Nanodemócratas

Una mujer con 30 años de lucha democrática, que ha intentado usar todas las herramientas de resistencia civil pacífica a la mano, que ha acudido a 17 convocatorias de diálogo, ya sea directamente con el gobierno del dictador en turno o mediadas por organismos y gobiernos partidarios de procesos de paz; una mujer cuyo llamado logró unir a la oposición dispersa de Venezuela y, contra viento y marea, su coalición ganó arrolladoramente las elecciones presidenciales el 28 de julio del año pasado, recibió el pasado 10 de diciembre el Premio Nobel de la Paz. Pero la presidenta Claudia Sheinbaum se niega a felicitarla. La Presidenta prosigue y afirma que ella está por el respeto a la voluntad del pueblo venezolano. Pero resulta que 67% del electorado venezolano votó por Edmundo González, candidato apoyado por María Corina Machado. Lo cual quiere decir, llanamente, que nuestra Presidenta no respeta la voluntad del pueblo venezolano sino la de su opresor, Nicolás Maduro. Pero no es la única. La escritora colombiana Laura Restrepo cancela su participación en el Festival de Hay de Bogotá porque se ha invitado a María Corina Machado quien, afirma, “promueve posturas y actividades a favor del sometimiento de nuestros pueblos…”..

Vamos, el pecado de María Corina es que no sigue nuestro guion, nosotros que a la distancia estamos cómodos y seguros y que vemos con mucha preocupación varias de las posturas de Trump, sino el que se ha visto obligada a tomar ante la negativa de la dictadura de no acatar los resultados electorales, permanecer en el poder y emprender una política de represión salvaje. La presidenta Sheinbaum también se ha visto obligada a seguir las políticas “sugeridas” por el vecino del norte. El 31 de enero de 2024 se burlaba de las periodistas del The New York Times que documentaron con fotos y entrevistas la existencia de laboratorios de fentanilo en Sinaloa. Para el fin de enero, su secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, había desmantelado 139 de estos laboratorios. Con mucho estilo, la Presidenta tanto ha toreado al huésped de la Casa Blanca como ha cedido en numerosas ocasiones, incluyendo la imposición de altos aranceles a China.

El presidente del Comité Noruego del Premio Nobel de La Paz, Jorgen Watne Frydnes, lo dijo muy claramente en la ceremonia del otorgamiento del Nobel y lo citaré ampliamente: “Si sólo respaldas a quienes comparten tus convicciones políticas, no has comprendido lo que es la libertad ni la democracia. Y, sin embargo, muchos críticos no se detienen aquí. Ven a fuerzas democráticas locales cooperando, por necesidad, con actores a quienes desprecian y usan esto para justificar su negativa a apoyar. Ponen sus convicciones ideológicas por encima de la solidaridad humana.  

“¿Cómo debemos considerar, prosigue el noruego, a quienes usan toda su energía para encontrar errores en las decisiones difíciles que los valientes defensores de la democracia tienen que tomar, en vez de reconocer su valentía y su sacrificio y preguntarse cómo podrían ayudar a combatir la dictadura?

“Es fácil defender principios cuando se juega la libertad de otros. Pero no hay movimiento pro democracia que opere en circunstancias ideales. Los y las activistas deben confrontar y resolver dilemas que nosotros ignoramos. Las personas que viven bajo una dictadura frecuentemente tienen que escoger entre lo difícil y lo imposible.

Sin embargo, muchos de nosotros —desde una distancia segura— esperamos que los líderes democráticos de Venezuela persigan su lucha con una pureza moral que sus oponentes jamás han mostrado”.

De hecho, cuando nos obligamos a ser verdaderamente demócratas, reprimiendo los reflejos principalistas y la reverencia al dogma, cuando reconocemos con el corazón en la mano que no sabríamos qué hubiéramos hecho en esas circunstancias en las que hay que elegir entre “lo difícil y lo imposible”, incentivamos al otro, a ése que no nos gusta del todo, a preferir la democracia y el respeto a la ley.

Desde aquí, desde este espacio generoso de Excélsior, abrazo a María Corina Machado y a todo el movimiento democrático venezolano. Reconozco la inmensa valentía de sus líderes y de los ciudadanos comunes que sufren cárcel, tortura y represión. En México buscamos aprender sus lecciones: la división de la oposición sólo gana tiempo para los fines de los gobiernos autoritarios. En México ya casi está completo el recetario del populismo que destruyó a Venezuela. Pero tenemos metido el zapato para impedir que se cierre la puerta por completo. Y aprovecharemos cada rendija de resistencia para que venzan la democracia, la paz y la libertad. Se puede y se podrá.

 

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