Choque Gaza-Israel: igual, pero distinto

Para Hamas, sumarse a la ofensiva de la Jihad Islámica significaba perder lo ganado este año.

Desde 2007, cuando Hamas asumió oficialmente el gobierno de la Franja de Gaza —de la cual Israel se retiró de manera unilateral en 2005— las confrontaciones bélicas han constituido una constante. Esporádicamente se desatan incidentes de violencia que escalan hasta convertirse en verdaderas guerras, durante las cuales vuelan cientos y hasta miles de misiles desde Gaza hacia Israel, mientras éste actúa mediante ataques aéreos arrasadores que, en alguna ocasión, fueron acompañados por el ingreso de tropas israelíes a la Franja.

Siempre las víctimas en Gaza superan por mucho a las de Israel, en razón de la diferencia abismal en poder militar, siendo, además, el hacinamiento poblacional que se registra en Gaza, por una parte, y el llamado Domo de Acero con el que cuenta Israel para contrarrestar la lluvia de cohetes por la otra, un factor más en la asimetría en que se han llevado a cabo esas confrontaciones. Para desactivar esos episodios bélicos, Egipto ha sido una pieza clave como mediador, a fin de lograr las treguas y los ceses de fuego.

Existe en Gaza otra agrupación político-militar más pequeña y menos poderosa que el Hamas. Se trata de la Jihad islámica, cuyos militantes se han caracterizado por ser más radicales aún que los del Hamas. Por lo general, las dos estructuras de poder han actuado coordinadamente cuando los conflictos se desatan, aunque siempre el Hamas es quien encabeza los operativos antiisraelíes. Se trata de una unión pragmática y coyuntural, que contrasta con periodos en los que las pugnas entre ambas agrupaciones por espacios de poder dentro de la Franja son frecuentes.

Es así que, cuando a principios de esta semana supimos que de nueva cuenta Israel bombardeaba objetivos en Gaza y los cohetes volaban desde ahí hacia Israel, parecía que estábamos ante un déjà vu y que, por semanas, se estaría debatiendo acerca de los operativos, la destrucción y las víctimas de una guerra como las experimentadas en el pasado. Sin embargo, no fue así, hubo diferencias claras que revelan ahora la existencia de un contexto general relativamente distinto.

En primer lugar, la confrontación duró sólo 66 horas. El hecho de que la embestida desde Gaza estuvo en manos únicamente de la Jihad islámica, sin participación del Hamas, fue el factor central para que el cese al fuego se pudiera imponer con rapidez. De ahí la pregunta de por qué el Hamas se mantuvo al margen de los operativos. La respuesta estriba básicamente en que, en el último año, a partir de que Benjamin Netanyahu dejó de encabezar al gobierno israelí, el abordaje del tema de Gaza por la siguiente administración a cargo del dúo Bennett-Lapid ha sido distinto.

Uno de los cambios fue que, por primera vez desde 2006, Israel permitió el ingreso diario a su territorio de varios miles de trabajadores provenientes de Gaza —14 mil es la cifra actual—, lo cual ha servido de paliativo económico para las necesidades de un segmento de la población gazatí, cuya tasa de desempleo es de 50 por ciento. Además, desde el otoño pasado Israel ha permitido el ingreso a la Franja de artículos diversos anteriormente prohibidos, al tiempo que ha aceptado una importante exportación de productos agrícolas desde Gaza a Israel. Todo lo cual ha mejorado en cierta medida las condiciones de vida de su población.

Para Hamas, sin duda el mayor responsable de la vida en la Franja, sumarse a la ofensiva de la Jihad islámica significaba perder lo ganado este último año, más aquello que está como posibilidad de recibir en el futuro inmediato. Y es que se sabe que el gobierno israelí, en este momento encabezado por Yair Lapid, tiene el propósito de aumentar a 20 mil la cifra de trabajadores que ingresen, además de plantear iniciativas de infraestructura interesantes para Gaza. Existe un plan de tender una línea de abasto de electricidad y gas desde Israel hacia Gaza, lo mismo que de instalar una planta de desalinización de agua que ayude a paliar la escasez del líquido que se sufre ahí.

Por lo pronto, el haber dejado a la Jihad islámica pelear sola contra Israel —y por tanto la corta duración de la guerra— pueden deberse al cálculo del Hamas de obtener dos ganancias mediante su marginación: debilitar a su rival interno (Jihad islámica), y mantener vigentes las condiciones establecidas tácitamente con Israel a lo largo del último año, a fin de mejorar sustancialmente las condiciones de vida dentro de su espacio de poder.

¿Se conjuran así futuros choques entre Israel y Gaza? Quizá en el corto plazo así sea, aunque hay que tener claro que mientras la demanda palestina de un Estado independiente no se concrete, tarde o temprano las confrontaciones bélicas reaparecerán.

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