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Contra el engaño

Citlalli Hernández

Citlalli Hernández

Nuevas narrativas

En la primera columna compartida en este espacio sostuve que el mandato de julio de 2018 fue de cambio; quizás para algunos sectores de los partidos políticos no ha quedado claro, pues las élites políticas no sólo están alejadas de sus bases, sino, además, les demeritan.

En un país como el nuestro, donde la historia política está llena de pasajes de corrupción, abuso, cinismo y traiciones. La expectativa de transformación acumulada por generaciones agudiza el reto de todos los partidos para reinventarse; es natural que, conforme avanzan las sociedades, éstos se enfrenten a la necesidad de actualizarse o, por lo menos, de adaptarse a las nuevas exigencias.

En la teoría, las tendencias políticas, ideologías, asociaciones de pensamiento, la visión compartida de un proyecto o los intereses comunes agrupan a los iguales; sin embargo, en la práctica y derivado de cálculos electorales y un tanto de pragmatismo, muchas veces vemos a los diferentes juntarse para ganar una elección.

Es así como, a pesar de ser contradictorio, hemos visto alianzas coyunturales entre partidos que se asumen de izquierda con partidos que se autodefinen de derecha. Por supuesto, ese elemento de incongruencia lo nota la ciudadanía, por lo que, con artilugios retóricos y discursivos, intentan justificarse para no perder adeptos.

A pesar de ello, el anuncio de la semana pasada es el colmo de los colmos. La sobrevivencia política de los partidos que han ido perdiendo credibilidad con el transcurrir del tiempo y el efecto de sus decisiones, es evidente. En un acto de desesperación, se ha anunciado la oficialización del PRIANRD, ése que desde hace varios años se denunciaba, pero que sus representantes intentaban ocultar por la obviedad de sus implicaciones.

Y es que el pacto entre PRI, PAN y PRD existía en el clóset desde hace tiempo. En público se decían diferentes y se golpeaban entre sí, pero en lo oscurito acordaban. Las “dirigencias” de dichos órganos políticos fueron desistiendo a sus convicciones y cada vez más se constituyó una lógica de intereses creados, conveniencias y hasta negocios.

El primer acto oficial donde anunciaron su compromiso fue en la firma del mal llamado Pacto por México, donde todos estos partidos se comprometían a acompañar las “reformas estructurales” de Peña Nieto; modificaciones legislativas que legalizaron la explotación laboral, la entrega de nuestros recursos energéticos, el golpe al magisterio y muchos otros retrocesos en términos de derechos.

El PRIANRD existe, ya formalizaron el matrimonio y ahora nadie puede negarlo; intentan justificarlo construyendo la necesidad de combatir a un enemigo (al Presidente de México). Andrés Manuel, el “peligro para México” que ha sido consecuente con sus luchas a pesar de su afiliación partidista, que llegó a la Presidencia con el respaldo de 30 millones de mexicanos y que, según las más recientes encuestas publicadas, cuenta con el 62% de aprobación, a pesar de las dificultades económicas y sanitarias derivadas de la pandemia.

El clásico “todos son iguales” se fortalece cuando miramos al PRIANRD cada vez más junto y el reto de los demás partidos aumenta, si no marcan la diferencia entre las demás ofertas políticas. La ciudadanía está cansada de mirar a los mismos personajes de siempre en la boleta electoral; a quienes robaron y despojaron de derechos, a quienes prometieron y no cumplieron, a quienes traicionaron el voto de confianza, a quienes decían ser diferentes y resultaron ser más de lo mismo.

En los tiempos que vivimos, la exigencia de congruencia es mayor, porque la ciudadanía ha probado con casi todos los partidos y de manera general casi todos le han fallado (incluyendo las candidaturas independientes).

Auguro que al PRIANRD no le irá bien el próximo año, a pesar de la suma de sus caciques y la inversión monetaria. El mismo destino tendrá quien siga sus pasos, porque no sólo es congruencia lo que se mide, también los resultados. La ciudadanía avanza con paso firme contra el engaño en todos los partidos y dice ¡no! —a pesar de sus preferencias políticas— a todo lo que implique más de lo mismo.

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