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¿Y el liderazgo?

Armando Salinas Torre

Armando Salinas Torre

Echarle la culpa a los conservadores y al neoliberalismo no resolverá los problemas ni mucho menos significa liderar las acciones que requiere el país.

Sigue sin presentarse una política pública para enfrentar la violencia contra las mujeres, y se sigue pretendiendo sólo hacer un giro al discurso político para eludir la responsabilidad y atribuírsela a los demás.

Hemos reiterado desde este espacio que se requiere encabezar un cambio social profundo en la sociedad, pero ello implica convocar al trabajo conjunto, no provocar y generar divisiones creando facciones de conservadores y transformadores, fifís y chairos, entre otras que cada día se inventa.

La violencia e inseguridad, incluyendo la que padecen las mujeres, es transversal, es decir, no distingue ideología política, partidismos, clases sociales o económicas; afecta tanto a quienes se etiquetan de conservadores como transformadores, a fifís y chairos (con lo que ello quiera decirse), sin duda, las mujeres, l@s niñ@s y las personas de la tercera edad son los sectores más vulnerables de nuestra población en esta crisis, y no hay una política pública diseñada específicamente para enfrentar esta situación y cuidar a las víctimas, la realidad desmiente a cada instante los discursos políticos.

Lo mismo sucede con el reto del coronavirus, afectará a todos por igual, aunque, lamentablemente, las personas de la tercera edad y los más pobres de la población tienen más riesgo de que las consecuencias de la enfermedad sean mortales. Sin embargo, sigue sin implementarse una política que penetre, concientice y modifique los patrones de conducta de la población, siguiendo las recomendaciones higiénicas respectivas, que supuestamente son las acciones más eficaces frente a la enfermedad.

Aún seguimos saludándonos de mano; no tomamos precaución de evitar, cuando es innecesario, lugares muy concurridos; no nos lavamos las manos con la técnica higiénica adecuada ni eliminamos la práctica de tocarnos la cara con las manos; es decir, aplicar rigurosamente las medidas preventivas.

Así como tampoco tenemos claras las acciones que debemos realizar cuando consideremos tener a un familiar con los posibles síntomas de la enfermedad; en este sentido, es obligatoria la que se conoce comúnmente como cuarentena, aunque, en realidad, es un aislamiento o tratamiento especial evitando el mayor número de contactos sociales posibles, con la finalidad de romper las cadenas de contagio.

Sin duda alguna, se reitera, como se mencionó en la colaboración anterior, no se trata de generar una histeria colectiva, sino de tomar las medidas preventivas y posteriores adecuadas con la finalidad de evitar el mayor número de contagios posibles. Y, con ello, también, evitar el menor impacto económico a nuestro país, que, de por sí, el año pasado tuvimos prácticamente un estancamiento económico.

Los problemas pueden ser enfrentados si tuviéramos la sensibilidad y madurez de asumir la responsabilidad y el costo de equivocarse, la humildad de convocar sin amenazas veladas a todos aquellos que pueden contribuir a enfrentar los retos. No se trata de imponer y someter, sino de conciliar y reconciliar a una nación dividida, confrontada y lastimada reiteradamente.

Es verdad que existen muchas diferencias con el señor Presidente de la República, así como con muchos de sus colaboradores, pero ello no implica que queramos que le vaya mal a nuestro país. Aquí decidimos vivir y criar a nuestros hijos y convivir con nuestros familiares y seres queridos, por eso y muchas otras razones es que, en forma insistente, convocamos a una reflexión para atender y contribuir a enfrentar en forma unida y coordinada los retos de nuestro país. Es momento de dejar atrás las confrontaciones estériles.

Finalmente, las mujeres de nuestro país han realizado una de las manifestaciones más numerosas de los últimos decenios y no podemos tampoco dejar de ser sensibles a lo que están y estamos padeciendo. Nuevamente, no se trata de dividir a la sociedad, sino de unirla para enfrentar de manera conjunta problemas que padecen todas nuestras mujeres, sin distinción partidista, ideológica o de clase social alguna.

En las pasadas elecciones se eligió no sólo a un jefe de gobierno, sino a un jefe de Estado que debe colocarse por encima de las diferencias partidistas, encabezar y dirigir con inteligencia, sensibilidad y madurez a esta sociedad que quiere un cambio, pero no un salto hacia atrás, hacia un pasado que nos confronte, sino a un futuro que nos una frente a la violencia, la corrupción, la crisis económica y de salud. El liderazgo sigue a prueba…

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