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Irak: sangrientas protestas sociales

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

Dos meses después de las protestas sociales en Irak que dieron como resultado un saldo de cuatrocientos ocho muertos, cerca de quince mil heridos y un número no cuantificado de arrestados, el primer ministro de este país, Adel Abdul Mahdi, anunció ayer que presentaría su renuncia ante el Parlamento para que éste procediera a conformar un nuevo gobierno.

Las causas del descontento popular fueron diversas, como en muchos otros casos similares. Corrupción gubernamental rampante, carestía, desempleo, violencia incontenible y ausencia total de Estado de derecho que proporcionara a esa nación un mínimo de estabilidad.

No es extraño que la situación haya explotado. Hay que recordar que, de por sí, Irak se caracteriza por fuertes divisiones sectarias debido a que su población está integrada por musulmanes chiitas, sunitas y kurdos, cuyas identidades y lealtades casi siempre han estado en conflicto.

Además, desde la invasión de Estados Unidos y el derrocamiento de Saddam Hussein en 2003, no ha dejado de haber ahí presencia militar norteamericana importante, lo que constituye para muchos, un desafío. Tal presencia, por cierto, no ha evitado, en manera alguna, que el vecino iraní haya también intervenido activamente en el acontecer iraquí, al intentar. por ese medio. consolidar el poder chiita en la región.

Por añadidura, a partir de 2015 apareció, justamente en territorio iraquí, el llamado Estado Islámico o ISIS, que ocupó buena parte del territorio para, de ahí, expandir su califato utilizando medios especialmente brutales y salvajes.

Lo mencionado anteriormente hace que exista una palabra precisa para denominar el estado de las cosas en Irak, ésta es caos.

Un caos que se prolonga hasta ahora y que se puede ilustrar con ejemplos de estos últimos días.

El 23 de noviembre pasado, el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, hizo una visita a Irak. En dicha visita, el primer ministro Adel Abdul Mahdi presuntamente le aseguró a Mike Pence que su gobierno estaba trabajando para evitar la represión violenta de las manifestaciones. Mismo compromiso hizo Mahdi por esos días con los líderes de Qatar, Kuwait y Jordania. Sin embargo, las cifras de muertos y heridos en los siguientes días en las ciudades de Bagdad, Basora y Nasiriya mostraron que esas promesas fueron vanas. Igual ha sucedido con los anuncios que se esperaban de reformas que satisfagan algunas de las exigencias de los descontentos, anuncios que hasta ahora han sido mera palabrería.

Por otra parte, la injerencia iraní ha sido todo el tiempo igualmente visible. Sobre todo en el ejército iraquí es inocultable, ya que el propio Ayatollah Khamenei, máximo líder en Irán, ha estado dando indicaciones a altos jefes militares iraquíes de cómo manejar a las masas descontentas, además de estar en contacto estrecho con parte del clero chiita local para coordinar objetivos comunes, según como lo reporta el periódico Al-Monitor. Con tantas manos metidas en ese escenario que, además, sufrió un corte deliberado en el servicio de internet y la clausura de 17 medios de prensa con objeto de obstaculizar las acciones de los descontentos, es, evidentemente, muy difícil pronosticar en qué puede desembocar esta turbulenta situación por más que esté ya sobre la mesa la renuncia del primer ministro Mahdi.

Por lo visto, el panorama de protestas sociales persistentes que se observa en varias naciones latinoamericanas tiene su paralelo en Oriente Medio, donde ocurren movimientos muy parecidos.

Tanto Irak como Líbano y Argelia viven hoy momentos de gran incertidumbre por estos terremotos sociales derivados de un profundo malestar popular.

Y aunque Irán parece haber reprimido y acallado las protestas que estallaron hace poco, es evidente que también ahí el descontento y el enojo popular siguen vivos, más aun cuando las condiciones económicas del país se han deteriorado tanto a raíz de las sanciones reimpuestas por la administración Trump.

No cabe duda que el caos y la incertidumbre se están volviendo el sello más distintivo de estos tiempos.

 

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