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Los asesinos de Colosio

Martín Moreno

Martín Moreno

Archivos del poder

Políticamente, Carlos Salinas de Gortari y Manuel Camacho Solís mataron a Luis Donaldo Colosio, creando el entorno tenso y enrarecido que rodeó el asesinato del sonorense en Lomas Taurinas. Salinas y Camacho no sólo jugaron con la estabilidad política y personal de Donaldo. También lo engañaron. Lo desquiciaron.

De alguna manera, Salinas y Camacho son corresponsables de que Colosio no hubiera llegado a la Presidencia. Con su perfidia. Con sus embustes. La bala que le atravesó la cabeza en Tijuana sólo fue el epílogo de una perversidad política contra el candidato presidencial del PRI.

PALMA Y LA TRAICIÓN DE SALINAS. “Ni modo, Palma…¡ganamos!”, le dijo Luis Donaldo Colosio a su asesor y amigo Samuel Palma, aquella mañana del domingo 28 de noviembre de 1993 cuando, minutos antes, el partido había ungido a Donaldo —como le decían sus amigos— como precandidato presidencial.

Poco más de un mes después, en Chiapas, el EZLN se levantó en armas. Tras el destape de Colosio, Camacho Solís —quien siempre creyó que Salinas cumpliría el pacto de nombrarlo su sucesor— se desquició emocionalmente por no ser candidato. Salinas le había fallado. Los que llegaron fueron días de tensión política. De reclamos de Camacho a Salinas: “No te pregunto por qué no fui yo… sino por qué fue Luis Donaldo”. De la decepción a la furia, y de la furia al desequilibrio emocional, Camacho se convirtió en un factor que intentó, siempre, descarrilar la campaña de Colosio.

Llegó Chiapas. Según Palma, el presidente Salinas se reunió con Colosio para informarle que iba a hacer “algunos nombramientos” para enfrentar al EZLN, pero en ningún momento le notificó que Camacho sería el nuevo comisionado para la paz en Chiapas.

Según Salinas, sí le avisó a Colosio que Camacho sería nombrado comisionado. Son versiones distintas. ¿A quién creerle: a Palma o a Salinas? Palma, hoy, vive tranquilo. Salinas se quema entre el desprestigio y la mentira.

6 DE MARZO. El discurso de Colosio en el Monumento a la Revolución fue una bofetada al México del Primer Mundo que proclamaba Salinas.

No se podía hablar de un país triunfador cuando el propio candidato del partido en el gobierno hablaba de un México agraviado, con hambre y sed de justicia; con un presidencialismo (ejercido por Salinas) que era necesario reformar y sujetar “a los límites constitucionales”.

El discurso de Colosio provocó la furia de Salinas en Los Pinos. En unos minutos, Luis Donaldo había hecho pedazos al país que tanto presumía Salinas en el extranjero. Lo acabó.

¿Conoció Salinas, previamente, el discurso de Colosio del 6 de marzo? La versión más exacta salió de la boca del propio Colosio.

En su libro Estos años, Julio Scherer le pregunta sobre ello a Luis Donaldo:

-¿Conoció el Presidente tu discurso antes de que lo pronunciaras?

-Espero que me comprenda.

-¿Conoció tu discurso?

-No.

CAMACHO Y LA LOCURA. Torpedeada la campaña de Colosio, desde Chiapas, bajo la complacencia de Los Pinos; trepado el comisionado sobre el candidato, Camacho jamás reconoció la candidatura presidencial de Colosio. El 11 de marzo de 1994, después de que el comisionado dio un mensaje que nada aclaraba y todo confundía, me planté frente a Manuel Camacho y le pregunté, rostro con rostro:

-¿Como priista, reconoce o no al candidato Colosio?

Camacho desvió la mirada. Contuvo la respiración. Apretó los labios. Nada contestó.

Descendíamos sobre la escalerilla eléctrica de un hotel. Le repetí la pregunta, clara, sin dudas. Camacho jamás me respondió.

¿Por qué? Aún aspiraba a que Colosio cayera y él, Camacho, fuera nombrado candidato. A pesar de que el país se hundía.

En Lomas Taurinas, aniquilaron físicamente a Colosio.

Políticamente, Salinas y Camacho ya lo habían matado.

EL FACTOR RAÚL SALINAS. Varios fueron los desencuentros entre Raúl Salinas de Gortari y Luis Donaldo Colosio. Tampoco José María Córdoba quería a Colosio. El asesor presidencial todopoderoso perfilaba como candidato a Ernesto Zedillo. El hermano incómodo pretendía —cierto— seguir haciendo negocios cuando terminara el gobierno de Carlos y empezara el de Donaldo, quien siempre vio con recelo a Raúl.

“Las puertas de Los Pinos se abren desde adentro, no desde afuera”, le escribió Raúl Salinas a Colosio.

Era más que una advertencia. Fue una amenaza.

SALINAS Y DONALDO. Cuando se le pregunta directo a Salinas sobre la muerte de Colosio, evade, esquiva.

-¿Usted mandó matar a Colosio? —le soltó el periodista Jorge Ramos—.

-Luis Donaldo Colosio era mi amigo…

-Vuelvo a la pregunta: ¿Usted no tuvo nada que ver con el asesinato de Colosio?

-Yo fui de los que más perdieron…

Salinas no responde directamente a estas preguntas. Le queman. Lo aturden. La palabra “no” se le atora. Cargo de conciencia.

La pregunta no es quién mató a Colosio.

El punto es: ¿quién lo mandó matar?

                Twitter: @_martinmoreno

 

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