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La tabla periódica en la atmósfera

Carolina Gómez Vinales

Carolina Gómez Vinales

Hace unos días me compartieron un video, vía redes sociales, en donde una columna de color amarillenta salía de la planta catalítica de la refinería de Cadereyta, en Nuevo León. Esa nube de aparente vapor, era en realidad dióxido de azufre (SO2) que se infiltra en el aire que respiramos y afecta nuestra salud de numerosas maneras. La empresa controlada por el gobierno federal, Pemex, emitió más tarde un comunicado en el que aseguró que se había tratado de un procedimiento preventivo que “no representó ningún riesgo para la población”.

Pemex opera seis refinerías que, en total, tienen una capacidad de procesamiento de 1.57 millones de barriles por día. Las plantas catalíticas se encargan de realizar la refinación del petróleo a través de la descomposición termal de sus componentes en presencia de un catalizador. La industria de refinación de petróleo encierra una serie de procesos físicos y químicos a los que se somete el petróleo crudo para obtener de él por destilación y transformación química, los diversos hidrocarburos o las familias de hidrocarburos como las gasolinas y el diésel que son más conocidos.

Y, aunque la empresa gubernamental señaló que ese dióxido de azufre no representa riesgos para la población, la realidad es que sí. El azufre en el aire produce los siguientes efectos en la salud de las personas: irritación en el tracto respiratorio, bronquitis, reacciones asmáticas, hemorragias nasales, lagrimeo, que pueden ser a corto y largo plazo. La exposición a las partículas PM10 que están presentes en la atmósfera de la CDMX, pueden afectar tanto a los pulmones como al corazón. Algunos estudios de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), las vinculan a una variedad de problemas de salud como: infartos, muerte prematura en personas con enfermedades cardiacas o pulmonares, asma, y pueden llegar a reducir la esperanza de vida hasta en dos años.

Las PM10 también se miden en la atmósfera en Nuevo León. Es así que Monterrey es, según la OPS, la tercera ciudad más contaminada de América Latina, después de Ciudad Juárez y Lima. En Nuevo León hay otros cinco municipios que se encuentran en la lista de los más contaminados del país: Escobedo, Santa Catarina, San Pedro, San Nicolás y Guadalupe. La contaminación ambiental en ese estado es parecida a la de la CDMX: existe una concentración de industrias contaminantes, temperaturas altas, pocos vientos y partículas PM10 y PM2.5 que provocan una densa capa por encima de las alcaldías o municipios de esas regiones.

Desde el punto de vista de salud pública, la exposición a altos niveles de contaminación del aire puede causar una variedad de resultados adversos para la salud: aumenta el riesgo de infecciones respiratorias, enfermedades cardíacas, derrames cerebrales y cáncer de pulmón las cuales afectan en mayor proporción a población vulnerable, niños y adultos mayores. El ozono es uno de los principales factores que causan asma (o la empeora), y el dióxido de nitrógeno y el dióxido de azufre también pueden causar asma, síntomas bronquiales, inflamación pulmonar e insuficiencia pulmonar.

En este sentido, las autoridades estatales y federales deben velar por los intereses y la salud de sus poblaciones. No se trata de culparse. Es una circunstancia que debe tratarse por expertos. La comunicación de riesgos en salud pública es indispensable y preocupa mucho que las autoridades sanitarias estatales no hayan comunicado nada con relación a este cóctel de gases en la atmósfera. Nuestro país requiere un cambio de conductas a gran escala que favorezcan alinear el comportamiento humano con políticas públicas que tengan en la mira a la salud pública.

 

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