A la deriva

Todo el daño que nos han hecho no se compone solamente con buena voluntad ni lleva poco tiempo ni es sencilla ni se logra fácilmente

Hay quienes esperan que lo que venga para Morena sea la catástrofe, divisiones internas o cualquier cosa que debilite lo que se ha convertido en los últimos años para millones de personas en la herramienta para transformar la vida pública de este país; quizás dicho deseo es el último recurso de quienes a pesar de la inversión millonaria y el esfuerzo cotidiano por debilitar el momento de cambio que vive México, ha fracasado.

La popularidad y respaldo del Presidente de la República, el respaldo a Morena, el rechazo al PRIANRD y los avances del gobierno de la transformación son algunas de las razones que hacen pensar que la ciudadanía seguirá acompañando el cambio. Si pensamos de 1968 a 2018, por lo menos pasaron 50 años en los que las y los mexicanos se organizaron de diversas maneras, se indignaron por mil razones y exigieron de distintas formas un cambio de gobierno.

Por la vía pacífica, democrática y electoral, por lo menos hubo 4 intentos en las últimas 4 décadas: en 1988 la mayoría  de la población votó por Cuauhtémoc Cárdenas, pero hubo fraude electoral a favor de Carlos Salinas de Gortari, con quien inició el neoliberalismo y se agudizó la práctica priista más envilecida; en el 2000, la ciudadanía votó por Vicente Fox, creyendo que votar por el PAN era una alternativa al PRI; en el 2006, por medio de otro fraude electoral, se violentó la voluntad popular que dio su respaldo a Andrés Manuel López Obrador y, en 2012, a pesar de la efervescencia estudiantil del #YoSoy132 y el alto cuestionamiento a Enrique Peña Nieto, el fraude encubierto de compra de votos, intereses creados y el juego mediático, trajeron de vuelta al PRI.

En 2018 se logró lo impensable: inició un cambio de régimen por la vía pacífica y cívica, se ganó con más del 50% de la votación y el mandato fue claro: transformarlo todo, cambiar de rumbo. Desde el primer día se supo que las expectativas de cambio eran superiores a las posibles, pues durante décadas se creó y aceitó un sistema político basado en el abuso, el saqueo, la burocracia insensible, la corrupción y la simulación. El poder del viejo régimen se fortaleció por la complicidad de los principales medios de comunicación que trataron siempre de fingir que todo estaba bien y no pasaba nada. Mientras en la realidad nos robaban nuestros impuestos, nos endeudaban, saqueaban nuestros recursos, violentaban nuestra soberanía, propiciaban poderes delincuenciales, se vinculaban con el narco, provocaban violencia, pobreza y enriquecían a sus amigos y sus socios a costa del dinero nuestro y, sobre todo, aprendieron a usar el miedo y la mentira como un arma de existencia —ahora, de sobrevivencia—.

Todo el daño que nos han hecho no se compone solamente con buena voluntad ni lleva poco tiempo ni es sencilla ni se logra fácilmente; las y los beneficiados de ese sistema tan engranado, generan resistencias, perdieron el gobierno y la mayoría en el Congreso, pero tienen mano en distintas esferas del poder, sobre todo en los fácticos, así que la transformación no se logró al haber ganado la elección del 2018, apenas inició el largo camino y quienes creemos en el cambio debemos tenerlo claro y no caer en la trampa del desánimo, lo inmediato, la mentira, la desinformación y el falso idealismo que nos confunde pensando que a partir de la esperanza todo lo que viene es positivo y perfecto.

Vamos a la mitad de este sexenio y podríamos afirmar que el escenario político ha sufrido un cisma; después de 2018 ningún partido político es igual ni puede mantenerse como estaba ni vive calma al interior. El PRD prácticamente no existe, incluso ha abandonado su ideología de izquierda; el PRI intenta sobrevivir y en su último congreso nacional se declaró de centro-izquierda y criticó la política neoliberal, mientras el PAN, que durante 3 años ha combatido con odio a la 4T, ahora aparentemente busca un diálogo fraterno con el Presidente.

Morena vive su momento de mayor crecimiento y, con ello, el natural momento de mayores retos al interior, mientras los partidos del viejo régimen se encuentran a la deriva, el movimiento de la transformación debe seguir zarpando y librar sus errores y contradicciones internas, pues es un partido nuevo que en poco tiempo ha acumulado grandes logros electorales y no puede fallarle a la ciudadanía ni a la historia.

Temas: