José Alfonso Suárez del Real duró escaso un año en la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México durante la Jefatura de Claudia Sheinbaum. Suárez del Real fue una de las víctimas de la debacle electoral de Claudia en las elecciones de 2021. Al exsecretario de Cultura le pidieron la renuncia exactamente siete semanas después del 6 de junio de ese año. Otra de las víctimas fue el color verde del escudo del gobierno Sheinbaum que se volvió guinda de coraje por las nueve alcaldías perdidas. Y se acabaron los contrastes explícitos con la política de salud del Dr. Muerte. Ah, y lo más importante, ¿a quién se le ocurre poner a un exsecretario de Cultura como jefe de la política capitalina durante las elecciones federales de 2021? Suárez del Real, sin experiencia directa en operaciones políticas, fue sustituido por un operador duro y experimentado, Martí Batres.
Las primeras reacciones en Morena ante el triunfo del ultraderechista chileno José Antonio Kast son una reedición del pánico de 2021, cuando los partidos de oposición perdieron la Cámara de Diputados por apenas 0.46%, le quitaron a Morena la mayoría constitucional y arrasaron en la Ciudad de México. El mensaje es que, para ganar elecciones, “no hay que ser demócrata buena ondita” como el presidente Gabriel Boric o como los intentos iniciales de Claudia Sheinbaum de diferenciarse del gobierno central. Pero una cosa es el récord intachable de Boric en política exterior —lo que más conocemos los mexicanos—, su defensa de la democracia y rechazo a las dictaduras y muy otra su récord de gobierno.
El presidente Boric gastó su capital político en dos intentos fallidos de nuevas constituciones. La primera —una respuesta al estallido social de 2019— de corte izquierda al cuadrado que fue derrotada en las urnas. La segunda, dominada por constituyentes de derecha del Partido Republicano, del actual presidente electo, José Antonio Kast, también fue derrotada por su ataque, sobre todo, a derechos que especialmente las mujeres jóvenes consideran irreductibles. Y aunque Boric logró avances importantes en las reformas laboral y de pensiones, no pudo con la que es la principal preocupación de los chilenos desde 2017: la seguridad. La seguridad se ha deteriorado consistentemente, ya sea por la expansión del tráfico de cocaína que ahora también utiliza vías chilenas para llegar a Europa. Pero, además, en Chile hay un millón doscientos mil inmigrantes venezolanos, en un país de apenas 18 millones; sólo en el gobierno de Boric han llegado 700 mil, legales e ilegales, incluyendo a integrantes del Cártel de los Soles.
Pero la llegada de tantos migrantes venezolanos no sólo aumenta la percepción de inseguridad, sino que también ayuda a “suavizar”, en partes de la opinión pública chilena, los peores rasgos de la ultraderecha: ahora salen de Venezuela no porque haya un gobierno de corte pinochetista, sino porque hay un gobierno de ultraizquierda. La presencia, en la primera vuelta, de un candidato aún más a la derecha de Kast, Johannes Kaiser, atrajo también voto de centro-derecha. En la segunda vuelta, Kast centró su discurso en el tema de seguridad, se hizo eco de algunas de las propuestas antiinmigrantes de Trump, pero a la chilena, en vez de construir bardas, que es más caro, propuso hacer zanjas en las fronteras con Perú y Bolivia, así como deportaciones masivas.
Pero el panorama no es tan blanco y negro como lo pintan las cifras y como lo creen los morenistas en México. José Antonio Kast tuvo un total de 58% de los votos: 8% más de lo que le dieron los votantes de su partido y de los otros dos candidatos de derecha: Kaiser y Evelyn Matthei, quienes ganaron 14 y 13%, respectivamente. Jeannette Jara, del Partido Comunista, ganó la primera vuelta con 27 por ciento. Sus únicos aliados posibles eran Marco Enríquez-Ominami, en su tercer intento presidencial, que ganó 1.19% y el líder marxista leninista Eduardo Artés, que obtuvo 0.66 por ciento. Así que Jara sólo podía contar con un 2% más de votos relativamente seguros en el segundo turno. El hecho de que alcanzara 43%, significa que un 13% de electores chilenos se sigue identificando con el centro. Muy probablemente la candidata Jara atrajo votos de Franco Parisi, el candidato que alcanzó 20% de votos en la primera vuelta, con una exitosa campaña en el norte de Chile y el llamativo lema Ni Fachos ni Comunachos.
Pero no sólo hubo errores de la izquierda. La derecha, que ganó 70% de los votos en las elecciones parlamentarias, presentó tres listas separadas, lo que impidió —afortundamente— que alcanzaran la mayoría calificada y su sistema electoral difícilmente permitiría el robo descarado que perpetró Morena en México con la supermayoría. En conclusión: no fue por “buena ondita” que perdió la izquierda democrática, sino por no poder o saber leer lo que realmente preocupaba a los chilenos. Y, por cierto, aquí en México la seguridad también es la preocupación fundamental.
