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El péndulo de la democracia

Citlalli Hernández

Citlalli Hernández

Nuevas narrativas

Dos procesos electorales sucedieron en el continente estas últimas semanas. Aunque uno fue de mayor atención para el mundo, vale la pena detenerse en el otro. Hay un gran contraste entre ellos, no sólo por su método, sino por los resultados; de ambos hay lecciones que aprender y, por supuesto, se vuelve necesario analizar hacia dónde van las democracias en América y en el mundo.

Hablo del sur y del norte, de Bolivia y de Estados Unidos. En la primera no hubo duda, el resultado fue contundente: con la participación de casi seis millones y medio de ciudadanos, el 55% de los electores ratificó el triunfo del movimiento que encabeza Evo Morales, el MAS (Movimiento Al Socialismo), resultando como ganadores Luis Arce en la Presidencia y David Choquehuanca en la Vicepresidencia. A un año del golpe de Estado, y 21 días de las nuevas elecciones, este fin de semana tomaron posesión de su cargo.

En cambio, en nuestro país vecino aún no tenemos resultados definitorios. Donald Trump alega fraude electoral, en una elección donde participaron casi 150 millones de votantes y que, hasta el momento, ha dado como ganador al demócrata Joe Biden, que ya cuenta con 290 votos del Colegio Electoral de los 270 necesarios. Más allá de la descripción política —y hasta sicológica— del personaje, es sintomático que el actual presidente del país que durante muchos años se ha comportado como el hermano mayor que pone ejemplo de democracia al mundo, hoy esté denunciando un “sistema electoral corrupto”.

En el caso de Bolivia, el gobierno de facto, que hace un año se impuso con violencia tras la acusación de fraude, reconoció de inmediato los resultados. En cambio, lo que pase en la nación norteamericana en los próximos días dependerá del Poder Judicial —que ratifique o no el virtual triunfo de Biden— frente a la acusación de Trump sobre la posible trampa generada a través del voto por correo en estas elecciones debido a la pandemia de covid-19, pero también de las acciones que realicen los seguidores del hoy presidente, de los cuales podemos esperar violencia y confrontación.

Durante las últimas décadas, la incipiente democracia en muchos países de América Latina envalentonaba a los mandatarios norteamericanos para opinar, incidir e intervenir en las decisiones de nuestros países. Bajo la afirmación de ser el principal referente de progreso, libertad y democracia, participaban de nuestras democracias que muchas veces se caracterizaron por el desánimo ciudadano, la poca participación y el hartazgo hacia su clase política, pero, sobre todo, por tener mandatarios débiles y sin disposición de defender nuestra soberanía. Sin embargo, en los países de la región donde se ha fomentando la participación ciudadana, convenciendo de que las decisiones políticas no deben concentrarse en las élites, los avances democráticos no son menores. A pesar de los intentos por detener dichos procesos, el impulso de los pueblos y el ánimo transformador es evidente.

Mientras en Chile el pueblo inició un plebiscito para echar atrás la Constitución que se impuso durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, en México apenas hace dos años le ganamos a la compra del voto y al fraude electoral; en Bolivia, a un año del golpe de Estado y tras 14 años de ejercer el poder, el pueblo ratificó la continuidad del proyecto del MAS a través del voto popular; en cambio, en el bipartidismo de Estados Unidos, con pocas diferencias sustanciales entre demócratas y republicanos, el actual presidente acusa fraude en su intento de reelección. Durante las últimas décadas es una constante la lucha en Latinoamérica por la democracia y la construcción de naciones donde se respeten todos los derechos para todas las personas; en el camino de los años, diversas reflexiones se han concretado: renovar, por ejemplo, los órganos electorales y judiciales, fomentar la conciencia y organización ciudadana o tener nuevos organismos internacionales que sean instrumentos verdaderos de multilateralidad y no vehículo de intereses hegemónicos.

En estos días, Bolivia nos ha demostrado que cuando el pueblo se organiza, utiliza las herramientas democráticas y se manifiesta a través de ellas, hace valer dignamente el sentir de las mayorías; no hay trampa que funcione. Mientras tanto, EU enfrenta el mayor reto democrático de su historia moderna, su sistema electoral llegó al límite y la autoridad moral con la que se valía para hablar de democracia e imponerse en algunas naciones se ha desdibujado. Es hoy Bolivia, y no Estados Unidos, el principal referente de ejercicio democrático; va siendo momento de que México mire más al sur.

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