Atrapados, ¿sin salida?

Cuando inició la Legislatura, en la que por primera vez la izquierda en México tenía mayoría en la Cámara de Diputados y de Senadores, un senador panista todavía intentando asimilar que también era la primera vez que el PRI perdía su hegemonía en el Ejecutivo me ...

Cuando inició la Legislatura, en la que por primera vez la izquierda en México tenía mayoría en la Cámara de Diputados y de Senadores, un senador panista —todavía intentando asimilar que también era la primera vez que el PRI perdía su hegemonía en el Ejecutivo— me decía, con tono de desdén: “Sí, a ver, nadie niega que López Obrador tuvo el respaldo de más de 30 millones de personas y que la gente quiere un cambio; sin duda, confían en lo que les ofrecieron, su diagnóstico del país no es equivocado, pero lo que definitivamente no me gusta nada —decía aumentando el tono ya con enojo— es el uso de esa mercadotecnia exagerada. Es molesta porque, además, nadie se la cree”. Extrañada por eso último, le pregunté a qué se refería y me contestó ya casi gritando: “¿Qué es eso de que anda en el Jetta?, ¡que la austeridad y no sé qué!, ¡por favor!”...

Me di cuenta —y se lo dije— que entonces no habían entendido nada si creían que un modo de ver la política y un modo de vida tan auténtico como el de Andrés Manuel López Obrador era resultado de una estrategia de marketing.

Pensé que lo irían entendiendo e, ingenuamente, creí que el nuevo momento social y político los haría mejorar —o por lo menos cambiar—, pero, a cuatro años de distancia, lo podemos ver con mucha claridad: no entendieron el mensaje contundente en las urnas, no piensan cambiar y, además, en la desesperación de perderlo todo, han sacado su peor lado, el más vil y mezquino.

Hay un sector de actores políticos, comunicadores, académicos, personas que han formado parte o convivido de alguna manera con las élites, que se fueron formando tras décadas del ejercicio del poder en manos de una misma clase política y económica, que cada que los miro, les oigo o les leo, los siento atrapados. No encuentro otra palabra para describirles, tratando de explicarlo con un poco de ficción, es como si el tiempo se hubiera detenido y ellos —mayoritariamente son hombres— se hubiesen quedado congelados, encapsulados en donde se les detuvo el tiempo y de repente les llegó la realidad presente.

Por supuesto, entre quienes disfrutaron, convivieron o eran tomados en cuenta por la élite, hay gente buena y tendrá que irse adaptando a un país de todos y para todos, con muchas oportunidades, pero sin privilegios.

Sin embargo, los atrapados que se sentían únicos y parte de “la clase política” sí están en apuros. Si no se liberan de esa cápsula, tenderán a perderse en el espacio y en el tiempo. Son de un estilo similar de vestir, de hablar y de relacionarse, frecuentan los mismos lugares, en donde siempre llegan a acuerdos en beneficio de ellos y de sus intereses, de hecho, los hay en todos los partidos y, cuando hay nuevos códigos, nuevas prácticas, formas menos presuntuosas de vestir, de ser y convivir, sencillamente no lo toleran e intentan desdeñar señalándoles de personas inexpertas o idealistas.

Y es que son los mismos que durante años han ninguneado —y lo siguen haciendo— a quienes hemos tratado de incidir en la vida política de nuestro país sin pertenecer a ninguna élite. Piensan que sólo ellos, su familia y allegados son los únicos que, como siempre lo vivieron así, tienen el derecho a estar en cargos de representación popular —y han llegado al extremo de, incluso, reclamar que sólo ellos tienen derecho a asistir a los mismos espacios que hasta hace unos años consideraban exclusivos para los de su “clase”—.

A cuatro años de su derrota en las urnas, y después de múltiples batallas electorales y políticas ganadas por nuestro movimiento, si algo nos queda claro es que siguen atrapados en la misma lógica, no entienden que su burbuja ya se rompió ni han comprendido que la gente pidió un cambio en 2018. Con toda franqueza, me pregunto, ¿tendrán salida de su situación?, ¿llegarán a entender que sus viejas formas ya no son aceptadas por las mayorías?, ¿dejarán de estar atrapados en el viejo régimen?, ¿se renovarán o al fin llegaron a su final?

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