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El galimatías de la mentira

Carlos Carranza

Carlos Carranza

Durante estos días, el río revuelto de nuestra vida política ya no corre con facilidad a lo largo de las riberas del olvido. Actualmente, no es tan fácil olvidar las palabras de una o un político, sus interacciones con el mundo virtual, sus apariciones en los medios de comunicación. No hace mucho tiempo, la memoria había encontrado una excelente herramienta en las crónicas periodísticas que solían guardarse en libros, el periódico o las primeras grabaciones de radio y televisión –apreciados diques contra la amnesia del pasado–.

El día de hoy, la virtualidad ha dejado de manifiesto que también se ha convertido en esa infinita página que contiene tesoros de información o, por supuesto, la verdadera Caja de Pandora que alimenta la desconfianza y pone bajo la luz pública aquello que se había guardado bajo el candado de la complicidad. Así, cada uno impondrá su miopía o la claridad de los anteojos con los que se observa aquello que después se convierte en materia de los pregoneros. Tirios y troyanos llevarán la fangosa agua a sus respectivos molinos.

Actualmente, nadie cuestionaría que la mentira en las turbias aguas de la política es y será uno de los mejores recursos con los que se cuenta. Tal vez no esté de más traer a colación uno de los textos más citados cuando se trata de comprender la tenebra de quienes forman parte del poder, El príncipe. En ese texto, Nicolás Maquiavelo anota algo que nos describe como sociedad y, qué duda cabe, a quienes conforman el actual gobierno federal, “[…] Pero es necesario saber bien encubrir este artificioso natural y tener habilidad para fingir y disimular. Los hombres son tan simples, y se sujetan en tanto grado a la necesidad, que el que engaña con arte halla siempre gentes que se dejan engañar. No quiero pasar en silencio un ejemplo enteramente reciente. El papa Alejandro VI no hizo nunca otra cosa más que engañar a los otros (…), sus engaños le salían bien, siempre a medida de sus deseos, porque sabía dirigir perfectamente a sus gentes con esta estratagema. No es necesario que un príncipe posea todas las virtudes de que hemos hecho mención anteriormente; pero conviene que él aparente poseerlas (…) Puedes parecer manso, fiel, humano, religioso, leal, y aun serlo; pero es menester retener tu alma en tanto acuerdo con tu espíritu, que, en caso necesario, sepas variar de un modo contrario…” (Capítulo XVIII).

Muchas veces las respuestas se encuentran en los clásicos. Al parecer no somos tan diferentes a ciertas sociedades del siglo XVI y las preguntas que se derivan a partir de las palabras de Maquiavelo no dejan de ser muy inquietantes. Más allá de la posibilidad y la capacidad de engañar, el aguijón que se clava en nuestra frente es la costumbre que, como sociedad, tenemos a la mentira –quizá en otro momento dialoguemos acerca del “variar de un modo contrario”, aunque no necesita mucha reflexión. Hace unos días, se reveló, a partir de un hackeo a los sistemas de seguridad de las Fuerzas Armadas, que el estado de salud del primer mandatario no es precisamente del que se había jactado apenas una semana antes, luego de ciertos señalamientos acerca de la apariencia que mostró durante las celebraciones de las fiestas patrias. Y las reacciones no se hicieron esperar, así como los galimatías de quienes debían sostener las palabras del inquilino del Palacio y de la encargada de la sección oficial “Quién es quién en las mentiras”: ante semejante filtración, el corifeo desacreditó la fuente (el medio de comunicación Latinus) y desestimó la veracidad de la información.

Sin embargo, allí estaba colocada la guinda en el discurso presidencial. Ante la confirmación del primer mandatario, seguramente el menú de sapos para dicho corifeo adquirió nuevos sabores gourmet. ¿Vale la pena hablar acerca de la respuesta presidencial con una canción de Chico Che? Bueno, el playlist de la mañanera no sólo es lastimero, apunta a brindar un guiño en la piel más superficial y populista de sus seguidores. Lo verdaderamente importante es señalar varios puntos: la vulnerabilidad de los sistemas de quienes, al menos en el papel, son el garante de la seguridad nacional. Otra pregunta, cuya respuesta se intuye, es toda la información que se selló por cuestiones de esa llamada “seguridad nacional” y que, así como la salud del Presidente, puede ser una matrushka de Pandora. Pero no olvidemos el aguijón: como sociedad nos hemos acostumbrado a la mentira política, pasa frente a nosotros y le damos la vuelta a la página. Y lo que no debe dejar de señalarse: hay quienes la aplauden, la justifican con sus galimatías y la llenarán de música con el canto de las guacamayas.

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