólares en el periodo 2018-2019. Ese monto se ubica en tercer lugar de importancia dentro de la economía nacional, sólo por debajo de las remesas de los egipcios que trabajan en el exterior y de las exportaciones no petroleras que alcanzaron la cifra de 17.1 mil millones de dólares en ese mismo lapso. De ahí que, en tiempos en los que el coronavirus se expande por el país del Nilo, la brutal caída de la industria turística signifique un golpe demoledor que presagia una crisis económica de grandes proporciones, agregada a los daños en salud que están creciendo a un ritmo similar a lo observado en nuestro país.

Obviamente, este revés ha alterado las predicciones optimistas, las cuales, hasta hace poco, flotaban en el ambiente egipcio, pues en la medida en que el turismo se había incrementado un 28% en el último año fiscal, se calculaba que esa tendencia al alza se mantendría. Sin embargo, tal como está ocurriendo en el mundo entero, las cuentas alegres han sido sustituidas por vaticinios bastante sombríos.

Y es que, según cifras de hace dos días, el número de infectados en Egipto era de 196, incluyendo las 45 personas que viajaban en un crucero por el Nilo, por la ruta Aswan-Luxor, llevando a bordo turistas franceses, norteamericanos e hindúes. La cifra de fallecidos es por ahora de seis personas y ello ha desencadenado medidas drásticas como la suspensión de todos los vuelos desde todos los aeropuertos del país en el periodo, por lo pronto, del 19 al 31 de marzo. Incluso está por resolverse la situación de un grupo de turistas mexicanos, cuyo regreso a casa se ha vuelto enormemente complicado.

El primer ministro, Mustafá Madbouly, informó el 16 de marzo que las pérdidas derivadas de la suspensión del tráfico aéreo ascendían ya a 143 millones de dólares, mientras que el ministro de turismo y antigüedades, Khaled el-Anani presentó ante la prensa el cálculo de las pérdidas mensuales esperadas en el sector turístico: mil millones de dólares.

Egipto es un país de por sí marcado por una muy deficiente distribución de la riqueza, alto crecimiento demográfico y niveles muy elevados de desempleo. Su juventud encuentra grandes dificultades para colocarse laboralmente de manera satisfactoria. Todo lo que parecía prometer el cambio derivado de la Primavera Árabe de 2011, cuando se derrocó al régimen del recientemente fallecido Hosni Mubárak, no llegó, sino que, más bien, las turbulencias de aquella sacudida agudizaron muchos de los problemas preexistentes. En ese contexto, la crisis actual viene a cimbrar una vez más la precaria estabilidad que se había establecido tan penosamente en el último par de años.

Por lo pronto, ha habido exhortos de diversos expertos financieros al gobierno encabezado por el presidente Al-Sissi, para emprender un multimillonario programa de estímulos económicos para compensar a los trabajadores –entre ellos los del sector turístico– de las pérdidas sufridas. En ese y en muchos otros sentidos, la experiencia de cada uno de los países aquejados por la pandemia presenta similitudes, aunque cada nación posee características específicas que posibilitan o no el compartir modelos de superación de las problemáticas económicas, sociales y de salud pública hoy afrontadas.

Al parecer, aún estamos, en nuestro país, en la fase de estupefacción ante la crisis, pero es urgente que nuestras autoridades actúen con realismo y lucidez y volteen a observar atentamente qué es lo que, hasta el momento, ha funcionado bien y qué no en el resto de los casos. Egipto y México comparten realidades similares en diversos aspectos: en estructura demográfica, distribución de la riqueza, amplitud de la economía informal, fuerte dependencia del turismo, de las remesas y de las exportaciones no petroleras como base del ingreso nacional. El tratar de ver cómo están reaccionando otras sociedades, más allá de nuestras fronteras y aprender de sus experiencias, es hoy una obligación, porque sólo la colaboración internacional brindará la posibilidad de superar esta difícil prueba que nos ha tocado vivir.

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