Nahui Olin: un volcán humano

La figura de la artista y escritora sigue representando  libertad audaz y el movimiento continuo de la creación

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CIUDAD DE MÉXICO.

Estamos en el 39 aniversario luctuoso de Nahui Olin. En los albores de cuatro décadas sin ella, sin ese volcán humano que es María del Carmen Mondragón Valseca, mejor conocida como Nahui Olin.

Pocos artistas y escritores han cuestionado y transgredido los valores opresivos de la sociedad conservadora mexicana como Nahui Olin. Hija del general Manuel Mondragón y de Mercedes Valseca, una mujer sensible y amante de las bellas artes que inculcó en sus hijos la pintura y la música.

Nació el 8 de julio de 1893 en la población de Tacubaya. Su infancia y juventud transcurrieron en México, París y en San Sebastián, España, educándose en los mejores colegios. Dominaba tanto el francés, como el español y desde muy pequeña se rebeló en contra de los preceptos y la disciplina tradicionales impuestos por su madre.

En 1897 el general Mondragón, acompañado por su esposa e hijos, se embarcó para Francia. Durante ese tiempo Carmen estudió en París y recibió una esmerada educación al estilo de los clanes porfirianos de la época.

En 1903 la familia regresó a México y se reinstaló en su mansión de las calles del General Cano en Tacubaya.

Carmen siempre mostró una precocidad intelectual y una sed insaciable de conocimiento. A los diez años sorprendió con sus escritos infantiles a su maestra, la monja Marie-Cresence —directora del Colegio Santa María en México— en los que planteaba sus deseos de independencia y libertad y sus anhelos creadores. Estos apuntes, escritos en francés, los publicó la misma Nahui, en 1924, con el título A dix ans Sur mon pupitre (A los diez años, en mi pupitre), en donde ponía en tela de juicio la opresión del ser femenino en la sociedad patriarcal.

En febrero de 1913 el general Mondragón participó en la Decena Trágica en contra del presidente Francisco I. Madero, para después ser traicionado y expulsado del país por el usurpador Victoriano Huerta. Antes de salir rumbo a Europa con su prole, el 6 de agosto de ese año su hija Carmen contrajo nupcias con el cadete y aspirante a diplomático, Manuel Rodríguez Lozano. Ambos jóvenes y bellos, pero ella, una mujer emancipada y ardiente, y él un hombre, según testimonios de la época, con una conducta abierta de homosexualidad, provocaron que el matrimonio fuera un fracaso. “Carmen algo sospecha y en el último momento expresa a su madre que no quiere casarse. Pero ya es tarde, todo se encuentra preparado, el momento político y la situación de los Mondragón Valseca no permite suspender una boda anunciada”, afirma su biógrafo Tomás Zurián, quien fue el primero en rescatar su obra.

Carmen y Manuel se establecieron en San Sebastián en 1914, pues ahí residía el general Mondragón con su familia. La pareja se dedicó a desarrollar su inclinación por el arte y en diciembre de 1920 regresó a México. Un año después ambos artistas participaron en una exposición colectiva. En julio de 1921 Carmen conoció al Dr. Atl y al poco tiempo abandonó a su marido. Entonces adoptó como su verdadero nombre el de Nahui Olin, apelativo que le dio el pintor y vulcanólogo Gerardo Murrillo. Nahui Olin alude a la fecha mágica en el calendario náhuatl: el cuarto movimiento del Sol.

El espíritu libre e innovador de Nahui quedó registrado en las cartas que le escribió al Dr. Atl y que éste recogió en su libro, Gentes profanas en el convento (1950).

