Encrucijada
La propuesta del presidente Trump de convertir a Gaza en un “resort” turístico, luego de transferir a sus pobladores a países árabes del vecindario, ha causado una alarma bien fundada por sus implicaciones humanitarias, éticas, económicas y legales.
El momento que vive nuestro mundo bien podría equipararse a los tiempos inmediatamente anteriores o posteriores a las dos guerras mundiales que marcaron al siglo XX. Tiempos de gran incertidumbre en los que los reacomodos geopolíticos podían tomar rumbos diversos con consecuencias dramáticas para pueblos y naciones enteras. Hoy, la dislocación del triángulo EU-Rusia-China que estamos presenciando augura un futuro que casi nadie previó y que, sin duda, despierta temores ante la creciente posibilidad de un desenlace en el que las democracias liberales tal como las conocíamos desaparezcan, para inaugurar escenarios en los que las dictaduras, la extrema concentración de la riqueza y el desprecio a los derechos humanos, se multipliquen hasta límites sólo imaginados en la literatura de autores de ciencia ficción como George Orwell, Margaret Atwood, Aldous Huxley o Ray Bradbury.
También, a nivel más local, se están presentando coyunturas críticas marcadas por fuertes signos de interrogación. El Oriente Medio es una de las regiones en la que las turbulencias actuales han derruido muchas de las certezas sobre las que funcionaba la complicada interrelación entre sus componentes. El ataque de Hamás a Israel del 7 de octubre de 2023 abrió, y no creo que sea exagerado decirlo, las puertas del infierno. La guerra que se desató no sólo entre Israel y Hamás, sino entre Irán, Hezbolá, las milicias chiitas de Irak y los hutíes, todos contra el Estado hebreo, han sido una especie de huracán tras el cual la recomposición geopolítica de la zona apunta hacia direcciones diversas imposibles de prever en estos momentos.
La llegada de Trump a la presidencia norteamericana ha sido como una caja de Pandora de la que han salido órdenes, decisiones y proyectos hasta hace un par de meses inimaginables. Su propuesta de convertir a Gaza en un “resort” turístico, luego de transferir a sus pobladores a países árabes del vecindario, ha causado una alarma bien fundada por sus implicaciones humanitarias, éticas, económicas y legales. Es difícil decir qué tan serio es su plan, pero es un hecho que al haber exigido a Egipto, Jordania y Arabia Saudita hacerse cargo de los gazatíes, so pena de ser castigados económicamente por EU, esos países se han visto forzados a involucrarse con un cierto grado de responsabilidad mayor en el destino de Gaza. El 4 de marzo próximo la Liga Árabe se reunirá para analizar y quizá proponer alguna alternativa para el futuro de la Franja. Pronto sabremos así si son capaces de intervenir positivamente para la estabilización paulatina de la situación regional.
Israel es el otro escenario en el que su primer ministro y su coalición gobernante se hallan en una encrucijada por diversos motivos. El día de ayer terminó la fase uno del cese al fuego entre Israel y Hamás. A lo largo de las seis semanas que duró, 1,904 presos palestinos fueron liberados a cambio de 33 rehenes secuestrados el 7 de octubre, 25 de ellos vivos y ocho muertos, entre estos últimos, Shiri Bibas y sus dos pequeños, de uno y cinco años. Se entra así en una nueva etapa del proceso negociador en el que se definirá si se prolonga la fase uno y se continúa con la misma dinámica, o se entra a una segunda fase, en la que una de las alternativas sería el fin de la guerra y la liberación del resto de los rehenes, vivos y muertos, pero con la condición adicional de que Hamás deje de ser la instancia controladora de la Franja. Ciertamente se trata de una alternativa de difícil concreción, que de no proceder, daría pie a la reanudación de la guerra.
Y para Netanyahu hay, además, otros problemas que ponen en jaque su permanencia en el poder. Su popularidad está francamente a la baja y dentro de un mes vence el plazo para aprobar el presupuesto. Si no hubiera acuerdo al respecto, su gobierno estaría obligado a disolverse. En ese contexto, la actual amenaza de abandonar la coalición lanzada por uno de los partidos ultraortodoxos si no se legisla y formaliza el no reclutamiento al ejército de los jóvenes de su comunidad, podría causar también la caída del gobierno. En ese momento Netanyahu se vería obligado a enfrentar no sólo sus presuntos delitos del pasado por los que está siendo juzgado ahora, sino también una investigación acerca de su responsabilidad personal al haber sido el principal artífice de las políticas erróneas que facilitaron y/o propiciaron la atroz masacre del 7 de octubre que en un solo día cobró más de 1,200 muertos y 251 secuestrados, y desencadenó la cruenta guerra regional, aún parcialmente en curso.
