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Debate en Turquía sobre protección a las mujeres

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

Historia del tema: en 2011 el gobierno turco firma la Convención de Estambul, acuerdo al que se apegan 43 países y el cual es patrocinado por el Consejo Europeo y cuyo propósito es prevenir y combatir los feminicidios, la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica en general. El compromiso de arranque era entrenar a policías y funcionarios judiciales en esos temas, así como trabajar al respecto con organizaciones no gubernamentales. Pero ya para julio de 2020 distintas voces dentro del partido gobernante, AKP, encabezado por el presidente Recep Tayyip Erdogan, trepados en la cresta de un proceso de islamización de la vida nacional, anuncian la necesidad de retirarse de dicho acuerdo. Numan Kurtulmus, vicepresidente del partido, declaró que haber entrado a la Convención fue un error, pues “ha jugado a favor de la comunidad LGBT y de elementos marginales”, lo mismo que dañado a la unión familiar y alentado los divorcios.

Organizaciones feministas y mujeres dentro del propio AKP protestaron de inmediato, denunciando la barbaridad que era salirse de la convención justo en medio de la pandemia del covid, cuando la violencia familiar se había exacerbado tanto. La periodista e investigadora, Burcu Karakaş, tuiteó “¿Por qué molestarse con declaraciones oficiales respecto al abandono del acuerdo y no decir simplemente que lo que quieren es casarse con niñas menores de edad y golpear a las mujeres?”.

A pesar de todas esas protestas, la insistencia en la necesidad de desvincularse de la convención parecía estar ganando terreno, hasta que un macho celoso de 27 años de edad prendió fuego a su mujer y luego cubrió los restos con cemento, generándose, en consecuencia, un mayúsculo escándalo nacional que obligó a cancelar el evento partidario del AKP del 5 de agosto, en el que se planeaba anunciar la renuncia turca a seguir acatando las normas de la convención.

Es así que casi dos meses después de estos hechos ha aumentado la presión para evitar que el sector misógino del gobierno proceda a dictaminar la salida de Turquía de la convención, cuando al mismo tiempo las estadísticas muestran que en los primeros ocho meses de 2020 han sido asesinadas 209 mujeres. Sin embargo, hay información de que el tema no ha logrado convertirse en una preocupación mayor dentro de la sociedad civil ya que en una encuesta respecto a si era conveniente permanecer dentro de la convención, siete por ciento opinaba que no, 36% que sí y 57% no sabía, lo cual revela que todavía hay poca sensibilidad popular acerca de los daños inherentes a no combatir la lacra que significa la brutal violencia de género que prevalece en el país y que, al parecer, importantes segmentos de la élite gobernante desean mantener viva. Por su parte, el opositor Partido Republicano del Pueblo (CHP) ha decidido emprender una campaña publicitaria y de información en los 39 distritos de Estambul a fin de difundir la necesidad de contrarrestar a los conservadores que, desde discursos presuntamente apoyados en valores religiosos o de preservación prioritaria de la unidad familiar, pretenden debilitar la lucha contra la violencia de género y los feminicidios.

Parece ser que quien finalmente decidirá hacia dónde se mueve este tema será el presidente Erdogan, quien, como buen populista que es, ha logrado concentrar cada vez más poder en sus manos y tener así el privilegio de decir la última palabra. Cabe especular que es altamente probable que él personalmente prefiera abandonar la convención, dada su trayectoria y sus dichos, elocuentes de su convicción de que el lugar de la mujer es estar en su casa al servicio de la familia. Incluso es sabido que su hijo Bilal, miembro del cuerpo consultivo de la Fundación de la Juventud Turca, comparte esa postura.

Aun así, queda la esperanza de que en la medida en que la hija más joven de Erdogan, de nombre Sumeyye, está en el bando opuesto, la decisión final del presidente pueda ser favorable a las mujeres. Sumeyye tiene un importante cargo en la Asociación para las Mujeres y la Democracia y publicó en agosto un artículo defendiendo la convención. Así que no se pierde la esperanza de que quizá el nexo padre-hija pueda, en este caso, operar positivamente para contrarrestar las posturas conservadoras y misóginas tan envalentonadas en Turquía en estos trágicos tiempos. Veremos.

 

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