Un llamado a la cordura
Para quienes extrañan privilegios quisieran volver a un México donde los asuntos públicos sólo sean asuntos de oligarcas, políticos y comentócratas
En los últimos días, voces ligadas al viejo régimen, intelectuales promovidos en su tiempo por Carlos Salinas de Gortari, comentócratas de los grandes medios y políticos identificados con la debacle del PRI, del PAN y del PRD, comenzaron a difundir la idea de que algún periodista o candidato de oposición, podría ser víctima de un atentado y responsabilizaron al presidente Andrés Manuel López Obrador de ello. En concreto y con fuerza, auguraron un “atentado en el futuro contra Xóchitl Gálvez”.
Todo inició con la publicación de una portada amarillista, irresponsable y mal intencionada de la expriista Beatriz Pagés en su revista Siempre, titulada AMLO crea condiciones para un magnicidio. Luego, comentarios vertidos en los principales medios de comunicación y redes sociales por políticos, comunicadores como López-Dóriga o Aguilar Camín, afirmando que el Presidente les pone en riesgo por lo que dice cada mañana.
Sostener que fomentar el debate político pone en riesgo a adversarios, no tiene base ni en las raíces del movimiento democrático que empuja la 4T, ni en el método de Morena, mucho menos en la trayectoria del Presidente ni en el estado actual de nuestra democracia.
Como López Obrador lo ha sostenido durante años, “nuestro movimiento no ha roto ni un sólo vidrio” y, entre otras cualidades, su liderazgo se ha caracterizado por las decisiones que toma en momentos de dificultades: siempre con mente fría y corazón caliente.
La historia de nuestra democracia debe reservar un buen capítulo a la decisión del Presidente frente al fraude electoral de 2006 porque evitó la violencia y canalizó rabia acumulada en organización. Yo tenía 16 años, no podía votar, pero sentí el robo como propio; no fueron pocas las pancartas, consignas y expresiones inerciales que le exigían a López Obrador “acciones más radicales”, “bloquear carreteras, caminos, aeropuertos, tomar las armas”. Pero la respuesta del hoy Presidente fue la resistencia civil pacífica, insistir, resistir y no dejar de luchar por la vía electoral.
Aunque la indignación colectiva tenía lógica, ahí quedó claro: la ruta propuesta por López Obrador antes, entonces y hasta el final, sería la pacífica, concientizar, organizar la voluntad del cambio y fortalecer nuestra incipiente democracia. Hubo quienes no compartieron el método y se alejaron, pero los enojos de las mayorías se convirtieron pronto en esperanza y continuamos.
En 2018 ese movimiento gestado durante décadas logró el triunfo irrefutable de López Obrador y hoy tenemos un Presidente que no gobierna para unos cuántos. En su papel gobernante es indiscutible su comportamiento republicano: sin mezquindades ni mezclar diferencias políticas, se coordina con gobernadores de oposición y actua como jefe de Estado. En cambio, en su conferencia matutina informa acciones de gobierno, pero también abona al debate público.
Si eso molesta a la oposición, no es falla nuestra, sino de su nulo talante democrático. Para nuestro movimiento lo público cada vez debe ser más público; para quienes extrañan privilegios quisieran volver a un México donde los asuntos públicos sólo sean asuntos de oligarcas, políticos y comentócratas.
Y, aunque la ciudadanía está politizada la visión clasista, los aires de superioridad de las élites, prefieren negar la capacidad intelectual y crítica del pueblo y aludir sin pruebas ni antecedentes, la irracionalidad de “los seguidores de López”. Sus narrativas, además de lejanas de la realidad, enrarecen el clima democrático instaurado en los últimos años: por primera vez en décadas ningún periodista ni medio de comunicación recibe “línea” desde el gobierno; no se utiliza el aparato coercitivo del Estado contra opositores y se goza de garantías para expresarse en cualquier vía.
La libertad y democracia de hoy es el sueño de muchas generaciones que lucharon antes. Por eso, quienes nos llamamos demócratas debemos señalar con alerta esta nueva jugada de los viejos jugadores, porque es baja y busca infundir terror; desde esa visión democrática e histórica, debe la propia Xóchitl Gálvez llamar a la cordura a quienes son voceros del proyecto que busca representar.
Nuestros opositores deben saber que siempre promoveremos el debate de ideas, pero jamás le desearemos ni haríamos mal a nadie.
