Familias Unidas. No divididas

Hace unos días que el mundo fue testigo de videos y audios en los que se sometía a menores de edad a un proceso traumatizante de separarlos de sus familias en la frontera entre México y Estados Unidos. Los niños fueron puestos en jaulas de metal en un ambiente hostil y bajo la supervisión de agentes fronterizos que no tienen precisamente consideraciones con ellos y su circunstancia. 

Los ponen a dormir en “colchones” sobre el piso y los cubren con unas mantas de papel aluminio. La separación de las familias tendrá consecuencias muy serias en la salud y el bienestar de los niños a corto y largo plazo. Ha habido pronunciamientos muy severos en contra de esta política emprendida por la administración del presidente Donald Trump, denominada Tolerancia Cero. La ONU, UNICEF y la National Academy of Medicine (con sede en Washington, D.C.) han manifestado su repudio contra estos actos que han afectado a dos mil menores de edad en las últimas seis semanas.

Desafortunadamente, esta situación también ocurre en la frontera sur de nuestro país, en donde también las autoridades mexicanas cotidianamente separan a los niños migrantes de sus familiares cuando son detenidos por autoridades migratorias. El Instituto Nacional de Migración (INM) no cuenta con estaciones migratorias en todo el país, así que se corre el riesgo de que los menores puedan perder más el contacto con sus familiares, que en ocasiones son trasladados a otras entidades federativas. Y aunque las deportaciones sí se hacen en familia, cuando son aprehendidos, los pequeños son llevados a diferentes estaciones del INM o dentro de las mismas no se les deja estar junto a sus padres. Aquí en nuestro país, les permiten convivir un día a la semana, pero también los someten a situaciones de estrés y de ansiedad por separación.

De acuerdo con los expertos, cuando los niños ya han enfrentado la adversidad, como es el caso de la travesía para llegar a un punto fronterizo, y desde luego también las experiencias traumáticas y algunos riesgos que han padecido en su país de origen, es muy posible que se incremente el riesgo de sufrir enfermedades mentales e incluso una muerte prematura. Una de las más comunes es la ansiedad por separación, durante la cual el niño se pone ansioso cuando se separa del cuidador primario (usualmente la madre). Cuando los niños son alejados de sus padres, se sienten amenazados e inseguros. Para algunos, esta dificultad emocional supone un malestar tan intenso, un nivel de angustia tan brutal y recurrente, que llega a perjudicar de manera importante el desarrollo normal de su vida a corto y largo plazo.

La comunidad internacional ya se manifestó en contra de las decisiones y actos cometidos por el gobierno de Trump, que son de manera contundente atentados contra los derechos humanos de niños. El Estado no debe separar niños de sus familias, excepto cuando existe el riesgo comprobado de que sus propios padres son los causantes de maltrato. La mayoría de las familias que entra a Estados Unidos de manera ilegal lo hace para escapar de la extrema pobreza, de conflictos armados y otras circunstancias sociales en sus países de origen. Llegan a ese país, después de sortear una serie de adversidades que han puesto en riesgo a todos los integrantes, y en particular a los niños. Por ello, es que resulta inhumano que al llegar a su “destino”, la travesía culmine con un final de horror.

Las consecuencias de estos actos, aunque ya Trump haya firmado una orden ejecutiva para suspender esas arbitrariedades, son tan altas que algunos expertos las calificaron como una crisis humanitaria. Hay más confusión ahora para reunir con sus padres a los más de dos mil 300 niños ya separados de ellos, y la falta de acuerdos políticos para aprobar una reforma migratoria hace un vacío mayor que complica lo más importante: salvaguardar la salud mental y física de los menores.

Me preocupan y me indignan, como a todo el mundo, las condiciones de riesgo en las que están esos niños y adolescentes. Es de esperarse que encerrados ahí contraigan enfermedades, no se alimenten adecuadamente y, desde luego, que las limitaciones para entender el idioma complicarán su atención médica. Quedarán, en el mejor de los casos, relegados a la atención médica en situaciones de emergencia. Es muy lamentable y desolador que a los niños migrantes se les dé trato de adultos en prácticas tan cuestionables como las detenciones a raíz de la condición migratoria irregular. Los niños y adolescentes separados de sus familias son un grupo de seres humanos muy vulnerables. Se encuentran amparados por las normas del Derecho Internacional, aunque en este caso su irregularidad migratoria los ha excluido de los derechos humanos por decisiones políticas discriminatorias y ofensivas contra la niñez.

Por favor, recordemos siempre que un niño es en primer lugar, y por encima de todo, un niño. Que las familias deben permanecer siempre unidas sin importar su condición social.

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