Las letras de Abelardo

No conozco a Carro Nava en persona, pero distingo su valor como analista y crítico del sistema. Muchas veces sus escritos me inspiran a tratar algún asunto, me provocan inquietudes y, aunque no siempre estoy de acuerdo con sus argumentos, considero que los pone en perspectiva —digamos— normalista. Pienso que retrata bien el sentimiento de miles de maestros...

Abelardo Carro Nava es maestro frente a grupo en el Centro de Actualización del Magisterio en Tlaxcala y en la Universidad del Altiplano. Escribe desde su identidad de docente normalista y es defensor aguerrido de la profesión que practica. Sus escritos —henchidos de crítica a la política del gobierno, actual y pasadas— se publican en Educación futura y en Profelandia, dos periódicos virtuales que informan y analizan el acontecer de la educación nacional.

Su pieza más reciente, “CTE (por Consejo Técnico Escolar) 2024 Fase intensiva: La burocratización de la enseñanza”, del lunes 12 del presente, denuncia la verticalidad de la Secretaría de Educación Pública que, en la práctica, niega la autonomía de los docentes que pregona en documentos y proclamas. La narrativa de Abelardo se construye a partir de interrogaciones, es un estilo en el que la pregunta circunda a la crítica. Por ejemplo, “¿por qué el trabajo que debe desarrollarse en los Consejos Técnicos Escolares no surge del colectivo docente en lugar de los documentos que han sido mal pensados y diseñados desde la Federación?, ¿no acaso la autonomía profesional tan cacareada en los últimos 3 años significa que el docente, desde su mirada profesional, es capaz de tomar decisiones fundamentadas en su trayectoria profesional y laboral para favorecer el desarrollo institucional y de sus estudiantes?... ¿acaso es la única formar ‘unidireccional’ bajo la cual puede ‘funcionar’ un sistema?”

Y las responde con cierta acidez, siempre desde la perspectiva del docente de base. Reconoce que el alto funcionariado de la SEP puede tener buenas intenciones, incluso utópicas, pero lo hacen desde el desconocimiento de la realidad escolar. Y fundamenta la ignorancia de la burocracia al documentar las “Orientaciones para la Fase Intensiva del CTE programada para el 21, 22 y 23 de agosto” que la SEP puso en circulación hace unos días.

El estilo altercado —por litigar e impugnar los documentos oficiales— de Abelardo Carro pudiera considerarse una forma heterodoxa de cimentar la famosa jaula burocrática que concibió Max Weber. Pero Weber explicaba los haceres y comportamientos de una burocracia profesional, competente y con conocimiento de su materia. En cambio, el funcionariado de la SEP, se deduce de los escritos de Carro, se distingue por su incompetencia y por el ánimo de control del magisterio.

Por ejemplo, en el documento que comenta, la burocracia central y la de los estados exigen a los miembros de los consejos escolares la entrega completa de los Programas de Mejora Continua, la actualización (también completa) de los Programas Analíticos (de todo un semestre y, en ciertos casos, de todo el ciclo escolar), las planeaciones didácticas del trimestre o semestre, además de todos los proyectos y/o acciones que marcarán el inicio del ciclo escolar 2024-2025. Todo, en sólo tres días. Por ello, en lugar de propiciar diálogos creativos entre los docentes acerca de sus escuelas y alumnos, los constriñen a llenar formatos y cumplir con lo que la dirección/gerencia les demanda.

No conozco a Carro Nava en persona, pero distingo su valor como analista y crítico del sistema. Muchas veces sus escritos me inspiran a tratar algún asunto, me provocan inquietudes y, aunque no siempre estoy de acuerdo con sus argumentos, considero que los pone en perspectiva —digamos— normalista. Pienso que retrata bien el sentimiento de miles de maestros quienes, aunque no protesten, se sienten manipulados y con derechos precarios. Condena a los funcionarios que “…responsabilizan de todos los males que aquejan a la educación a un sector del magisterio cuya revalorización nada más no llega y eso que tanto se ha prometido por neoliberales y no neoliberales”.

Su escritura es llana, sentida y bien hilvanada. Vale la pena dedicarle tiempo a leer sus artículos y los de otros docentes que se divulgan en esas publicaciones y otras regionales. Además del conocimiento directo de las relaciones sociales de las aulas, ofrecen reflexiones que nos ayudan —a quienes examinamos la educación básica desde la academia y las universidades— a comprender el contexto de las escuelas y la vida de sus docentes.

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