Logo de Excélsior                                                        

Irán encabeza organismo internacional defensor de las mujeres

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

Celebrando 35 años de escribir

semanalmente en Excélsior.

 

El título de este artículo suena desconcertante. ¿De veras es posible que Irán pueda liderar algo que tenga que ver con la igualdad de género? Para cualquier persona más o menos informada acerca de cómo es la vida de las mujeres en Irán, esto debe parecer sin duda una broma.

Desgraciadamente, no se trata de un chiste, sino de una aberrante realidad. Porque resulta que la república islámica de los ayatolas, donde las mujeres son ciudadanas que carecen de los mismos derechos disfrutados por los hombres, donde ellas pueden ser entregadas por sus padres en matrimonio desde los 13 años, y aun antes, donde son vigiladas por la policía de la virtud para sancionarlas si su vestimenta permite asomar partes de su cuerpo que deben estar totalmente cubiertas, como brazos, pantorrillas o cabellera; justo ese país ha sido puesto a la cabeza de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de Naciones Unidas.

El procedimiento para ese nombramiento consistió en una votación secreta llevada a cabo entre los 54 miembros del Consejo Económico y Social de la ONU. Irán obtuvo 43 votos, que evidentemente fueron pactados de antemano entre grupos regionales de acuerdo a negociaciones en lo oscurito, de la misma manera como ha ocurrido por décadas con el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que integra a Rusia, China y Cuba en puestos clave, naciones electas en su momento con más del 70% de los votos de 192 países. Lo que todo esto nos dice es que en el seno de esos organismos, patrocinados por Naciones Unidas, la misión declarada en su título —protección y defensa de derechos humanos, y equidad de género— constituye sólo un membrete, un cascarón vacío de contenido real, en la medida en que resulta obvio que nada más alejado de las intenciones de los gobiernos de esos países, cuyas artimañas los han colocado en puestos de dirigencia en dichos organismos, que moderar o eliminar sus mecanismos de control político y de supremacía masculina dentro de sus sociedades.

 

Es más, cabe la pregunta de si la existencia de esas comisiones y consejos no tiene, más bien, efectos contraproducentes. Porque es un hecho que cuando Rusia, China y Cuba aparecen como presuntos defensores y jueces sobre los derechos humanos, o Irán, Egipto y Mauritania fungen como autoridades juzgadoras de las condiciones impuestas a las mujeres en el mundo, automáticamente quedan blindados ante cualquier sanción, porque en los hechos están en la posibilidad de desechar todo aquello que los cuestione y les constituya una mínima presión hacia algún cambio.

De igual manera, su presencia en las cúpulas de esos organismos les otorga la posibilidad de utilizar sus puestos para condenar y ejercer presiones diversas sobre entidades nacionales que, de alguna manera, constituyen sus rivales regionales. Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio se convierte en su modus operandi, de suerte que tales foros patrocinados por la ONU se han convertido, en la práctica, en un arma eficaz de suma utilidad para fortalecer las posiciones de esos países en la arena global.

Para las muchas mujeres iraníes perseguidas y encarceladas por su activismo en favor de la equidad de género, para el más de 60% de las niñas y mujeres que en Mauritania han sufrido alguna forma de mutilación genital, y para las miles de egipcias abusadas, violadas o víctimas de asesinatos por honor, nada significa ni ayuda que representantes de sus respectivos gobiernos aparezcan a la cabeza de la Comisión de la ONU para las mujeres.

De la misma manera, de nada ha servido la alta membrecía de Rusia, China, Cuba y varios países más con similar perfil en el Consejo de Derechos Humanos para que sus ciudadanos tengan una vida más libre, exenta de la represión y de la vigilancia policiaca de autoridades que responden a la necesidad de control absoluto que sostiene a esos regímenes dictatoriales. Ante este panorama, cabe preguntarse si no es hora ya de que buena parte de la estructura sobre la que funcionan diversos organismos que forman parte de la ONU sea modificada radicalmente, de tal manera que puedan evitarse aberraciones como las aquí descritas.

 

Comparte en Redes Sociales