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El aire libre y la banalidad del mal

Clara Scherer

Clara Scherer

Las que saben de aires libres, recomiendan: Primero, deja que entre aire fresco (a tus oídos, a tu mente y a tu corazón). Totalmente de acuerdo. Para no sucumbir a la contaminación mental y emocional, que está en alerta máxima, lee un buen libro (El expediente Anna Ajmátova, por ejemplo), escucha música maravillosa (Freddie Mercury, Rapsodia Bohemia) y charla con las amigas y amigos sobre los múltiples placeres de vivir en este maravilloso y aterrador México.

Segundo, mantén las ventanas abiertas, tanto como sea posible. Es decir, los ojos. Ya se sabe, por una mirada… sí, el lenguaje universal, así que a estar muy pendientes de nuestras miradas y de las ajenas. Durante los días de calor furibundo (vendrán más al caer el plan B), abre sólo un ojo por algunos minutos para saber si puedes mejorar, aunque sea un poquito, la calidad del aire enrarecido. Mirar con ternura los errores humanos, calma y da confianza.

Tercero. Mira fijamente algunas plantas verdes, pues, además de que eliminan palabras contaminantes, según la sabia Hildegarda de Bingen, limpian la mirada y descansan la vista. Son muy refrescantes para volver a la serenidad reflexiva. Nos queremos vivas y sanas.

Cuarto. Deja velados enojos tragándotelos.

Más vale enojarse bien y de frente. Con la ira acumulada, piensa creativamente. Construye tu propio ambiente para oponerte a cualquier aire opresor, venga de pareja o de mañaneras. El arte ayuda, el deporte también. No te dejes llevar a esa zona de horror, el resentimiento.

No olvides reemplazar los filtros, es decir, si a pesar de leer un buen libro no puedes alejar de tu mente las tropelías machistas, busca otra forma para desactivarlas. Son sumamente tóxicas y no ganas nada dejándote arrastrar. Hay que detenerlas desde un primer momento, parando tu mente.

Elimina el polvo que deja a su paso. O sea, palabras injuriosas, deleznables, poco elegantes y saturadas de rencor. No las repitas, pues las haces potentes. Hay que quitarles virulencia. Afortunadamente, el español es un idioma rico en vocablos y no necesita polvos envenenados, carentes de sentido.

Del libro de Ruy Sánchez, hay que leer cuidadosamente el pasaje donde habla de Étienne de La Boétie y Montaigne. El primero se hace una pregunta: “¿Cómo es posible que tantos hombres, tantos pueblos y ciudades, tantas naciones soporten a un tirano solitario? ¿Un millón de hombres no se protegen de uno solo?”. La respuesta inquietante: “La crueldad del tirano se vuelve como el pararrayos y reflejo de lo que puede llegar a ser la crueldad de cada uno de los humanos. La dimensión de crueldad que hay en los humanos se revitaliza cuando hay un tirano”. 

Surge así, la “servidumbre voluntaria” sea por el muy angustioso miedo o para aprovecharse aparentando sumisión. El autoritarismo es miedo a la libertad. Ruy Sánchez, retomando ideas de los pensadores mencionados, resume: Un líder carismático siempre es cruel; está urgido de enemigos para emprender combate verbal contra quien sea; miente, miente y sigue mintiendo.

De Rapsodia Bohemia, de Freddie Mercury: “¿Es esto la vida real? ¿Es esto sólo fantasía? Atrapado en un derrumbamiento/ No hay escape de la realidad”. ¿Será inquietud en la cabeza del aprendiz a dictador? Por lo pronto ya será materia de estudio eso denominado 4T.

No olvidemos el daño hecho a la humanidad, lo que Hannah Arendt llamó “banalidad del mal”. Quienes ocupan alguna posición de poder y sólo obedecen sin inquietarse por las consecuencias de sus actos. Entre la crueldad de unos y la irresponsabilidad de otros, las mujeres perderemos más libertades ganadas.

Para eso sirve “limpiar el aire”, para rendirse cuentas a una misma y actuar en consecuencia. No dejarse llevar. Urgen “aires de libertad”, para que la Suprema Corte sentencie ajustada a la Constitución y el voto sea bien contado.

 

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