No piense en el iPhone
No cuestionan mis ideas ni mis posturas, se fijan en nimiedades e irrelevancias.
La semana pasada se intentó cuestionar mi “congruencia política e ideológica” por la difusión de una fotografía en la que me encontraba en una tienda comercial de la Ciudad de México sosteniendo mi teléfono celular.
De las cuentas de derecha en redes sociales y la tóxica oposición, no sorprende, pero que algunos medios lo hayan tomado como nota, asusta por lo irrelevante y la falta de interés periodístico en el asunto.
Resulta que, frente a los ojos y señalamientos, ya no soy de izquierda por ocupar un iPhone y no puedo respaldar los logros de la Revolución Cubana ni hablar del bloqueo comercial a la isla, que han condenado durante años la mayoría de las naciones del mundo y diversas organizaciones de derechos humanos, como la ONU, sólo porque se me vio en una tienda.
Primero, disculpe la humildad, pero es un timbre de orgullo saber que quienes le han hecho tanto daño a México y se oponen a la transformación no tienen nada serio con qué “cuestionarme”; no cuestionan mis ideas ni mis posturas, se fijan en nimiedades e irrelevancias, como mi peso o maximizan temas para provocar un “linchamiento”.
Se intentó construir la narrativa de que encontrarme en dicha tienda era alejarme de la “austeridad republicana” que profesamos en la Cuarta Transformación y casi casi me piden que no use celular y me comunique con martillo y cincel para enfrentar al neoliberalismo.
Detrás de este intento se ubica la máxima expresión de una derecha que excluye, pues en su concepción, la mayoría de las personas no pueden tener acceso a cosas que ellos consideran “exclusivas” de una clase social a la que quieren, fingen o pertenecen.
En cambio, desde nuestra concepción, construimos una sociedad donde todas y todos cuenten con las condiciones para acceder a la cobertura de necesidades vitales y cotidianas por supuesto, por derechos y servicios, pero también una herramienta de comunicación, de trabajo o gusto, como un teléfono celular.
Sin embargo, esto no es coincidencia o un caso aislado, son ya varias veces que se ha cuestionado a personajes de la 4T por tener un iPhone o por comer en ciertos lugares.
Estas voces desvían la atención y generan narrativas para que no recordemos cómo han sido antes las cosas. Hablar de austeridad en un país donde la clase política ha vivido bajo privilegios y prebendas a costa del malestar de las mayorías es hablar de justicia.
Hablar de austeridad republicana no es pensar en que las y los representantes populares vistan en harapos, no coman y se aíslen del sistema económico. Decir que ser de izquierda es no ocupar un iPhone es además de una falacia, una tontería.
Lo que se le debe cuestionar a cualquier persona pública que tenga como facultad administrar recursos es qué hace con el dinero del pueblo —y si me apuran: ¿qué ha hecho la clase política, la que gobernó durante 80 años con nuestro dinero?—. Es ahí donde actualmente se ha planteado un gasto eficiente al servicio de las mayorías y no el despilfarro al servicio propio.
En ese sentido, no piense en el iPhone que le dicen que compré, piense en cuánto dinero ha habido en este país y en qué se ha utilizado —¿acaso desviado o robado?—.
Piense que si en tiempos de austeridad republicana alcanza para atender a adultos mayores, estudiantes, personas con discapacidad, construir caminos, rehabilitar hospitales, comprar medicinas, vacunar a toda la población, construir un nuevo aeropuerto, el Tren Maya, el tren interoceánico, comprar una refinería en Texas, hacer una nueva, subsidiar la gasolina para evitar gasolinazos, atender el campo, basificar personal de salud, ayudarle a los gobernadores a terminar sus obras y más, sin deuda y sin aumentar impuestos, ¿por qué en 80 años del PRIAN no vimos nuestro dinero utilizado y bien administrado?
