Acción Nacional. Juntos y sí revueltos

El PAN busca expulsar a un ex presidente del partido

Mientras el Partido Acción Nacional exige acuerdos en casi todos los renglones de la vida nacional, alegando o pidiendo unidad, en su interior se hace pedazos y el Presidente de la República surgido de sus filas viaja directamente a un final de sexenio tormentoso y lamentable.

Si bien antes del sexenio foxista sólo el PRI había logrado ocupar el máximo cargo político del país, en las gubernaturas que habían ganado los candidatos panistas, éstos mostraron tan poca vocación política y estrategia partidaria como Felipe Calderón desde la primera magistratura.

Por si esto fuera mucho, cuando agoniza una etapa política y se encienden los focos rojos de la lucha por el poder, Acción Nacional busca expulsar a un ex presidente del partido —que lo era cuando Calderón llegó a la Jefatura del Ejecutivo—, precisamente en momentos en que busca un nuevo dirigente nacional para enfrentar la difícil elección de 2012.

Tal vez el hecho de que nunca había ejercido el poder —sin que ello sea una razón suficiente—, haya contribuido a que Acción Nacional carezca de los valores y habilidades necesarios para ejercer un buen gobierno; pero esto podría haberlo suplido con una actitud política menos alejada de la realidad, del pueblo y las necesidades indispensables del país.

Hoy, aún siendo el partido en el poder, se confronta con organismos políticos que buscan día a día mayor acercamiento con el pueblo y sus necesidades reales.

Si la próxima campaña electoral por la Presidencia constituye en sí misma un desafío, provocar a los demás partidos —y sobre todo al Partido Revolucionario Institucional, que a todas luces se encamina hacia la recuperación de ese cargo— es por lo menos una muestra de ignorancia de lo que se mueve en el terreno electoral.

El pueblo es ya más conocedor —y lo será aún más en los tiempos por venir— de lo que pueda creerse, y no se le engaña con discursos cotidianos, promesas incumplidas y llamados a la unidad que los propios panistas —y en primer término el Presidente— rompen agresivamente.

Precisamente en los días en que Felipe Calderón cumple cuatro años de gobierno, su partido cambia por tercera vez de dirigencia nacional, mostrando ausencia de vida política interna, que tratan de suplir con formalismos partidarios —como elecciones internas que, lejos de ser democráticas, se juegan con dados cargados—.

El alejamiento que ha sentido Calderón de su partido, su apoyo, ha sido total, y ambos enfrentan juntos el final de una oportunidad en verdad histórica que puede convertirse en desastre, ya que deberá compartir responsabilidades de los errores cometidos.

En su espacio histórico, Felipe Calderón quedará en la memoria del pueblo como el responsable de las penas y angustias de una época sangrienta.

Casi tres decenas de miles de muertos —asesinados y caídos en encuentros callejeros—, precio y resultado de una equívoca guerra contra el narcotráfico y la delincuencia, le darán un perfil militarista y policiaco imborrable, y nadie podrá restarle responsabilidad en la pérdida de la paz y la tranquilidad que gozaban los mexicanos.

Decenas, centenares de familias lo recordarán por la violencia y la delincuencia que no supo resolver.

La Convención Nacional del Partido Acción Nacional no contará con la presencia del presidente Felipe Calderón —lo que seguramente constituye un error político—, sin que ello signifique que no intervendrá calladamente.

Pero el resultado sin duda perjudicará al partido que, como ya dijimos, enfrentará una de las campañas más difíciles en la corta historia de la semidemocracia mexicana.

*Periodista y escritor

josecabreraparra@hotmail.com

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