Éste fue uno de los periodos más fecundos de ambos artistas. En el exconvento de La Merced pintan, hacen proyectos, conviven con la comunidad artística, escriben y asisten a las reuniones de intelectuales. En el periodo de 1923-1926 Edward Weston le tomó una serie de fotografías que el artista estadunidense consideró “los mejores retratos que he hecho en México”. Hacia 1925 el tormentoso amor con el Dr. Atl llega a su fin. “En 1927, Nahui sigue instalada en el Centro de la Ciudad de México donde se concentra la vida del país y donde realiza, en la azotea de su vivienda, ubicada en la calle 5 de Febrero, una Exposición de Desnudos con las fotografías que Antonio Garduño le ha tomado. Se trata de imágenes congeladas de esta mujer que rompió con las normas establecidas. Después, Nahui vive su relación con el caricaturista Matías Santoyo, quien la acompaña en diciembre de 1927 a Hollywood, donde Rex Ingram le propone filmar una película. La Metro Goldwyn Mayer documenta en la prensa la noticia y se publican fotos de Nahui modelando al desnudo. Sin embargo, el proyecto no se concreta porque ella rechaza los contratos”, relata Tomás Zurián.

Nahui Olin destaca por su versatilidad artística: fue poeta, pintora, caricaturista, maestra, ensayista, pianista, compositora y modelo tanto de los fotógrafos Edward Weston y Antonio Garduño, como del muralista Diego Rivera. Su posición irreverente provocó que su producción literaria y artística fuera marginada y ella estigmatizada por las “buenas conciencias”.

Su legado está presente en su obra literaria escrita en francés y en español, epistolar y pictórica. Si las instituciones culturales la calumniaron de “loca” y la olvidaron la mayor parte de su existencia, Nahui surge siempre como una estrella fuera de serie por su talento y su actitud contestataria.

Encarnación del eterno retorno, Nahui Olin representa en la cultura universal el movimiento continuo de la creación, la libertad audaz y la ola más álgida del erotismo puro y sincero.

El cáncer que nos roba la vida

El cáncer de nuestra carne que oprime nuestro espíritu sin restarle fuerza, es el cáncer famoso con que nacemos—estigma de mujer—ese microbio que nos roba vida proviene de leyes prostituidas de poderes legislativos, de poderes religiosos, de poderes paternos, y algunas mujeres con poca materia, con poco espíritu, crecen como flores de belleza frágil, sin savia, cultivadas en cuidados prados para ser transplantadas en macetas inverosímiles—arbustos enormes, enanizados por mayor crueldad y sabiduría agrícola que la de los japoneses—y flores marchitas de invernadero, temerosas, tiemblan frágiles en la atmósfera pura-el sol las consume, la tormenta de la lucha de la vida con sólo su rumor las mata, y son víctimas de crímenes cínicos de poderes legislativos, de poderes religiosos, de poderes paternos, y esas víctimas cobardes paren, porque no tienen seguridad de ellas mismas, generaciones de nulidades enfermizas. Mas otras mujeres víctimas también de esos poderes y en las que la carne impera, saltan por todo y van por el mundo con carne temblorosa de deseos—cortesanas humilladas por leyes gubernamentales—y aunque atormentadas por las mismas pasiones, van otras, fanáticas, que azotan con religiones, y amenazan, vulgares sus carnes podridas de pasiones y deseos extinguidos...

Mas otras mujeres de tremendo espíritu, de viril fuerza, que nacen bajo tales condiciones de cultivadas flores, pero en las que ningún cáncer ha podido mermar la independencia de su espíritu y que a pesar de luchar contra multiplicadas barreras que mil poderes les imponen, más que el hombre a quien le han glorificado su espíritu y facilitado sus vicios—con esas multiplicadas barreras que mil poderes les imponen—y desarmadas, con débil carne de invernadero, luchan y lucharán con la sola omnipotencia de su espíritu que se impondrá por la sola conciencia de su libertad—bajo yugos o fuera de ellos-y la civilización de los pueblos y de los hombres hará efectivo el valor de seres de carne y espíritu como ellos.

Mas las otras pobres flores-arbustos enanizados—traen consecuencias del cáncer hereditario a las nuevas generaciones y paren seres pequeños e intoxicados, sin fuerza de espíritu, sin fuerza de cuerpo, que significan degeneración universal—y el problema de la educación se yergue para crear la fuerza que ha de sostener a seres enfermos del cáncer que roba vida.—