Presencia cristiana en extinción
En 2010 un ataque islamista contra la iglesia de Nuestra Señora de la Salvación durante una misa cobró la vida de 57 fieles, y un año después un ataque mediante un carro bomba sobre la iglesia de la Sagrada Familia en la ciudad de Kirkuk mató a 20 personas.
En estos días de celebración de la Navidad en el mundo cristiano, los nombres de lugares ubicados en el corazón de Oriente Medio aparecen continuamente en los relatos alrededor de ese festejo. Belén, Nazaret, Jerusalén, la Galilea y Damasco son recordados como los escenarios originales donde ocurrieron los hechos fundacionales de la fe cristiana que se extendería mundialmente con el paso del tiempo. Su historia a lo largo de más de 20 siglos ha estado marcada por espectaculares procesos de expansión, acompañados de guerras sangrientas, unas veces exitosas y otras no, lo mismo que de procesos de evangelización en tierras y continentes lejanos. Las fracturas internas dentro del cristianismo, a pesar de la violencia que implicaron, dejaron a fin de cuentas heridas que mayormente han cicatrizado y que a estas alturas de la historia parecen contribuir a una pluralidad de opciones teológicas y filosóficas que cumplen una función positiva, sobre todo dadas las tendencias relativamente conciliadoras de sus respectivos máximos líderes religiosos actuales. La grey cristiana en el mundo se calcula en 2 mil 500 millones de personas, cifra un poco mayor a la de los dos mil millones de fieles al islam.
Sin embargo, es toda una paradoja que los sitios donde tuvo sus raíces el cristianismo, el corazón del Oriente Medio, tenga hoy una mínima población cristiana, con cifras declinantes cada año que pasa. Inestabilidad política, guerras, expulsiones y matanzas, son el telón de fondo para ese vaciamiento demográfico de cristianos. A pesar de que a mediados del siglo XX su proporción dentro de países como Líbano, Egipto e Irak era considerable, con el paso de las décadas los flujos de cristianos que han abandonado los lugares donde vivieron por siglos se han incrementado continuamente. En estos últimos 25 años agrupaciones jihadistas islámicas, como Al Qaeda e ISIS, fueron responsables de una brutal persecución y hostigamiento contra los llamados infieles. Los incendios de iglesias y los atentados terroristas contra comunidades cristianas se volvieron comunes, por lo cual quienes pudieron encontrar refugio y acomodo en tierras más hospitalarias, emprendieron el camino del exilio.
El caso de Líbano es especialmente notable, ya que cuando el país se independizó tras la segunda guerra mundial su población cristiana era la dominante numérica y políticamente hablando, pero eso dejó de ser cierto desde hace tiempo. Su guerra civil, ocurrida de 1975 a 1990, detonó la salida de buena parte de su población cristiana que buscó asilo en Europa o América. Lo mismo ocurrió con la guerra civil siria desatada en 2011, que hizo decrecer el número de cristianos de 1.5 millones a cerca de tan sólo 300 mil en la actualidad. En Egipto se localiza la comunidad cristiana más nutrida, la de los coptos, que comprende aproximadamente 10 millones (8% de la población total), pero su número ha ido decreciendo a lo largo de las últimas tres décadas, básicamente por los mismos motivos: violencia y discriminación, además de las crisis económicas recurrentes padecidas por el país.
En Irak, tanto la tiranía de Saddam Hussein, como posteriormente la invasión estadunidense y las acciones de las huestes de Al Qaeda y del ISIS a mediados de la década pasada, acabaron por diezmar a la población cristiana de manera dramática. En 2010 un ataque islamista contra la iglesia de Nuestra Señora de la Salvación durante una misa cobró la vida de 57 fieles, y un año después un ataque mediante un carro bomba sobre la iglesia de la Sagrada Familia en la ciudad de Kirkuk mató a 20 personas. Es así como de millón y medio de cristianos que habitaban en Irak en 2003, en la actualidad sólo quedan poco menos de 150 mil. Se trató de una verdadera limpieza étnica.
La Franja de Gaza, que ha estado en el ojo del huracán durante los últimos dos años debido a la guerra de Hamás islamista contra Israel, ha tenido una trayectoria similar a la de los lugares arriba mencionados: en el siglo IV d.C. su población era homogéneamente cristiana, y hoy sólo cuenta con un millar de miembros de esa fe. En la línea del tiempo, el jihadismo nacido de la agenda ideológica de la Hermandad Musulmana, surgida a principios de la década de los treinta del siglo pasado, ha sido el verdugo que ha reducido la presencia cristiana en esa región del mundo a su mínima expresión. Esa tendencia parece seguir imperando, al parecer con una nula resistencia.
