Logo de Excélsior                                                        

No volverán

Citlalli Hernández

Citlalli Hernández

Nuevas narrativas

Se ha confirmado la alianza formal del PRIANRD y, para no volver al pasado, hay que apelar a la memoria histórica del pueblo mexicano y contarles a las nuevas generaciones que hay culpables —con nombre y apellido— de las grandes crisis económica, política, social y cultural que nuestro país ha enfrentado durante décadas.

En la incipiente democracia de nuestro país se fue consolidando un sistema político que no satisface a las mayorías. Desde la Revolución Mexicana hasta finales del siglo pasado hemos vivido una dictadura sutil y silenciosa que nos ha heredado una cultura política corrupta: 70 años del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el gobierno, con un control casi absoluto en municipios, congresos locales, entidades federativas, en el Congreso de la Unión y con una mano incidiendo en sindicatos, universidades y organizaciones sociales.

Quienes defienden al PRI argumentan que les debemos casi todo lo construido hasta ahora —¡semejante cinismo!, ya sería mucho que en tanto tiempo no hubiesen dado ni un sólo resultado a la población—. La realidad es que nuestra patria merece un mejor destino y, de haber tenido mejores gobernantes, hoy tendríamos una realidad diferente. Somos muchas las generaciones que con falsas promesas de cambio nos hemos enfrentado a escenarios de miseria, falta de oportunidades, violación a nuestros derechos, violencia y futuros frustrados.

En 1939, diez años después del surgimiento del PNR, antecesor del PRI, nace el Partido Acción Nacional (PAN), supuestamente como oposición al partido en el poder —algunas lecturas históricas nos permiten afirmar que fue en oposición al gobierno de Lázaro Cárdenas, pero ésa es otra historia—. Por su parte, en 1989, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) nació como una gran coalición de izquierda, integrada por diversas fuerzas sociales que se articularon como alternativa al régimen autoritario y corrupto de entonces.

Aunque la vida de un partido político y sus aportes a la democracia no deben ser juzgados de manera general, sino por etapas y acciones concretas, la situación actual del PRI-AN-RD está a la vista: del PRI todopoderoso poco queda, del PAN opositor al PRI, menos, y del PRD como una alternativa al sistema político y económico predominante, nada.

Hoy, sus fuerzas se concentran en sus filias y fobias contra Andrés Manuel López Obrador, en la supervivencia política de las cúpulas partidistas que han vivido del erario y han construido sus riquezas haciendo negocios desde del poder. Les asusta —y mucho— la posibilidad de no vivir más del presupuesto, porque para ellos la política no es un noble oficio, sino una empresa muy rentable; quisieran volver para restablecer los privilegios que se han combatido en esta nueva etapa.

Dado el engaño de la transición democrática del PRIAN, encabezada en el año 2000 por Vicente Fox, la hegemonía priista en realidad se acabó en julio de 2018. El sistema político que fueron construyendo lo ha ido desmoronando la ciudadanía a través de diversas luchas en las últimas décadas. Son los personajes que han lastimado la vida de millones de personas, quienes resisten al avance de un cambio verdadero.

Hoy hay dos visiones políticas en México: un proyecto de nación con el respaldo de las mayorías puesto en marcha desde el Ejecutivo federal y las mayorías legislativas y una oposición endeble, sin proyecto nacional ni visión social, que le apuesta a aglutinar el odio hacia la denominada Cuarta Transformación para subsistir políticamente.

Los vestigios del viejo régimen, los socios de las grandes estafas al pueblo mexicano, los siempre cómplices de fraudes electorales, los orquestadores de la guerra sucia y la guerra de Calderón; los amigos del mal llamado Pacto por México, quienes se decían ser diferentes, se peleaban en público, pero se abrazaban en las grandes cenas y reuniones secretas, hoy se han quitado la máscara: siempre fueron cómplices de un sistema que ya no queremos.

Comparte en Redes Sociales

Más de Citlalli Hernández